Era una mañana soleada y de cielo despejado, como muchas otras en Barranquilla. El arroyo de León agonizaba bajo montañas de desechos flotantes: mecedoras, colchones, sillas, cavas, mesas, neveras, y todo aquello de lo que la gente no se encarga cuando se le daña. Si no fuera por esa trampa que la Administración construyó en 2012, la ciénaga de Mallorquín, el tesoro natural de la ciudad, habría desaparecido hacía tiempo.
Así como ya lo había hecho el arroyo en ese tramo, porque agua no se veía por ningún lado, solo una cama densa de neveras vacías, desbaratadas, abiertas, exhibiendo sus ahuecadas espumas y sus plásticos carcomidos. El lugar ya era conocido como el Cementerio de Neveras, los expertos calculaban que casi la mitad de los desechos atrapados en la trampa correspondían a los despojos de estos electrodomésticos, pero no se explicaban de dónde salían tantos refrigeradores en la ciudad.
Todas las neveras del cementerio habían comenzado su viaje hasta este trágico destino hacía varios años, cuando aún conservaban su brillo metálico y alcanzaban a enfriar los alimentos de las familias que habían ayudado a alimentar durante décadas. Todas habían sido el electrodoméstico más consultado de cada casa, con varias decenas de visitas diarias, muchas de ellas solo para ver cómo estaban. Hasta que, un día cualquiera, se percataban de que ya no eran la misma nevera, su eficiencia había mermado y hasta se les escaba uno que otro gas. Sabían que estaban llegando al final de su ciclo de vida, pero lo que no se alcanzaban a imaginar, eran las humillaciones y vejámenes a las que serían sometidas. La gran mayoría de ellas eran abandonadas en cualquier esquina, bajo la excusa de que a alguien le serían útil.
Ahí permanecían al sol y al agua, hasta que algún recuperador de buenas intenciones, y con forma de cargarlas, se las llevaba y las vendía a una chatarrería, donde sin tomar precauciones, eran agarradas a martillazos y zarandeadas de aquí para allá, tiradas al piso y vueltas a levantar, mientras les arrancaban puertas y les halaban cables, despojándolas de todo cuanto representara algún valor económico y dejando escapar al aire sus gases refrigerantes, que son altamente contaminantes y dañinos para la capa de ozono. Las piezas metálicas eran vendidas por separado, y lo que quedaba de ellas ─los restos plásticos y los componentes menos rentables─ eran abandonados otra vez, en cualquier esquina. Allí las lluvias las arrastraban poco a poco hasta el arroyo. Otras personas, las tiraban de una vez al agua. Ahí se encontraban con otras neveras en idéntica situación. Así, comenzaban a flotar juntas caño abajo, hacia su cementerio.
Pero no eran solo las neveras las que sufrían. Miles de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos, o RAEE, como se hacen llamar, eran desechados de manera inadecuada y se acumulaban en basureros clandestinos o terminaban en cuerpos de agua, llegando finalmente a la trampa. La economía circular, que proponían diversas organizaciones y expertos, quedaba relegada ante la informalidad y el desconocimiento de la población sobre el destino adecuado de estos residuos.
Por eso mismo, periódicamente le hacían mantenimiento al arroyo de León, por fortuna, pues de lo contrario nadie habría notado al misterioso tripulante que aquella mañana venía caño abajo en una de las neveras desensambladas, como si de una canoa se tratase. Era Impactus. Esto solo podía significar una cosa, que algo terrible estaba por pasar en el arroyo y, en consecuencia, en la ciénaga. No era la primera vez que este humanoide, surgido de la contaminación, visitaba la trampa; esto sucedía cada que estaba a punto de rebozarse, pues Impactus se fortalecía con los desechos posconsumo y ganaba más poder sobre las mentes humanas.
Todos los habitantes de la trampa, vivos y no vivos, entraron en pánico. Su mayor temor era desbordarse e ir a dar a las aguas de su señora, la ciénaga de Mallorquín. No querían ser ellos los que perturbaran este ecosistema. Pero esto no era todo, la capa de ozono estaba teniendo afectaciones, es que ¡ya eran demasiadas neveras! y todas tenían trazas de gases de efecto invernadero, o los temidos GEI, entre sus espumas deshechas. ¡Su despertar era inminente!
