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Octopus III

Foto: Ocean Image Bank_-Grant Thomas
Foto: Ocean Image Bank_-Grant Thomas
Hola de nuevo, este es nuestro tercer encuentro para seguir contándote aspectos muy interesantes de mi vida como pulpo. En esta ocasión, quiero contarte sobre lo que hago de manera rutinaria y un poco sobre aquellas aventuras y encuentros con otras criaturas del arrecife.

Jorge Herrera, biólogo marino

Un arrecife de coral es un lugar perfecto para una criatura como yo, está lleno de escondrijos y tiene una oferta de alimentos muy variada. Usualmente, soy mucho más activo en las noches, aunque, eventualmente, realizo excursiones diurnas; eso sí, siempre tengo un lugar donde refugiarme, ya sea para escapar de mis posibles depredadores o para tener un lugar con privacidad, donde llevar a mis presas, tener una cena tranquila o simplemente, para descansar.

Como ya sabes, mis brazos o tentáculos no solo me sirven para desplazarme, sino también, para atrapar a mis presas. Aunque parezco avanzar como suspendido sobre el fondo, realmente, voy arrastrándome sobre el mismo gracias a mis largos brazos. Puedo ser rápido, pero generalmente me desplazo lentamente, tanteando el terreno. Cada tentáculo posee decenas de ventosas que van “degustando” los mejores platos, gracias a unas células que actúan como papilas gustativas, lo cual quiere decir que, a veces, ni siquiera tengo que usar mi vista para detectar a posibles presas.

Foto: Santiago Estrada

Usualmente, la labor de cazar sucede en la noche. Puedo utilizar diferentes estrategias, una, me quedo quieto, me camuflo, adopto la apariencia del fondo y, simplemente, espero a que mi presa se acerque lo suficiente para estirar rápidamente uno de mis tentáculos y atraparla. Otra forma es ir directamente hacia mi presa, a la que cubro con mi manto, a manera de red; una vez atrapada, la llevo a mi boca donde muerdo gracias a una estructura bucal, llamada pico con la que rompo fácilmente, sus caparazones o conchas. Al mismo tiempo que muerdo, inyecto un veneno que paraliza a la presa, de esta forma, puedo llevarla a mi guarida para cenar tranquilamente. A propósito, tengo un menú muy variado cada noche, empezando por los crustáceos, ostras, caracoles, entre otros; mis favoritos son los crustáceos (cangrejos, camarones y pequeñas langostas), sobre todo porque son más fáciles de comer. Algo que hace más efectiva mi tarea de caza es que poseo una fuerza descomunal, soy capaz de levantar 18 veces el peso de mi cuerpo, lo que hace que sea casi imposible que una presa escape de mis tentáculos.

Ahora bien, cada faena de caza es, al mismo tiempo, un riesgo de ser devorado por mis depredadores, sobre todo, porque mi cuerpo blando no ofrece ninguna protección contra ellos. Sin embargo, la naturaleza me dio otras formas para mantenerme a salvo; combino tres estrategias de defensa: la primera es mi capacidad de camuflaje, de lo cual ya te hablé en nuestro anterior encuentro; la segunda es permanecer muy cerca del fondo, sobre todo, que disponga de refugio rápido, como son los huecos o cavidades que se forman entre los corales, lo que me permitirá, gracias a mi cuerpo blando y flexible, deslizarme rápidamente, incluso por la más delgada hendidura, para ponerme a salvo; y la tercera forma, es que al sentir el peligro muy cerca, tengo la capacidad de nadar “rápidamente” mediante propulsión a chorro, gracias a lo que los científicos llaman el sifón, a través del cual puedo disparar chorros de agua, previamente inhalada, que me dan el impulso necesario para escapar y al mismo tiempo, y aquí viene mi acto de magia, excreto un chorro de tinta oscura y espesa que confunde a mis depredadores, dejándolos prácticamente ciegos, además de tener un sabor asqueroso que los desanima a seguir buscándome. Entre esos posibles depredadores, de los que procuro mantenerme alejado, se encuentran tiburones nodriza, morenas y algunos cetáceos que se acercan al arrecife en busca de alimento, entre otros. Lamentablemente, mi mayor depredador es el ser humano, pero de eso te hablo después.

Foto: Juan David Valencia Herrera

Aunque debo confesar que mis métodos de defensa no son infalibles. Una noche, luego de cenar una deliciosa jaiba, decidí salir a dar un paseo a ver qué descubría por ahí, ya saben, soy muy curioso. Me detuve a observar con detenimiento cómo un pez loro guacamaya dormía, tranquila y placenteramente, envuelto como en una especie de bolsa protectora y me hizo pensar en las diferentes estrategias que tenemos las criaturas para mantenernos a salvo de los depredadores. Volviendo a la historia, allí me encontraba sumido en mis pensamientos, cuando, súbitamente, apareció de la nada una enorme morena verde, alcancé a reaccionar a tiempo y logré huir, aunque no lo suficientemente rápido, ya que perdí medio tentáculo. ¡Auchh!, el recuerdo aún me duele. Pero bueno, como ya saben, soy una criatura extraordinaria, pude regenerar la parte del tentáculo perdido y pronto volví a ser un pulpo completo. Creo que, por ahora, es suficiente información. Aún tengo muchas otras cosas para compartir contigo, no solo sobre mí sino sobre mis fantásticos descubrimientos acerca de la vida en un arrecife de coral. Pero eso será en nuestro próximo encuentro.

Te puede interesar leer: «El mundo de Octopus (I)» y «El jardín de Octopus (II)»

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