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Paisajes sonoros marinos, la escucha profunda al servicio de la conservación

Ana Garzón
Ana Garzón
Conversamos con el artista Jorge Barco, creador de Magma una marca criolla de aparatos electroacústicos usados para escuchar los “sonidos ocultos de la naturaleza”. Sumérgete en los paisajes sonoros del mar, a través de la obra de un artista multipotencial con una inagotable curiosidad.

Desde el Pacífico colombiano, en la encantadora Playa Blanca (Nuquí, Chocó), mientras dictaba talleres de escucha de ballenas, Jorge Barco nos regaló lo más valioso que se puede obsequiar: su tiempo. Ahí supimos que estábamos tratando con alguien muy especial, una persona generosa y con deseos de compartir historias, experiencias, conocimiento, belleza…

Agenda del Mar (ADM): ¿Qué es un paisaje sonoro?

Jorge Barco (JB): El concepto de paisaje sonoro fue creado por un investigador, músico y ambientalista canadiense que se llama Murray Schafer. Él se interesó mucho por grabar. Fue la primera persona en darle importancia a los sonidos de la naturaleza, y comprender que eran una forma de estudiarla y entenderla. Me refiero a que, si grabamos un bosque hoy, hay cosas que no se pueden ver, pero sí se pueden escuchar y analizar. Si ese paisaje sonoro lo comparamos dentro de diez años, podríamos ver –lamentablemente–, la deforestación y la pérdida de especies. Ahí surge la bioacústica y un montón de ciencias que estudian el sonido. Pero hoy en día el concepto de paisaje sonoro se utiliza también, de forma ampliada, para el sonido de las ciudades, de los humanos, para analizar el choque entre lo artificial y lo natural. Y todo eso hace parte de los estudios del sonido hoy en día.

Jorge Barco.

ADM: Cuéntanos un poco de tu historia, la motivación de tu obra, cómo es que comienzas a trabajar en todo esto del sonido.

JB: Mi formación inicial proviene del ámbito de las ciencias humanas y las artes visuales, y desde muy joven exploré la creación artista plástica y visual. Sin embargo, hace aproximadamente doce años comencé a incursionar en las artes electrónicas, y en proyectos donde se cruzaban el arte con la ciencia y la tecnología. Fue en ese momento cuando descubrí el circuit bending, una técnica que se basa en la modificación de circuitos electrónicos de bajo presupuesto, el reciclaje y la reapropiación tecnológica (low-tech). Esto me llevó a construir mis primeros objetos sonoros, que incluían instrumentos; una especie de luthería electrónica, sintetizadores y artefactos capaces de generar sonido.

Con estos artefactos, empecé a realizar performances, talleres y laboratorios; además de desarrollar instalaciones artísticas. Durante la pandemia y el confinamiento –cuando se hizo tan evidente la crisis ambiental, social y cultural–, mi interés por la ecología acústica se fortaleció. Comencé a hacer grabaciones de campo y de paisajes sonoros en entornos naturales como volcanes, montañas y ríos, con las mismas herramientas que había construido.

Hace tres años, en 2021, recibí una invitación del Salón Nacional de Artistas para participar en la exposición Geopolíticas del Agua, enfocada en el río Magdalena. Esto me llevó a construir mi primer hidrófono, un micrófono anfibio que permite capturar sonidos tanto bajo el agua como en superficies. Este dispositivo me permitió abordar la resonancia del agua en ríos como el Atrato y el Medellín, quebradas, lagos y cuerpos de agua, y además, explorar la vibración de fenómenos geológicos, como las piedras y la arena.

