Claudia Suárez y Michel Redondo son esposos y les encanta viajar en barco. Entre sus aventuras se cuentan cinco días en velero desde Cartagena hasta el archipiélago de San Blas y dos noches en ferri desde Italia hasta Grecia, pero el viaje más largo y quizá el más intenso ha sido a bordo del Grande África, un barco mercante de 214 metros de eslora, 32.4 metros de manga y 14 pisos de altura perteneciente a la compañía italiana Grimaldi, la cual permite llevar pasajeros y sus vehículos viviendo una singular experiencia a bordo, muy distinta a los convencionales cruceros.
Compartiendo espacio con cerca de 500 contenedores, 28 tripulantes suecos y filipinos, y una decena de viajeros de diferentes nacionalidades, partieron de Le Havre (Francia) con rumbo a Buenos Aires (Argentina). Fueron 25 días en los que batallaron contra tempestades en el Canal de la Mancha, conocieron personas amables en los puertos de Dakar (Senegal) y Freetown (Sierra Leona), y hasta participaron en el divertido ritual de bautizo de quienes cruzan por primera vez la línea del Ecuador para evitar la ira del dios Neptuno.
Después de muchos aprendizajes sobre la vida marinera y de ser testigos de la importante labor del transporte de mercancías por el mundo, Claudia y Michel llegaron por fin a su destino, listos para empatar con otra aventura: rodar dos años en su furgoneta por toda América, pero esa ya es otra historia.
En esta loca travesía aprendí que los barcos nunca se apagan, que utilizan un combustible distinto en cada océano por las distintas reglamentaciones y que el agua que usamos es de mar, sometida a 100 grados para desalinizarla. Cada día en este barco fue un sorpresa, un aprendizaje, una apertura a un mundo paralelo y cada tripulante es una historia de vida.