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Conectividad de las tortugas marinas, un océano por delante

Foto: Jose Luis Gonzáles Guerra
Las tortugas marinas migran grandes distancias enfrentando amenazas. Comprender su conectividad para proteger áreas críticas es clave para conservarlas. Innovación + colaboración global es la fórmula.

Amalia María Cano-Castaño. Bióloga, especialista en Edición de Publicaciones. Directora general, Fundación Coriácea. Integrante, CASA MiNKA. Vocal, Junta Directiva, Asociación Colombiana de Herpetología. Secretaria, Mesa Directiva, Biobanco de Tortugas Marinas de Latinoamérica. Miembro, International Sea Turtle Society. Fan de la Agenda del Mar.

La vida en la Tierra está en constante movimiento. Las especies no son estáticas, se desplazan de un lugar a otro. Incluso aquellas especies sésiles, como los árboles o los corales, llegan a otros sitios a través de la dispersión de semillas o larvas. A este intercambio de genes, individuos, nutrientes y energía se le conoce como conectividad ecológica, y es crucial para mantener la biodiversidad y la salud de los ecosistemas.

La conectividad ecológica no es la misma en todo el planeta, varía dependiendo de las características del ambiente y las especies. Existen condiciones naturales que pueden producir niveles de conectividad e incluso un aislamiento completo. También existe la fragmentación: el proceso mediante el cual un hábitat se transforma en un conjunto de parches embebidos en una matriz con características diferentes. Un ejemplo clásico es la tala de un bosque, que genera parches de bosque salpicados en una matriz de potrero. Estas transformaciones suelen ser originadas por actividades humanas, aunque en algunas ocasiones las producen fenómenos naturales. En todo caso, la fragmentación del hábitat separa las poblaciones de especies, representando una amenaza para la biodiversidad. Dependiendo del grado de conectividad que persista o que se logre recuperar entre los fragmentos, se puede reducir el aislamiento y el riesgo de extinción local.  

Antes, se creía que los océanos eran sistemas abiertos sin barreras físicas, donde los organismos podían moverse libremente. Sin embargo, la ciencia y la tecnología han demostrado que esta percepción es incorrecta. Existen barreras biogeográficas en el océano que imponen límites naturales, aislando genéticamente a las poblaciones e impidiéndoles colonizar otros lugares. Además, diversas prácticas humanas han fragmentado los ecosistemas marinos, interrumpiendo el flujo de los procesos naturales. La pérdida de conectividad en el mar puede disminuir o interrumpir el desplazamiento de las especies, lo que podría llevar al colapso de los ecosistemas marinos y costeros.

Tortugas marinas, viajeras planetarias en apuros

Las migraciones son un componente crucial de la conectividad ecológica, y uno de los mejores ejemplos de migración en el océano es el de las tortugas marinas. Actualmente, se reconocen siete especies: caná (Dermochelys coriacea), verde (Chelonia mydas), carey (Eretmochelys imbricata), caguama (Caretta caretta), golfina (Lepidochelys olivacea), lora (Lepidochelys kempii) y aplanada (Natator depressus). Las cinco primeras se encuentran en todas las cuencas oceánicas; las dos últimas se distribuyen en Australia y el golfo de México, respectivamente. Todas son migratorias, aunque la extensión de sus migraciones varía según la especie y la población. Por ejemplo, la tortuga caná puede migrar a través de cuencas oceánicas enteras, mientras que la tortuga aplanada realiza migraciones cortas dentro de la plataforma australiana.

Las tortugas marinas cumplen funciones ecológicas diversas, como consumidoras, presas y competidoras. Además, proporcionan sustrato para organismos epibiontes –que viven sobre otro ser vivo– y transportan nutrientes entre las áreas de alimentación y las playas de anidación, modificando la estructura de los ecosistemas marinos.

Son animales longevos, tardan mucho tiempo en alcanzar la madurez sexual –entre los 15 y 45 años según la especie–, y la determinación del sexo no ocurre genéticamente, sino que depende de la temperatura de incubación de los huevos –temperaturas cálidas producen más hembras, mientras que temperaturas bajas producen más machos–. El ciclo de vida de estos animales es complejo, debido a los cambios de hábitat que experimentan en cada etapa de su vida. Habitan playas de anidación, corredores migratorios, hábitats de desarrollo y áreas de alimentación.

