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El jardín de Octopus

Hola, Octopus vulgaris está de nuevo contigo. La vez pasada nos conocimos y te conté un poco de la historia temprana de mi vida. Hoy te quiero contar algo más sobre mí, para que conozcas con más detalle las maravillas con las que me dotó la naturaleza, con las cuales estoy “profundamente” agradecido.

Por: Jorge Herrera, biólogo marino

Primero, quiero ponerte en contexto dentro de qué grupo de animales me ubicaron los científicos. Pertenezco a un grupo de invertebrados llamado Mollusca (del latín “molluscus” que significa blando o blanduzco), al cual también pertenecen todos los caracoles con concha y sin concha (nudibranquios y otros), los bivalvos (ostras, almejas, etc.), los calamares y las sepias. Estos dos últimos junto con todas las otras especies de pulpos pertenecemos a un subgrupo llamado Cefalópoda que significa  “cabeza con pies”; en este caso, esos pies son nuestros brazos o tentáculos y yo, específicamente, pertenezco a un grupo llamado Octopoda, ya que poseo ocho brazos.

Aunque todos los de mi especie somos, físicamente, casi idénticos y presentamos patrones de comportamiento similares, solemos ser distintos unos de otros, sobre todo desde el punto de vista de la personalidad. Digamos que yo he sido un poco inquieto y atrevido en mi vida y mi curiosidad me ha permitido descubrir muchas cosas fascinantes que suceden en el arrecife de coral, además de haber hecho grandes amigos. Sin embargo, esa misma curiosidad me ha llevado a enfrentar peligros que casi me han hecho desaparecer de este mundo; pero bueno, gracias a mis habilidades físicas y a mi inteligencia, he logrado sortear esas situaciones y por eso sigo aquí, contando historias.

Ahora bien, ¿cuáles son esas habilidades y esa inteligencia de la que tanto me enorgullezco? Poseo, tal vez, el cerebro más desarrollado de todos los invertebrados, así como mis órganos de los sentidos, especialmente la vista y el tacto (muy desarrollado en mis brazos). Además, tengo una gran capacidad de aprendizaje y muy buena memoria.

Mis brazos o tentáculos  son muy especiales. Como ya sabes, poseo ocho, de igual longitud; la superficie interna de cada uno de ellos es aplanada y está cubierta por una doble hilera de discos en forma de copa que funcionan como ventosas. Hay dos cosas que quiero resaltar de mis brazos y que te van a sorprender; la primera, es que si llego a perder uno, lo puedo regenerar y la segunda, es que cada brazo puede funcionar de manera independiente, digamos que es autónomo; de hecho hay quienes creen que nosotros los pulpos poseemos nueve cerebros, uno por cada brazo y otro central.

Fotos: José María Chamorro, participante Concurso de Fotografía de Naturaleza, Agenda del Mar

Debido a que mi cuerpo es tan blando, puedo cambiar de forma muy facilmente, lo que me permite introducirme por las ranuras más estrechas sin ningún problema. Aunque en general, mi piel tiene una apariencia lisa y mi coloración va del  gris claro al pardo oscuro, tengo la capacidad de cambiar, rápidamente, la textura y coloración. El cambio de coloración se debe a la presencia, justo debajo de la piel, de una combinación de células especiales llamadas cromatóforos e iridocitos, llenas de pigmentos de variados colores, que juntas hacen que pueda cambiar de color rápidamente y adquirir  casi la misma tonalidad y textura del fondo. La pregunta es: ¿cuál es la causa del cambio de color? Básicamente, son dos situaciones que hacen que cambie de color, incluso cuando estoy en movimiento; una es cuando siento una amenaza inmediata y la segunda, cuando llega el momento de cortejar, pero de eso les voy a contar luego.

Hablemos un poco de mis ojos que también son muy especiales. Tengo dos grandes ojos, uno a cada lado de mi cabeza y, de alguna manera, son similares a los tuyos; poseen cornea, cristalino, pupila y retina. Como tú, reacciono a los cambios de luz; en la claridad, mis pupilas se contraen en mayor o menor grado, según la intensidad de la luz y, en la oscuridad, se dilatan. Una gran diferencia con respecto a tus ojos que trabajan en conjunto para darte una visión binocular (lo que te da profundidad para calcular las distancias a otros objetos), mi visión es monocular, puedo mover cada ojo de manera independiente pero cada uno tiene su propio campo de visión sin que se combinen las imágenes. La verdad, hasta ahora todo ha funcionado bien, mi visión es más que suficiente para obtener de la naturaleza lo que necesito, es decir, comida, percibir a mis depredadores y poder encontrar una linda pareja.

Voy a dejar, por ahora, mi relato; espero no haberte aburrido con tanta descripción, pero me pareció importante que me conocieras más a fondo, al fin y al cabo, de eso se trata, que nos conozcamos y que aprendas a valorarme no como alimento sino como una criatura amenazada. En nuestro próximo encuentro, te seguiré contando sobre mí, sobre mi comportamiento en el día a día y algunas de las historias por las que he pasado en mi corta vida ¡Hasta pronto!

Puede interesarte leer mi primera historia aquí: El mundo de Octopus

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