Compartí algo de esto en redes y la fascinación por el hidrófono pronto se extendió a nivel colectivo, y empezó a conformarse una comunidad haciendo uso de él. Hoy son más de 120 artistas de todo el mundo utilizando este dispositivo para capturar fenómenos naturales donde el agua ocupa un lugar destacado, pero también el viento, y la resonancia de la materia en un sentido amplio. A partir de estas grabaciones, se han generado composiciones musicales y proyectos sonoros. Actualmente, colaboro con el sello de música experimental portugués Vic Nic, produciendo un álbum que reúne a 29 artistas que trabajan en la grabación de campo de la naturaleza, explorando la intersección entre el arte sonoro y el mundo natural. El álbum llevará por nombre Materia Vibrante y ha sido compuesto enteramente con muestras de sonido hechas con mis hidrófonos.

ADM: ¿Tú diseñaste los Magma? ¿Cuéntanos sobre estos instrumentos?

JB: Sí, diseñe los Magma como parte de una exploración en torno a la captura y amplificación de los sonidos ocultos de la naturaleza. Este dispositivo utiliza una tecnología basada en micrófonos de contacto, que emplean cristales de cuarzo para captar vibraciones. Lo fascinante de esta tecnología es su origen en el fenómeno piezoeléctrico, descubierto a finales del siglo XIX por Pierre Curie y su hermano Jacques, quienes demostraron que ciertos minerales, como el cuarzo, generan pulsos electromagnéticos cuando se les aplica presión. Estos pulsos pueden transformarse en señales eléctricas y, en nuestro caso, en sonido.

Jorge Barco.

Este proceso me parece casi alquímico, ya que los minerales mismos permiten la exploración de su propia estructura a través de sus vibraciones. Los Magma se han convertido en herramientas poderosas para registrar sonidos que, de otro modo, serían inaccesibles, como los que provienen de las rocas, la tierra, el agua y otras formas de materia. Esta tecnología ha sido clave en mi investigación sobre los paisajes sonoros y me ha introducido en una dimensión ecológica.

A partir de esta base, he comenzado a explorar otros dispositivos de captura de sonido natural, como los geófonos, que funcionan como sensores sísmicos. Los geófonos permiten registrar sonidos de muy baja frecuencia, incluso infrasonidos, como los emitidos por las ballenas, los elefantes o los movimientos de la corteza terrestre. Actualmente, también estoy desarrollando un micrófono parabólico que se enfocará en la grabación de aves, lo que abrirá nuevas posibilidades para la investigación de la fauna.

Lo que me resulta particularmente interesante de todos estos dispositivos es el concepto de soberanía tecnológica. La mayoría de las tecnologías para el estudio de la naturaleza provienen de grandes laboratorios en lugares como Japón, Europa o Estados Unidos, y suelen ser de un costo extremadamente elevado. Con Máquinas Mestizas, el emprendimiento familiar que hemos desarrollado para dar nombre a estos dispositivos, buscamos democratizar el acceso a estas tecnologías. A través de talleres y laboratorios comunitarios, estamos promoviendo una forma de escucha profunda de la naturaleza, y se están abriendo caminos para realizar monitoreo acústico comunitario, donde las personas pueden aprender a construir sus propios dispositivos de bajo costo para estudiar y preservar el entorno natural.

En Máquinas Mestizas, la tecnología no solo es una herramienta para la creación artística, sino también un medio para la educación ambiental y la conservación. El enfoque se centra en cómo estas máquinas pueden ser utilizadas para sensibilizar y empoderar a las comunidades en la protección de su entorno, lo que refuerza la importancia de generar tecnología desde América Latina para el mundo.

ADM: Por favor cuéntanos más sobre el emprendimiento familiar Máquinas Mestizas, ¿cuándo surgió? ¿qué más hacen?