El ciclo de vida es más o menos así: tras la eclosión, los neonatos se sincronizan para salir del nido. Una vez emergen, recorren la playa y la identifican para regresar en el futuro –si es que sobreviven hasta la adultez–; esto se conoce como filopatría natal, es decir, el retorno a sus playas de origen. Una vez tocan el agua, nadan frenéticamente hacia el mar abierto, donde son transportados por corrientes oceánicas hasta alojarse en camas de macroalgas flotantes; al lapso de tiempo que pasan allí se le conoce como “los años perdidos”, ya que hasta hace poco no se sabía qué sucedía con los neonatos cuando entraban al mar. En la fase juvenil, dividida en oceánica y costera, las tortugas utilizan diferentes hábitats de desarrollo, con variaciones según la especie y región. Por ejemplo, las tortugas caná y golfina completan su desarrollo en zonas oceánicas, mientras que las tortugas carey, verde, caguama y lora migran a agregaciones de forrajeo costeras, generalmente cerca de su playa natal. Cuando alcanzan su madurez sexual, hembras y machos adultos migran a áreas de reproducción para aparearse y, en el caso de las hembras, anidar en su playa de origen.

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) clasifica las especies de tortugas marinas en su Lista Roja de Especies Amenazadas, con base en criterios que incluyen el tamaño y la tendencia de la población, así como su distribución geográfica. Todas las especies, excepto la tortuga aplanada –que carece de datos suficientes para su evaluación–, se encuentran en alguna categoría de amenaza. Las que tienen mayor riesgo son las tortugas carey y lora, que están en peligro crítico; seguidas por la verde, que está en peligro; y finalmente las tortugas caná, caguama y golfina, que están en la categoría vulnerable. Sin embargo, a una escala local, estas categorías pueden cambiar, dependiendo del estado de las poblaciones en cada región. Por ejemplo, en Colombia, las tortugas caná y caguama se encuentran en peligro crítico, y en Australia, la tortuga aplanada se considera vulnerable a nivel nacional.

RMU, la respuesta a un desafío

En la práctica, las estrategias de conservación de una especie se implementan a nivel de sus poblaciones o de segmentos de estas, a los cuales se les llama unidades de gestión (MU, por su sigla en inglés). Estas unidades son funcionalmente independientes –es decir, que tienen procesos demográficos distintos– y se caracterizan empleando diversos métodos, con el fin de priorizar las acciones de conservación. En el caso de las tortugas marinas, la delimitación de las MU es confusa, debido a que estas especies tienen estructuras poblacionales complejas caracterizadas por la fidelidad al sitio de anidación de las hembras, el flujo génico mediado por los machos –quienes llevan sus genes de una población a otra– y la superposición espacial de las poblaciones durante las migraciones y en los hábitats de desarrollo.

En atención a este desafío, en 2010, una comisión del Grupo de Especialistas en Tortugas Marinas de la UICN publicó un artículo proponiendo unidades de gestión regional (RMU, por su sigla en inglés). Estas fueron desarrolladas con base en datos de anidación, telemetría satelital, estudios genéticos y el conocimiento de expertos/as. Estas unidades se ubican geográficamente en regiones delimitadas lo que facilita la implementación de esfuerzos de conservación más precisos. En 2023, las RMU se actualizaron con nuevos datos, mejorando la capacidad para priorizar acciones de conservación. Además, para evitar confusiones con otras unidades de conservación, se revisó el término y se elaboró una definición mejorada.

Actualmente, las RMU 2.0 se definen como conjuntos de tortugas marinas de la misma especie que comparten áreas críticas para su vida, como sitios de reproducción, alimentación y desarrollo juvenil. Estas tortugas enfrentan factores similares en su entorno, lo que influye en su población y evolución. Las RMU son similares a las “subpoblaciones” definidas por la UICN, ya que están por debajo del nivel de especies globales y pueden incluir grupos genéticamente únicos. En la práctica, las RMU proporcionan un marco global que ayuda a evaluar y priorizar la conservación y gestión de las tortugas marinas, considerando tanto factores ambientales como humanos. Se reconocen en total 48 RMU y 166 stocks genéticos de seis especies de tortugas marinas a nivel mundial; no se definieron RMU para la tortuga aplanada porque su área de distribución es relativamente restringida. Todos los productos de las RMU son de acceso abierto.

Conservar la conectividad, un esfuerzo colectivo

A nivel mundial, la conservación basada en áreas es el principal enfoque empleado para frenar la pérdida de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos. De hecho, la meta es proteger y conservar al menos el 30 % del planeta al finalizar esta década.

