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Dos vidas dedicadas a las ballenas

La International Whaling Commission (Comisión Ballenera Internacional), está conformada por 88 países, incluyendo a Colombia. En 1986 proclamó al 23 de julio como el Día Mundial Contra la Caza de Ballenas, hoy conocido como Día Mundial de las Ballenas y los Delfines. Esta es la historia de dos colombianos que han dedicado su vida a trabajar con ballenas.

Esteban Duque

Desde Pequeño fue amante de los animales, quería ser zoólogo y dos hechos relacionados con los sonidos de las ballenas marcaron su vida. “Cuando tenía 11 o 12 años escuché por primera vez la canción de una ballena. Se me erizó la piel, me puse a llorar, sentía un montón de cosas que no entendía y empecé a sentir una fascinación muy grande por las ballenas, se me volvió una obsesión”.

Foto: Esteban Duque

Años más tarde, Esteban empezó a padecer de un estrés demasiado alto. Buscó apoyo en la siquiatría y la sicología. Una especialista decidió hacerle mediciones con electrodos conectados en la cabeza y concluyó que para poder avanzar en alguna terapia era necesario bajar el nivel de estrés. Intentaron con aromaterapia, mantras, música de relajación, masajes… y nada parecía funcionar.

“Hasta que un día ella puso una canción de una ballena y para mí eso fue un cambio de vida completo. Me hizo pensar en el esquema de quien yo era y qué pensaba de la vida, las ballenas me ayudaron a transformar cosas profundas dentro de mí”, dice Esteban.

Foto: Esteban Duque

Actualmente es biólogo, apasionado por la fotografía de naturaleza y, ante todo, investigador. Sigue a las ballenas para estudiar en ellas asuntos como la acústica, la comunicación animal, la migración y muchas cosas más.

Desde hace años se dedica al turismo científico. Acompaña grupos de turistas sensibles por el tema de naturaleza y gracias a ello puede hacer hasta 200 salidas de avistamiento al año.

Eso le permite pasar mucho tiempo con las ballenas, que es lo que más le gusta, recopilar datos para sus investigaciones y, al mismo tiempo, hacer educación ambiental con quienes van a bordo.

Natalia Botero

Foto: Natalio Botero

Cuando empezó a estudiar biología, creía inclinarse por el área de la genética, sin embargo, desde el primer semestre cambió de idea. Vio en la universidad un afiche en el que invitaban a los alumnos a ingresar a un grupo de estudio de mamíferos acuáticos. Y ese fue el primer paso.

“Todo se concretó gracias a una pasantía de investigación que hice con el profesor Fernando Félix, en Salinas, Ecuador, trabajando con ballenas. En ese momento decidí que quería dedicar mi vida a esto”, explica Natalia.

Actualmente es la directora de la Fundación Macuáticos Colombia que desarrolla un programa de investigación y monitoreo de ballenas jorobadas en el Golfo de Tribugá. Su vida la dedica a conocer mejor esta especie a partir de la fotoidentificación, acústica, comunicación, comportamiento, genética, fisiología y distribución espacial. Para ello, la fundación ha implementado alianzas con diferentes universidades y organizaciones científicas del país y del exterior.

Foto: Natalia Botero

Panorama actual de las ballenas

En el siglo XX la relación de los seres humanos con las ballenas estuvo a punto de provocar la desaparición de esa especie. Esteban Duque considera que en los últimos años la situación ha venido mejorando.

Tenemos una historia muy macabra con las ballenas, las llevamos al borde de la extinción, pero ahora nos dedicamos a admirarlas en vez de matarlas y ese es un cambio muy importante, se ha avanzado mucho, pero todavía hay mucho por hacer”, dice Esteban.

Según dice, en Colombia este proceso empezó hace 20 o 30 años con el avistamiento de las yubartas. Tradicionalmente la gente del Pacífico le ha tenido miedo a los animales grandes del mar, la ballena para ellos era un monstruo, pero gracias al trabajo de personas como Liliam Flórez de la Fundación Yubarta y a los primeros empresarios turísticos que ofrecieron la opción de avistarlas, esos paradigmas empezaron a cambiar.

Natalia Botero agrega que lo que ha pasado con las ballenas jorobadas o yubartas, se considera como una historia de éxito en el mundo. Debido a la caza hubo un momento en el que solo quedaban unas 200 ballenas y según una medición de hace dos años, hoy existen, por lo menos, 11 mil animales, lo que da cuenta de una recuperación muy exitosa.

“Sin embargo, sobre esta especie todavía hay muchas amenazas: enmallamientos accidentales, estrés generado por el acoso de los avistamientos mal manejados, colisión con embarcaciones, contaminación acústica, contaminación por metales pesados y otros factores”, advierte Natalia.

Un paso muy importante en el trabajo de conservación ha sido que las comunidades costeras del Pacífico han entendido que las ballenas valen más vivas que muertas y que su migración cada año les genera oportunidades de bienestar por la llegada del turismo. 

Ahora, el reto es lograr que esas mismas poblaciones locales, los operadores que ofrecen las salidas de avistamiento y los propios turistas entiendan, o entendamos, que para que la experiencia sea sostenible hay que mantener la distancia de las embarcaciones, respetar la capacidad de carga para no saturar las zonas cercanas a los muelles y reducir el ruido y cualquier otro impacto que podamos generar sobre el ecosistema. 

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