JB: Máquinas Mestizas es una iniciativa creativa que fusiona arte, ciencia, tecnología e innovación. Surgió como parte de esta trayectoria en el campo del arte sonoro, de un conocimiento y una metodología que no solo se enfoca en la construcción de dispositivos, sino también en el trabajo educativo y comunitario. Nos dedicamos a realizar proyectos, exposiciones y una amplia gama de actividades que tienen al sonido y la escucha como elementos centrales. Actualmente, estamos consolidando este emprendimiento familiar bajo la marca Máquinas Mestizas que, en el futuro, reunirá diversos dispositivos y metodologías de trabajo pedagógico incluyendo caminatas sonoras, talleres y laboratorios

El concepto de Máquinas Mestizas está profundamente ligado a la soberanía tecnológica y al mestizaje latinoamericano, integrando perspectivas ancestrales y la apropiación de tecnologías en América Latina. Nos inspira la arqueología, así como la hibridación con el conocimiento ancestral. Creemos que el concepto mestizo es muy representativo de nuestra identidad latinoamericana y de lo que hacemos: una apropiación e hibridación tecnológica con usos sociales. Estamos consolidando esta idea de desarrollar tecnología low-tech para el registro y exploración de los sonidos de la naturaleza en Colombia, promoviendo la democratización del conocimiento y la soberanía tecnológica. Nuestro trabajo beneficia a artistas, científicos y a la comunidad en general, en otras palabras, a aquellos interesados en nuevas formas de escucha.

ADM: ¿En qué consiste el trabajo que estás realizando en paisajes sonoros marinos?

JB: El trabajo que hemos empezado en paisajes sonoros marinos ha sido una experiencia profundamente reveladora, especialmente en el registro del canto de las ballenas. Siempre habíamos tenido el deseo de utilizar el hidrófono Magma para captar estos sonidos y, este año, gracias a la invitación de Radio Juntanza, un colectivo enfocado en temas ambientales, sociales y feministas que tiene un trabajo ya iniciado en el golfo de Tribugá, hemos podido hacerlo realidad. Se organizaron una serie de talleres en Playa Blanca involucrando a las comunidades locales, incluyendo sectores educativos, pescadores artesanales y cocineros. Estos talleres me impulsaron a diseñar una versión más potente del hidrófono que pudiera captar las frecuencias bajas a largas distancias, características de los cantos de las ballenas jorobadas.

Los resultados de estos primeros experimentos han sido asombrosos, no solo por la calidad de los registros obtenidos, sino por la dimensión emocional y transformadora que la experiencia ha generado. Uno de los descubrimientos más importantes fue la posibilidad de que la escucha profunda se convierta en una alternativa al turismo convencional, que muchas veces perturba a las ballenas debido al ruido de los motores de las lanchas, las cuales se acercan demasiado a los animales. Con el uso de hidrófonos, hemos comprobado que es posible captar el sonido de las ballenas a una distancia segura, permitiendo a las personas conectarse de una manera más respetuosa con el entorno natural. En nuestras primeras pruebas, la gente se emocionó hasta las lágrimas al escuchar los cantos a través de los hidrófonos, lo que nos llevó a pensar en el potencial del turismo sonoro sustentable en la región.

Este trabajo no solo se limita al registro de ballenas, sino que también abre posibilidades más amplias para la conservación, la educación ambiental y el turismo responsable en Tribugá. La selva y el ecosistema marino de la zona son ricos en sonidos de otras especies, tanto terrestres como marinas, lo que sugiere un vasto universo sonoro por explorar. A través del arte sonoro y la ecología acústica, podemos mostrar que el mundo está lleno de presencias invisibles que vibran y generan sonidos. Al escuchar desde el murmullo de una hormiga o una abeja hasta el profundo canto de una ballena, estamos creando un puente empático con la naturaleza.

Jorge Barco.

Este enfoque se basa en la premisa de que la tecnología puede ser una herramienta poderosa para la preservación de los ecosistemas, ya que nos permite amplificar las vibraciones y las voces de la naturaleza en formas que antes eran imposibles. El sonido se convierte en una manera de recordar el tiempo profundo, de conectarse con la evolución acústica de seres como las ballenas, que han usado su canto para navegar, comunicarse y sobrevivir a lo largo de milenios. En este sentido, estamos trabajando para que la escucha profunda sea una herramienta de sensibilización que promueva un respeto más profundo y una mayor conexión con el mundo natural.

ADM: ¡Qué interesante! Por favor, cuéntanos un poco más sobre estos talleres que están realizando en el golfo de Tribugá.

JB: El taller se centró en promover la escucha profunda como una herramienta de sensibilización ambiental. A la invitación de Radio Juntanza, se unió La Escuela de la Vida, un proyecto de conservación del ecosistema marino basado en conocimientos ancestrales liderada por Absalón Caisamo, un sabedor y líder afro-embera de la región, quien ha jugado un papel clave en las principales iniciativas de conservación del territorio.

Este taller fue una oportunidad única para poner en práctica investigaciones sobre escucha subacuática con los hidrófonos Magma, particularmente para registrar los cantos de las ballenas jorobadas, que utilizan estas aguas para reproducirse y tener a sus crías. Poder captar estos sonidos, que hasta ese momento habían sido un proyecto teórico, fue una experiencia reveladora. Los resultados no solo validaron la pertinencia de la tecnología, sino que también demostraron el enorme potencial de la escucha como herramienta para el turismo sostenible, la investigación científica y la educación ambiental.

Durante una semana de inmersión, nos reunimos con diferentes actores de la comunidad, incluyendo pescadores artesanales, chefs locales, conservacionistas, educadores y operadores turísticos. Exploramos juntos las formas en que la escucha puede abrir nuevas posibilidades para la región, desde la creación de mapas sonoros que identifiquen las diferentes especies que habitan la zona –no solo las ballenas, sino también aves, reptiles y mamíferos– hasta el uso del sonido como una forma de conexión entre el mar y la selva. En Tribugá, esta interconexión es evidente: la selva y el océano están profundamente entrelazados, y el agua es el elemento vital que sostiene toda esta biodiversidad.

El taller también permitió tejer nuevas redes de colaboración en la Ensenada de Utría y otras áreas de la región, como Poleo y Casa Fractal en Coquí, abriendo diálogos con biólogos, investigadores y personas dedicadas al turismo y la conservación ambiental. A partir de estos encuentros, surgió un interés compartido en desarrollar proyectos a más largo plazo enfocados en la conservación, la educación y el turismo sostenible, utilizando la escucha como base.

A nivel más amplio, estamos trabajando en colaboración con la bióloga marina Paula Zapata y otros científicos, con la idea de crear una red de sondas de monitoreo pasivo. Este proyecto tiene como objetivo instalar tecnologías de escucha que puedan registrar y monitorear los sonidos del ecosistema durante largos períodos, como toda la temporada de migración de las ballenas, pero también de muchas especies de peces, tanto en el mar como en el manglar.  Este enfoque permitiría realizar análisis acústicos detallados y obtener información valiosa sobre el comportamiento animal y otros aspectos del ecosistema.

Hoy veo este taller en Tribugá como el inicio de un esfuerzo más amplio para utilizar la tecnología de manera creativa en la promoción de la conciencia ambiental, combinando el arte sonoro, la ecología acústica y la conservación en un solo proyecto, que tiene el potencial de generar un impacto significativo en la región.

Jorge Barco.

ADM: ¿Concretamente cómo aporta tu obra a la conservación del mar y a las comunidades locales?

JB: Creo que a través de la escucha como una herramienta de sensibilización y empatía hacia las formas de vida marinas y sus ecosistemas. Al conectar a las personas con los sonidos naturales del mar, les permitimos experimentar la riqueza acústica del entorno, lo que puede generar una conciencia ambiental más profunda y un deseo de protección. El sonido, con su capacidad de evocar emociones y crear una conexión directa, es un medio poderoso para despertar esta conciencia.

