Parece increíble todo lo que se puede hacer cuando se trabaja con entusiasmo y compromiso con una comunidad. Todo nació por la pasión que tenían dos amigas por la educación y el deseo de poner en valor la cultura y el conocimiento ancestral de su gente, producto de los procesos vividos por las comunidades indígenas y negras que han desarrollado su territorio.
Una de las fundadoras decidió irse a la ciudad y estudiar en una universidad. La otra, Dorkas Bautista, es escritora y cantante, hija de músicos, vivió un tiempo en Medellín, es estudiosa y se emociona cuando habla de su cultura. Ella es quien está al frente del proyecto, ahora en compañía de otras tres personas.
“La Fundación Sinumar busca el auto reconocimiento de las comunidades nativas, desde el ser, desde el territorio, desde la conservación de los recursos naturales y culturales”, explica.
El presupuesto con el que trabaja Sinumar es mínimo. Hace 5 años un empresario le preguntó cómo podía ayudar para garantizar que la fundación fuera sostenible en el tiempo. Dorkas le dijo que sería de gran ayuda un incentivo económico para una o dos personas que la apoyaban con las actividades. Y esa persona empezó a enviarle dos millones de pesos al mes. Ese es el presupuesto con el que trabajan, de ahí se destina una parte para asegurarle un pequeño ingreso a quienes trabajan en la fundación y alcanza incluso para comprar materiales y asumir algunos gastos de funcionamiento.
¿Qué hace Sinumar?
La fundación trabaja con más de 100 personas en diferentes programas, con el lema “pasión por el conocimiento” que, como dice Dorkas, va mucho más allá de una universidad o de un programa de educación formal. En las actividades para niños entre 6 y 18 años hay 54 inscritos, del programa de madres participan 38 mujeres y en un proyecto de huertas están vinculadas 8 familias.
La Nave del Conocimiento:
Cada sábado, sin falta, se reúnen niños, adolescentes y jóvenes del territorio que hacen parte de varios programas: fotografía, cuyas clases se reciben en papel por falta de cámaras; literatura y Mujeres del mar, un programa creado a partir del surf.
“El conocimiento del mar era solo de los hombres porque eran los que pescaban, las mujeres le tenían miedo al mar. Por eso es tan valioso este programa con el que trabajamos la confianza de las niñas, el empoderamiento, no ha sido fácil, hace 10 años se burlaban de mí porque estaba loca, pero es que yo pesqué con mi papá hasta los 16 años y aprendí”, cuenta Dorkas, quien le enseña a las niñas las técnicas del surfing. Incluso ellas mismas fabrican las tablas de surf.
En todas las áreas se imparten conocimientos sobre cada tema, pero más importante que es eso es el trabajo de empoderamiento y liderazgo que se desarrolla, a partir del componente ambiental, la autoestima, el sentido de pertenencia, el conocimiento de la geografía y la historia de la región, y muchos conceptos más.
Los logros sociales son el mayor orgullo de Dorkas: “Hoy no hay embarazo adolescente en la comunidad”, explica.
Mujer tierra:
Así como se tiene un programa para las niñas llamado Mujeres de mar, con las mamás se creó Mujer de tierra. El énfasis es el empoderamiento de la mujer, a partir de analogías y estrategias para que las mamás mejoren su auto reconocimiento y participen más activamente de las actividades de la comunidad.
Granja Comunitaria:
Este programa va dirigido a familias de las comunidades nativas que trabajan la tierra con un concepto de revalorización del territorio y su riqueza cultural.
Dorkas, desde la Fundación Sinumar, se siente orgullosa de lo que ha pasado en estos 15 años: “La comunidad aprendió a expresarse, las personas empezaron a verse a sí mismos como gente con valor, más allá de que persisten ciertas condiciones de pobreza, pero hemos visto que la autonomía puede ayudar a transformar realidades”.