Como se mencionó, la conectividad es inherente a la vida en la Tierra y, por lo tanto, es fundamental para conservar la biodiversidad. En el caso de las tortugas marinas, al ser especies que realizan largas migraciones, se hace más complejo descifrar las conexiones entre las diferentes áreas que utilizan. Independientemente de su nivel de separación, las condiciones desfavorables en un lugar pueden tener repercusiones en otro, aún si se están implementado acciones de conservación. Por ejemplo, los problemas en las áreas de alimentación podrían afectar la salud y el éxito reproductivo de la colonia anidante que llega a una playa a cientos o miles de kilómetros, incluso si está dentro de un área protegida.

Por lo anterior, la conectividad es un criterio ecológico crucial en el diseño de las áreas marinas protegidas, las cuales deben velar por mantener la conexión entre hábitats críticos para asegurar la persistencia y protección de estos carismáticos reptiles del mar. Aunque no es tarea fácil, es necesario describir y cuantificar los movimientos de estos animales para identificar las áreas clave para su conservación. Para esto, se han usado métodos como la captura-marca-recaptura, el rastreo satelital, y análisis genéticos y de isótopos estables, sin embargo, estos tienen limitaciones para identificar todos los hábitats y describir los corredores que los conectan.

Hace relativamente poco, en abril de 2022, un grupo de 68 investigadores/as publicó los resultados de un innovador estudio que sienta un precedente metodológico y da luces sobre la conectividad de las tortugas marinas a nivel global. Empleando conceptos y métodos inusuales para esta línea de investigación –teoría de grafos y métricas de redes espaciales–, analizaron los patrones de movimiento de seis especies de tortugas marinas, a partir de un gran conjunto de datos de rastreo satelital recopilados con métodos colaborativos.

El estudio tuvo hallazgos interesantes que dan soporte científico a ideas previas y ayudan a mejorar la comprensión sobre cómo conectar áreas críticas para la conservación marina. De hecho, por primera vez, se cuantifica el importante papel de alta mar en la conexión de áreas costeras para varias especies de tortugas marinas a escala global. Para tres especies, se identificaron múltiples centros críticos en aguas internacionales: en el Pacífico Norte y el mar de Filipinas para la tortuga caguama, en el mar Arábigo y el océano Pacífico para la tortuga verde y en el Atlántico Norte para la tortuga caná, para esta se reitera la importancia de los corredores migratorios ubicados en estas zonas. En pocas palabras, el estudio muestra que es esencial proteger estas áreas críticas en aguas internacionales para asegurar la conectividad y supervivencia de estas especies.    

También son interesantes las observaciones compartidas sobre las características de la muestra de datos de la investigación. Por ejemplo, de las 7 000 tortugas marinas que se habían rastreado en el mundo hasta 2017, lograron recopilar menos del 18 % de los datos, principalmente de hembras anidantes, que son las que suelen marcarse. Por otro lado, la mayoría de los datos son del Atlántico y el Pacífico Norte, hay limitaciones en la duración de los rastreos, y la cantidad de datos entre especies es desigual, siendo la más rastreada la tortuga caguama (608 datos) y la menos rastreada la tortuga lora (57 datos). Estas observaciones subrayan tanto el nivel incipiente en el que aún se encuentra la ciencia abierta, como los vacíos de información generados por las tendencias o intereses de investigación y, posiblemente, por el limitado presupuesto que se asigna a la ciencia en muchos países.

En todo caso, dicho estudio no pretende describir todas las poblaciones de tortugas marinas, sino proponer a la comunidad científica y a los/las administradores/as de recursos naturales una manera más directa de visualizar la vulnerabilidad de las redes conformadas por cada especie de tortuga marina y lo que se necesita para conservar la conectividad.

En conclusión, en el vasto océano, las tortugas marinas enfrentan complejos desafíos que requieren soluciones igualmente sofisticadas. La identificación y protección de áreas críticas, especialmente en aguas internacionales, es esencial para mantener la conectividad ecológica que estas especies necesitan para su supervivencia. Con el uso de tecnologías avanzadas y métodos de análisis innovadores es posible obtener una comprensión más precisa de sus patrones de movimiento e interacciones ecológicas. Es un hecho que la colaboración global y el intercambio de datos son fundamentales para avanzar en la conservación de estos reptiles marinos. Al aplicar este conocimiento técnico y trabajar en conjunto, se pueden diseñar e implementar estrategias efectivas que aseguren la persistencia y la salud de las poblaciones de tortugas marinas a nivel mundial, garantizando la biodiversidad y la estabilidad de los ecosistemas marinos.

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