Un ejemplo emblemático de este potencial fue el trabajo del científico Roger Payne en los años 70 del siglo XX, quien grabó los cantos de las ballenas y publicó un álbum que se convirtió en un fenómeno mundial. Esto ayudó a sensibilizar al público sobre la necesidad de prohibir la caza indiscriminada de ballenas. Inspirado por esta historia, creo que hoy en día el sonido sigue siendo una herramienta innovadora para la conservación. A través de la grabación de campo, la ecología acústica y el monitoreo de paisajes sonoros, no solo podemos estudiar las ballenas, sino también la diversidad de especies que habitan en los manglares, ríos y otros ecosistemas acuáticos.

Estamos aprendiendo cómo el sonido puede responder preguntas científicas sobre el comportamiento de los animales y la salud de los ecosistemas. Además, el sonido permite desarrollar enfoques de turismo sostenible –y creo que esto es algo muy nuevo–, que ofrecen experiencias significativas sin invadir ni alterar los espacios naturales, como es el caso de la escucha de ballenas a través de hidrófonos, en lugar de acercarse con lanchas de motor que perturban su entorno.

En el tiempo que viene, mi enfoque busca empoderar a las comunidades locales proporcionando herramientas y conocimientos para que ellas mismas puedan realizar el reconocimiento de sus paisajes sonoros y biodiversidad, y sería ideal engranar este impuso a un proyecto de investigación o fondo que pueda financiar lo que implica crear sondas para el monitoreo acústico de sus territorios, generando no solo información valiosa para la conservación, sino también oportunidades de desarrollo económico a través de iniciativas de turismo responsable y educativo. Creo que este tipo de trabajo colectivo, en torno a la escucha y la conservación, contribuye no solo a la protección del mar, sino también a fortalecer los lazos entre las personas y su entorno, promoviendo un futuro más sostenible para todos.

ADM: Si quieres hacer alguna invitación o compartir algo con nuestros lectores, este es el momento

JB: Mi invitación, profundamente inspirada por esta reciente experiencia en el golfo de Tribugá, es a que todos reconozcamos este territorio lleno de vida y biodiversidad como parte de nuestro patrimonio natural. Es vital que lo valoremos, cuidemos y respetemos, y que apoyemos a las comunidades locales a través de formas de turismo responsable que contribuyan de manera armónica al desarrollo de la región sin sacrificar su riqueza ecológica.

Además, hago un llamado a las autoridades y al gobierno nacional para que tomen la decisión definitiva de cancelar el proyecto del puerto en Tribugá. Este es un territorio donde la vida y la conservación deben prevalecer por encima del modelo de desarrollo occidental. Un logro significativo de las últimas décadas ha sido la declaración del golfo como una Zona Exclusiva de Pesca Artesanal (ZEPA), lo que ha protegido el ecosistema marino de la pesca masiva de grandes buques internacionales. Este ejemplo de pesca artesanal sostenible es un modelo que otras regiones de Colombia están adoptando, y ha permitido que los ecosistemas marinos de Tribugá florezcan nuevamente.

Al visitar este lugar, que pertenece al Chocó, uno puede entender mejor cómo las comunidades, ante la ausencia del Estado, han tenido que autoorganizarse de manera colaborativa y solidaria. En Tribugá, conviven las comunidades afrodescendientes e indígenas embera, que históricamente han trabajado juntas, liderando la protección del territorio. Sin embargo, los desafíos continúan: es urgente mejorar la infraestructura, como el aeropuerto y las vías de acceso, así como las condiciones de educación, desarrollo y salud para las comunidades locales.

Quiero expresar mi agradecimiento a Radio Juntanza, una iniciativa potente en la región, y a La Escuela de la Vida, liderada por Absalón Caisamo, que representa un norte ético en temas de conservación y liderazgo comunitario. Escuchar, seguir y apoyar las iniciativas que están surgiendo en este territorio es esencial para su futuro. Espero que más personas se sumen a esta causa, valorando y protegiendo el golfo de Tribugá como el increíble santuario de vida que es.

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