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Turismo científico, una buena opción

Fotografía Esteban Duque
Es un círculo virtuoso. El turista vive una experiencia con un alto contenido de conocimiento y los científicos logran financiar, por lo menos en parte, sus proyectos de investigación. Es una tendencia que viene en crecimiento.

El término “turismo científico” todavía no es muy común pero el concepto es claro: los viajeros buscan conocer algún lugar con el acompañamiento de expertos que comparten un conocimiento mucho más profundo que lo que cualquier paquete turístico puede ofrecer; y los investigadores hacen viables sus visitas para recolectar información.

Además, en muchos casos, la presencia de científicos en los territorios ayuda a generar una conexión positiva con las comunidades locales.

Este modelo de turismo se aplica para hacer sostenibles algunos museos, para permitir la visita constante a lugares de importancia ecoturística o arqueológica, o para impulsar investigaciones que de otra forma podrían resultar difíciles de financiar.

Por ejemplo, las visitas a Malpelo, que permitieron darle a ese santuario de flora y fauna la dimensión que tiene hoy, se financiaron en parte con las excursiones de buzos que promovió Sandra Bessudo desde finales de la década de 1980.

Esteban Duque, biólogo y fotógrafo de naturaleza, hace excursiones guiadas para el avistamiento de ballenas y delfines. “Lo que más atrae a la gente es el conocimiento porque hace que el avistamiento tome una perspectiva diferente, muchas personas solo ven que la ballena salta, pero cuando uno aprende a ver lo que están haciendo lo valora más. Con nosotros además pueden escuchar a las ballenas a bordo, a los turistas les impacta escuchar sus canciones sin necesidad de meterse al agua porque con nuestros aparatos de investigación podemos oír a las ballenas dentro de la embarcación”, explica.

Para los viajeros, la excursión en compañía de biólogos de primer nivel adquiere una perspectiva científica que se convierte en una experiencia inolvidable, y para los investigadores, estas salidas son importantes porque les permite tomar datos a bordo para sus estudios. Viajes tipo expedición como estos también son comunes, por ejemplo, para identificar el comportamiento de las especies de Islas Galápagos, en Ecuador; o en el desierto de Atacama en Chile, para estudiar las estrellas.

En el Pacífico colombiano, entre julio y octubre con motivo de la temporada de ballenas yubarta, son muchas las salidas de avistamiento que se hacen cada día. En el caso de Esteban Duque se programan con máximo 12 personas. “Todo el dinero se invierte en investigación porque en todo momento se están recolectando datos y más o menos el 5% se destina a procesos y equipos necesarios para las investigaciones”.

En el turismo científico la comunidad local es importante. En muchas ocasiones los habitantes de la zona se vinculan mediante la toma de datos, la recolección de muestras cuando son necesarias y por supuesto, la atención a los turistas. “Con ellos hacemos procesos de capacitación y transferencia de conocimientos”, cuenta Esteban Duque, lo que redunda en un mayor compromiso de las personas del territorio con la conservación y cuidado de los entornos que se visitan.

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