Precisamente esto fue lo que trajo a escena a Redi, el joven guardián de la capa de ozono y miembro de la Liga Retorna. Con su rayo descontaminante, descendió hasta la trampa del arroyo, analizando los escombros con gran preocupación. Su misión era clara: evitar que Impactus ganara más poder, desbordara el arroyo, afectara más la capa de ozono y agravara el calentamiento del planeta.
Iniciativa ambiental conformada por seis programas posconsumo.
Redi observó las neveras desensambladas y sintió la historia que cargaban todas y cada una de ellas, y las de los otros RAEE. Sabía que la disposición adecuada de estos residuos habría evitado esta situación, y que seguramente muchos de sus componentes estarían todavía utilizándose y siendo productivos dentro de la economía circular. Los gases refrigerantes jamás habrían sido liberados a la atmósfera afectándolo todo, y el arroyo no estaría en estas condiciones críticas.
Realmente, no lograba comprender cómo habíamos llegado a este punto, sobre todo cuando existían programas como Mabe Green Cycle y la Red Verde. ¿Era posible que para la gente fuera más valiosa la simbólica suma de dinero que las chatarrerías informales ofrecían por los RAEE, que el planeta mismo? ¿Es que acaso no se daban cuenta de que a largo plazo esto salía más caro? ¿Sería posible que no conocieran sobre la existencia de estos aliados por la sostenibilidad?
¡Eso era! La gente no estaba enterada, se necesitaba fortalecer la gestión ambiental de los RAEE, ¡se requería más educación ambiental! Y para eso estaba Mabe Green Cycle, con su programa de concientización: la población debía comprender que cada electrodoméstico tenía un ciclo de vida y que su final no podía estar en el vertedero o en un cuerpo de agua.
Clavó su mirada en el arroyo atestado de basura, Impactus sonreía victorioso desde su canoa-nevera. Redi suspiró profundamente. Lo primero sería contener la crisis y superarla. Activando su rayo, comenzó a descontaminar los residuos peligrosos, neutralizando los efectos de los gases refrigerantes que ya se habían dispersado en la atmósfera.
Pero su tarea no terminaba ahí. Usando la tecnología de la Liga Retorna, Redi transmitió un mensaje a la comunidad: era urgente bajar el nivel de residuos flotantes en el arroyo, antes de que se desbordara. Con la ayuda de voluntarios y diversas entidades, se hizo una comitiva para retirar los residuos y disponerlos adecuadamente. También recogieron todas las neveras que estaban próximas a caer al arroyo y las llevaron a gestores con su debida licencia. Allí, expertos separaron los materiales aprovechables y los reincorporaron a la cadena de producción, cerrando el ciclo de la economía circular. La trampa del arroyo de León, aunque eficaz, no podía ser la única barrera contra la contaminación. Se necesitaba conciencia, responsabilidad y acción.
Afortunadamente, el mensaje de la Liga Retorna se está comenzando a extender como un eco entre las calles de la ciudad y del país. Cada vez más personas están enterándose de la existencia de Red Verde, una alianza entre las empresas fabricantes e importadoras de electrodomésticos que desde 2014 reafirmaron su compromiso con la responsabilidad extendida del productor. Es decir, una alianza al servicio del planeta y de la sociedad, a donde cualquier ciudadano puede llamar para que le recojan completamente gratis su nevera vieja.
Red Verde se encarga de llevarla hasta gestores autorizados ─muchos de los cuales son chatarreros que le apostaron a la sostenibilidad─ para que procedan con profesionalismo y responsabilidad con estos electrodomésticos que tanto han servido en los hogares. Cada vez más personas identifican los puntos de recolección de la Red Verde, las campañas de Mabe Green Cycle y las alternativas seguras para el reciclaje de sus electrodomésticos. Poco a poco, Impactus va perdiendo su fuerza, y la ciénaga de Mallorquín respira con más tranquilidad.
Las neveras viejas, aunque no volverán a ser lo que fueron, encuentran un nuevo propósito en la reconstrucción del mundo. Su historia, como la de tantos otros residuos, sirve para recordar que cada decisión cuenta y que el futuro del planeta está en manos de quienes eligen actuar con responsabilidad.
Conoce más sobre la Liga Retorna, en la cual se inspiró esta historia: