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La pesca es segura cuando hay agallona

Foto: Jose Soto
Foto: Jose Soto
“Llega la agallona y llega la producción pesquera”, afirma Ana Zita Pérez Serna, lideresa comunitaria miembro del Grupo Interinstitucional y Comunitario de Pesca Artesanal de la Costa Chocoana (GIC-PA), quien ha dedicado su vida a fortalecer las asociaciones de pescadores y la cadena productiva de pesca artesanal en el Pacífico chocoano, además de velar por la seguridad alimentaria de quienes desempeñan este oficio ancestral.

Su arribo marca un periodo de abundancia y alegría para los pescadores de Bahía Solano, Juradó, Nuquí y Bajo Baudó. Esta migración facilita la captura de especies codiciadas como el pargo, el bravo, el burique y el atún, que encuentran en la carduma de miles de agallonas una fuente de alimento.

Según Ana Zita, este fenómeno natural, que suele ocurrir en mayo aunque a veces se adelanta a abril, representa una época de intensa actividad para la comunidad pesquera, que se prepara para salir al mar con sus anzuelos y equipos, conscientes de que esta es su oportunidad anual de obtener grandes capturas. “La gallona es sinónimo de producción; el pescador sabe que cuando llega la gallona, tendrá una pesca segura”, asegura.

El impacto de la esta especie no solo transforma la actividad diaria de los pescadores, sino que transforma la dinámica económica en la comunidad. Incluso quienes no se dedican regularmente a la pesca aprovechan la temporada para lanzar sus anzuelos, con el objetivo de asegurarse un poco de pescado para consumo propio o para enviarlo a sus familias.

Foto: Asociación de pescadores Pez Onetti

Las mujeres, algunas de ellas pescadoras, también se benefician al vender los pargos y otras especies, muchas veces con la intención de apoyar a sus hijos en sus estudios. Sin embargo, este incremento en la actividad no está exento de desafíos. Uno de los principales problemas es la falta de rutas eficientes de transporte hacia los mercados del interior del país, lo que dificulta la comercialización de las capturas y encarece el producto final en lugares como Medellín o Bogotá.

Además, los pescadores artesanales se enfrentan a la competencia desleal de la pesca industrial, que no solo captura especies en masa, sino que también destruye ecosistemas marinos, arrasa con corales y contamina el agua con combustible. La pesca incidental, que ocurre cuando se capturan especies no deseadas, es un problema grave, ya que muchas de esas especies terminan desperdiciadas.

Foto: Asociación de pescadores Pez Onetti

Frente a esto, Ana Zita y el GIC-PA han trabajado arduamente para establecer una zona exclusiva de entre 5 y 7 millas para la pesca artesanal, con el fin de preservar la biodiversidad marina y garantizar la sostenibilidad de la actividad. “Es una lucha constante con las autoridades, pero estamos cada vez más cerca de lograr una resolución que proteja a los pescadores artesanales y al medio ambiente”, comenta Ana Zita.

La pesca responsable es una prioridad para la comunidad, que ha adoptado prácticas sostenibles como el uso de anzuelos en lugar de redes de malla, que dañan el ecosistema. A pesar de estos avances, aún hay retos por superar, como el control de la talla mínima de especies como el pargo platero, que actualmente no se respeta del todo. “Se está trabajando en cambiar la mentalidad sobre el pargo platero, porque aunque es muy codiciado, debemos permitir que se reproduzca”, explica Ana Zita. A través de charlas y proyectos de sensibilización, el GIC-PA ha logrado que cada vez más pescadores adopten prácticas responsables, pero aún queda camino por recorrer.

En cuanto a la infraestructura, Bahía Solano es la localidad mejor preparada, con una red de frío conformada por varias organizaciones que permiten mantener el pescado fresco y garantizar su comercialización. Sin embargo, en otras regiones como Nuquí y Juradó, la falta de infraestructura sigue siendo un obstáculo. La articulación con las autoridades y el acceso a subsidios de transporte son aspectos clave que el GIC-PA sigue impulsando para mejorar la cadena productiva y garantizar que la pesca artesanal siga siendo un medio de vida sostenible para las comunidades del Pacífico colombiano.

En conclusión, la llegada de la agallona no solo marca el comienzo de la temporada de mayor producción pesquera, sino que también genera un sentido de esperanza y oportunidad para las comunidades que dependen de este recurso. A través de la lucha por una pesca artesanal responsable y la búsqueda de mejores condiciones de comercialización, el GIC-PA trabaja incansablemente para asegurar que esta actividad continúe siendo un pilar económico y cultural en una de las regiones más biodiversas de Colombia.

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