Un estudio realizado por la organización ambientalista Greenpeace, titulado “Del tratado global de los océanos a la protección en el mar”, evidenció que la suma de diversos factores está causando una rápida degradación de los océanos y hace especial énfasis en la pesca industrial en aguas internacionales.
“Las prácticas destructivas en el mar amenazan el futuro de la salud de los océanos y, por extensión, la salud futura de todo nuestro planeta. Como muestra nuestro informe, las amenazas a la vida marina empeoran cada día”, dijo Chris Thorne, de la campaña Proteger los Océanos de Greenpeace.
Tomando como base los datos de Global Fishing Watch, el equipo de Greenpeace estimó que las horas de pesca en altamar aumentaron un 8,5% (662.483 horas) entre 2018 y 2022. Esto quiere decir que solo en 2022, los barcos de pesca industrial pasaron en total 8.487.894 horas capturando en aguas internacionales, en las que no existen controles aún.
Y si se mira el resultado del estudio en regiones marinas identificadas como áreas para la protección, la cifra resulta escandalosa: aumentó un 22,5% (541.607 horas) en solo 4 años.
La pesca industrial y sus “crueles prácticas”
Como “crueles” califica Greenpeace algunos métodos usados para la pesca industrial, especialmente el que se conoce como pesca de arrastre de profundidad. La organización ambientalista explica de una forma muy clara lo que ocurre cuando desde los grandes barcos se hace este tipo de pesca: “Vuelcan una bolsa de red al océano, de entre 60 y 100 metros de ancho y más de 200 de largo, o sea el tamaño de una cancha de fútbol, y la arrastran con cadenas por el fondo marino, como si fuese una excavadora de las que se usan en construcción o minería. De esta manera, arrasan con toda la flora y fauna que encuentran en su recorrido. Aunque la magnitud de estos impactos no son siempre los mismos, las zonas arrasadas tienen pocas posibilidades de recuperarse”, señala el informe.
Otro método que resuelta “cruel” el que se conoce como “palangres”, que son líneas de cable con anzuelos de hasta 4 mil metros de largo. Esta práctica supone siempre capturas accidentales de diferentes especies, entre ellas algunas aves en vía de extinción como el albatros, en peligro de extinción. Las aves se sienten atraídas por las carnadas que van enganchadas en los palangres y vuelan instintivamente hacia las líneas, donde quedan atrapadas en los anzuelos. Después el palangre las arrastras hasta el fondo del mar donde y mueren ahogadas.
Además de la pesca, el informe de Greenpeace concluye que “el calentamiento, unido a la acidificación y la desoxigenación, está cambiando la química de los océanos. Esto tiene repercusiones enormes y de gran alcance sobre los ecosistemas oceánicos y la biodiversidad, además de alterar el papel vital que desempeñan los océanos en la regulación de la temperatura y el clima del planeta”.