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De zoológico a parque de la conservación

Fotos: Sandra de Bedout y Parque de la Conservación
Fotos: Sandra de Bedout y Parque de la Conservación
Lo que conocíamos como Zoológico Santa Fe, en Medellín, es ahora el Parque de la Conservación. Pero no se trata solo de un cambio de nombre, detrás de eso hay un plan de transformación que ya lleva tres años y medio.

A principios del año 2020 el tradicional zoológico de Medellín empezó un proceso de transformación y, cuando apenas empezaba, llegó la pandemia del covid-19 y con las medidas de aislamiento preventivo, no hubo visitantes por varios meses.

Eso, que en recaudo de taquilla generó afectaciones, tal vez fue positivo para planear lo que había que hacer y permitir avanzar en muchos frentes sin la presión de la operación diaria.

Un poco de historia

El Zoológico Santa Fe se inauguró el 11 de marzo de 1960 en lo que antes era una hacienda que pertenecía a Mercedes Sierra de Pérez, quien donó el lote a la Sociedad de Mejoras Públicas con el compromiso de que allí se hiciera un parque.

Esta entidad privada sin ánimo de lucro ha sido entonces, desde el inicio del proyecto, la responsable del manejo de lo que antes era un zoológico y ahora es parque.

Pero después de 60 años vino el momento de repensar su relación con la ciudad y la de las personas con los animales. A decir verdad, desde hacía varios años quienes trabajan en el parque sentían se necesitaba una renovación de forma y de fondo.

Nuevo concepto

En el Parque de la Conservación los animales no hacen las veces de estrellas de circo. El propósito, que es claro para el personal del parque, y cada vez más para los visitantes, es la gestión de la biodiversidad por medio de la educación y la apropiación social del conocimiento. Incluso, la modificación de los hábitats de los animales no solo se viene haciendo para que tengan más espacio, sino para que puedan vivir en condiciones más parecidas a las de sus espacios naturales.

Al momento de empezar a hacer la transformación, se esperaba una resistencia por parte del público, pero ha sido mucho menor de lo que se podría haber pensado. Algunas personas todavía le tiran comida a los animales o lanzan objetos para llamar su atención, pero en general, el comportamiento de las personas es respetuoso.

Al frente del Parque de la Conservación está el biólogo Jorge Aubad Echeverri, quien además tiene un doctorado en Cambio Global y Desarrollo Sostenible. Una de sus prioridades ha sido incentivar el conocimiento de la fauna silvestre nativa. “Me alegra ver que ya muchos niños no preguntan por el tigre de Asia sino por el jaguar, que hace parte de nuestras especies, o por el oso andino”, dice.

Una de las actividades prioritarias dentro de esta nueva concepción del Parque es, justamente, el trabajo de educación con niños y jóvenes y para ello se cuenta con el Club de Ciencia, un espacio de formación alternativa abierto para edades de 6 a 15 años. El Club trabaja con clases y talleres todos los sábados, además cada año hace el Simposio Descubriendo el Mundo por Ti Mismo y el Encuentro de Ciencias en el que presentan sus proyectos de investigación.

Por otra parte, La Casa de la Ciencia, que muchos identifican como la Casa Museo, es un espacio de cocreación, exposiciones y reflexión sobre la conservación y el respeto por las especies.

Y hace énfasis en que el Parque no compra animales, ni su objetivo es tener una exhibición. Lo que se busca es ofrecer un albergue a aquellos animales que necesitan la asistencia del ser humano porque tienen problemas de salud o comportamentales, o que por alguna razón ya no están en capacidad de vivir en su medio natural.

Lo animales del Parque

Inicialmente, el Parque de la Conservación acogió a todos los animales que tenía el Zoológico Santa Fe y, actualmente, solo recibe animales de las autoridades ambientales y las corporaciones autónomas regionales, que los entregan cuando son víctimas del tráfico ilegal de fauna.

Para su valoración y atención, el Parque cuenta con una clínica especializada en vida silvestre colombiana y un departamento de nutrición para atender aquellos individuos que lo necesiten. Allí se prestan todos los servicios veterinarios y si los animales se recuperan y se rehabilitan, pueden ser liberados. Sin embargo, en muchos casos no es posible porque tienen lesiones permanentes o porque después de mucho tiempo en contacto con los seres humanos, no son capaces de sobrevivir sin su acompañamiento.

Con respecto a las especies que no son propias de la región y que llegaron en otra época, el director del Parque explica que se tratan como animales geriátricos, de mucha edad, a los que se les cuidará mientras vivan pero que no serán reemplazados.

El nuevo concepto, enfocado en el desarrollo de proyectos de conservación, investigación y educación; no se limita al espacio del Parque en el sector de Guayabal. Ya se vienen adelantando acciones por fuera de las instalaciones y se trabaja en la búsqueda de otras áreas en convenio con otras entidades. Algunos avances se tienen para establecer espacios de conservación en Urabá y San Jerónimo, como complemento, pero no para trasladar la sede central que no se piensa trasladar de donde siempre ha existido.

El sostenimiento del Parque de la Conservación es costoso. La mayor fuente de recursos sigue siendo por concepto de taquilla, el último año, el Parque recibió 300 mil visitantes y se espera que la cifra puede llegar a 400 mil.

Pero ese rubro, que antes representaba el 95% de los ingresos, ahora es el 70%. El otro 30% se genera por medio de proyectos de conservación, investigación y educación, gracias a los convenios que se han gestionado con el Área Metropolitana, Comfama, Comfenalco y otras entidades.

Fotos: @sandradebedout

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