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Imagina una vida en prisión

Lucyna vía Pixabay
¿Qué sentirías tú, un ser vivo que estás totalmente consciente de tí mismo y de los demás,  si de repente te separarán de una manera sumamente agresiva y estresante de tus hijos, de tus padres, de tus abuelos, de tus hermanos, de tu familia… y durante todo este proceso, varios de ellos mueren por un paro cardíaco debido al shock y estrés al tratar de defenderte; o mueren ahogados por quedar atrapados en las redes con las cuales te atraparon?

Por: Vanessa Prigollini – MAREA

Querido lector,

Me gustaría hacerte una serie de preguntas y que en cada una, eches a volar tu imaginación lo más lejos que puedas.

Empecemos porque te conviertas en un delfín, puede ser un nariz de botella, una orca, un delfin rosada o cualquier otro que tú quieras. Ahora imagina que estás recorriendo la inmensidad del mar, nadando kms y kms con tu familia, a una alta velocidad y buceando a grandes profundidades.

Ahora te pregunto. ¿Qué sentirías tú, un ser vivo que estás totalmente consciente de tí mismo y de los demás,  si de repente te separarán de una manera sumamente agresiva y estresante de tus hijos, de tus padres, de tus abuelos, de tus hermanos, de tu familia… y durante todo este proceso, varios de ellos mueren por un paro cardíaco debido al shock y estrés al tratar de defenderte; o mueren ahogados por quedar atrapados en las redes con las cuales te atraparon?

Después de esta escena tan traumática que acabas de vivir, te sacan del mar y te llevan. Es un largo trayecto, en un medio que no es el tuyo (estás fuera del agua) y te encierran en una pequeñísima prisión, llamada alberca o tanque, con otros de tu misma especie pero que jamás habías visto y que ni siquiera hablan el mismo idioma que tú. Ellos, comienzan a agredirte para establecer su dominio y su jerarquía y tú no tienes hacia donde escapar pues el lugar es sumamente pequeño, así que tienes que defenderte. Por esta razón, llegan estos seres extraños de otra especie llamados humanos, te sujetan fuertemente sin dejarte escapar y te administran una sustancia totalmente desconocida para ti: les llaman tranquilizantes. Al compañero que te agredió, se lo llevaron a una prisión mucho más pequeña que en la que ya están y como castigo, lo mantendrán ahí aislado.

Después de unas horas de estar en esa prisión en la que te sientes sumamente triste por estar lejos de tu familia y muy confundido, empiezas a sentir mucha hambre pero no tienes a tu alrededor nada que puedas cazar para comer.  Se acercan estos seres extraños, los humanos,  y te hacen entender que si no brincas fuera del agua, pasas a través de un aro, dejas que se suban en tu abdomen, que te toquen, que pongan tus pies en tu boca para empujarlos, que te tomes fotos con ellos como si fueras un fenómeno, si no haces todo eso y mucho más, no te darán de comer.

La comida que te dan, no se mueve, está muerta y su sabor es totalmente diferente. Y además de eso le ponen sustancias que tú no conoces y que llaman medicamentos, pues como estás en constante estrés físico y emocional tu sistema inmune, tus defensas, se han ido al suelo así que constantemente estás enfermo.

Las horas, los minutos, los segundos ahí te parecen eternos pues cuando no te explotan trabajando, no hay absolutamente nada que hacer, que explorar, que cazar, no hay absolutamente nada que te estimule. Y además tú, que eres un gran nadador, que solías nadar junto con tu familia hasta 150 km diarios a velocidades de hasta 40-50 km por hora, ahora estás encerrado en esa pequeña prisión en la que ya no puedes ni podrás nadar así nunca más. Ahora sólo te queda nadar miles de millones de veces en círculo en la prisión en la que estás.

De repente, te das cuenta que tus ojos te arden pues el agua en la que estás es totalmente diferente al agua en la que toda tu vida estuviste y esta agua, tiene químicos que lastiman tus ojos pero no hay nada que puedas hacer. El sonido de la música, de la bomba de agua y otros ruidos más están constantemente rebotando en las paredes del tanque en el que estás y esto te crea cada vez más y más desesperación. También te empieza a arder mucho la piel, tienes quemaduras de sol, y esto es porque tú pasabas el 80-90% del tiempo bajo el mar y a veces llegabas a grandes profundidades pero aquí, pasas el 80-90% en la superficie y no tienes ninguna forma para protegerte del sol durante todo el día, tu única protección es cuando cae la noche.

Estás sumamente deprimido, estresado, aburrido, te enfermas constantemente, tu cuerpo está muy deteriorado, extrañas a tu familia y te das cuenta de que no hay forma de escapar de ahí, de esa condena al sufrimiento que te impusieron, que tú no elegiste, tu solamente estabas nadando con tu familia como un día cualquiera hasta que fueron por ti y te atraparon. Por todo esto, decides quitarte la vida así que bajas al fondo del tanque sin la intención de volver a subir a tomar aire.  Sientes como poco a poco que todo va desapareciendo, que tu sufrimiento está a punto de terminar, hasta que de repente, los seres extraños te llevan a la superficie y hacen que respires.

Unos días después, los seres extraños toman una decisión: como no has sido un buen esclavo te trasladarán a otra prisión.

Y así, toda esta historia que te acabo de contar, se repetirá una y otra y otra vez, así que lo que te depara el futuro en esta nueva prisión: ya lo sabes.

La gran mayoría de los delfinarios utilizan el status legal de “instituciones científicas o educativas” para justificar sus prácticas de crueldad y explotación animal.

Cuando los delfines empezaron a ser comercializados para actuar en shows hace 80 años aproximadamente, la gente sabía muy poco sobre su comportamiento y sus características. Lo poco que los investigadores sabían de ellos era estudiándolos en cautiverio. A finales de los 60s empezaron los estudios de los delfines en su hábitat natural (y hasta hoy continúan estudiándolos) y se dieron cuenta que en cautiverio no pueden tener un desarrollo propio de su especie. Por esto, hoy en día, los biólogos marinos y científicos más reconocidos a nivel internacional en estudios de cetáceos dentados no apoyan ni justifican su cautiverio con fines de investigación científica.

Y yo como educadora marina, tampoco apoyo la justificación de “instituciones educativas” pues el comportamiento de los delfines en cautiverio no tienen NADA que ver con su comportamiento en libertad.

La solución es simple y está en tus manos: no asistas a estos lugares, pues sin demanda ya no habrá oferta.

Ahora que sabes todo esto ¿eligirás la libertad o eligirás el cautiverio?

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