Cada día, en medio del océano a 500 kilómetros del continente, la tripulación de la Fundación Biodiversity Conservation Colombia comienza su trabajo: recorrer los alrededores de Malpelo para disuadir a los pescadores ilegales, retirar las redes fantasmas cuando las encuentran y, muchas veces, liberar a los animales que han caído en ellas, principalmente tiburones.
En la inmensidad del Pacífico, el catamarán Silky hace dos o más recorridos de vigilancia en el zodiak, lo que ha permitido disminuir la pesca en un área altamente vulnerable.
Todo se remonta a hace unos 12 años. Guías y personas que trabajan en los barcos que prestan servicios turísticos a los buzos que llegan a la zona, empezaron a recoger redes por su propia iniciativa.
La pesca en el Santuario de Flora y Fauna de Malpelo está prohibida, sin embargo, por el tamaño del área y la lejanía del continente, ejercer control es muy complejo.
La presencia institucional de Colombia en Malpelo se limita a un destacamento en la parte alta de la roca principal, en el que algunos miembros de la fuerza pública ejercen soberanía; y unos cuantos funcionarios de Parque Nacionales acompañan algunas actividades.
“El dueño del barco nos decía que en el momento en el que hubiera pesca, parábamos y empezábamos a quitar las redes y a liberar los animales, con apoyo de los militares que estaban en el puesto”, cuenta Érika López, quien para esa época se desempeñaba como guía.
Luego, Érika tuvo la oportunidad de trabajar para Parques Nacionales; y después, volvió a su oficio como guía a bordo del barco Yemayá, de bandera panameña. Era el año 2015 y un afortunado encuentro, que parece salido de una película de ficción, transformó su vida y la cotidianidad de Malpelo.
Jacob y su apoyo financiero
Fotos: José María Chamorro y Santiago Estrada, Fotoconcurso Agenda del Mar
Érika y sus compañeros recibieron a un nuevo grupo de buzos y comenzaron a organizar sus inmersiones. Como ocurría con alguna frecuencia, encontraron indicios de pescadores ilegales y se acercaron al lugar.
Esto dio pie para un diálogo amplio con los viajeros que venían solo con la intención de descender y conocer la experiencia de bucear en Malpelo, reconocido mundialmente como uno de los mejores lugares para esta práctica. Érika les explicó la problemática.
Les explicó que como es un área protegida, está prohibido pescar, pero es frecuente que lleguen pescadores ilegales, en su mayoría de Ecuador y Costa Rica, porque saben que alrededor de la roca principal hay grandes concentraciones de tiburón martillo, tiburón silky, galápagos y cardúmenes enormes de peces. Y añadió que los recursos para que las autoridades pudieran ejercer control eran mínimos.
-Y… ¿qué se puede hacer?, preguntó uno de los viajeros.
-Tener un barco todo el tiempo aquí, para que siempre haya presencia y ayude a evitar la pesca, respondió Érika.
-Yo le doy el barco, respondió el joven buzo.
Érika llevaba años soñando con la posibilidad de tener una embarcación y un equipo de personas, dispuestos a realizar la tarea disuasiva que venían haciendo, voluntariamente y solo de manera ocasional, los guías de los barcos turísticos.
El joven patrocinador, de unos 27 años, resultó ser integrante de una familia de Magadascar muy dada a la filantropía. Eso, sumado a la sensibilidad que tiene por el océano, fue lo que lo motivó a respaldar un proyecto como el que le planteaba Érika.
Se llama Jacob Stanley Griffiths, y en aquel momento venía de la Isla de Mauricio, en el África Oriental. Con Érika planteó los alcances de la iniciativa y se convirtió en cofundador y donante principal de la nueva fundación, que nació en 2016.
“Compramos el catamarán y lo trajimos a Colombia. La fundación hizo un convenio para que Parques Nacionales haga uso de la embarcación, la tripulación corre por cuenta de la fundación también. Empezamos los recorridos en 2018”, cuenta Érika.
Para ella, son más de 12 años aprendiendo de barcos y de amarres, porque en Malpelo está prohibido fondear los barcos, es decir, lanzar el ancla al fondo del mar. Pero especialmente, de cómo funcionan los pescadores. Eso le ha permitido a Érika y a su equipo actuar con rapidez.
Foto: Fundación Malpelo
“Yo llevo casi 12 años liberado tiburones, pero no soy bióloga, ni hago investigación. Ahora con Biodiversity, nos dedicamos a garantizar que todo el tiempo haya una plataforma de vida, que tenga un zodiac disponible y que pueda monitorear el área para evitar la pesca.”, explica Érika, y agrega que “en el mundo no hay un caso similar a este”.
Para Érika, tener una plataforma física permanente alrededor de Malpelo ha sido un logro inmenso. En la página web de la fundación (biodiversityconservationco.org) se resume con precisión lo que se ha convertido en una misión, en una razón para vivir: “Ayudamos a los guardaparques de los Parques Nacionales Naturales de Colombia en todas sus actividades y funciones como parte de un convenio de cooperación brindándoles la plataforma como su hogar y transporte, y ayudamos en ecoturismo, ciencia y campañas educativas y de sensibilización. Recuperar escombros, basura y redes fantasma del agua que dañan la salud del océano”.
Las personas del equipo que hace los recorridos pasan largas temporadas lejos de sus familias, en condiciones exigentes, conviviendo con la mareta en altamar. Habitualmente se alternan un capitán, un maquinista y un cocinero; en compañía de uno o dos funcionarios de Parques Nacionales.
La fundación destaca el acompañamiento y la coordinación armónica que se ha tenido con Parques Nacionales y con la Armada en la zona, así como el apoyo decidido de la Dimar.
“Tenemos una tripulación muy profesional, nuestro equipo está compuesto por personas que fueron pescadores durante mucho tiempo, que conocen muy bien el área. Las embarcaciones de ecoturismo nos ayudan a rotar la tripulación y a llevar víveres y combustible para no tener que estar yendo y viniendo con nuestro catamarán a tierra continental”, cuenta Érika.
El impacto ha sido muy alto porque la embarcación navegando alrededor de la roca y la presencia institucional representada en el personal de Parques Nacionales, actúan como una barrera disuasiva. Muchas veces no se ve nada y no es necesaria ninguna intervención, pero en ocasiones los pescadores lanzan sus redes y el equipo debe reaccionar, normalmente se logran retirar las líneas de agua y muchas veces es necesario liberar animales de diferentes especies.
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