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“Tenemos que mirar más al océano”, María Claudia Díazgranados

Sin lugar a dudas, la de María Claudia Díazgranados es una de las voces autorizadas para hablar sobre los océanos en Colombia. Ella considera que el mar representa una inmensa oportunidad pero que, para poder aprovecharla, es urgente que lo entendamos

Sin lugar a dudas, la de María Claudia Díazgranados es una de las voces más autorizadas para hablar sobre los océanos en Colombia. Ella considera que el mar representa una inmensa oportunidad pero que, para poder aprovecharla, es urgente que todos entendamos que casi la mitad del área del país es azul.

María Claudia Díazgranados es bogotana y pasó buena parte de su infancia y adolescencia en Buenos Aires, Argentina. No sabe exactamente cuándo nació su pasión por el mar, pero sí recuerda que cuando regresó al país, justo en edad de comenzar sus estudios universitarios, tenía la decisión incuestionable de estudiar biología marina.

 

“Nos fuimos pensando que nos íbamos a quedar 2 años y terminamos quedándonos 10. En Argentina iba con mi familia al mar, me gustaba mucho pasear en velero y desde esa época descubrí que ese era el espacio en el que me sentía libre y me sentía feliz. Así que siempre supe que quería estudiar algo relacionado con el mar.

 

Como su madre es italiana, buscó una opción de estudiar en Italia, pero no encontró algo que la hiciera sentir cómoda, así que viajó de nuevo a Colombia y comenzó a estudiar biología marina en la universidad Jorge Tadeo Lozano.

Luego obtuvo un magíster en Ecología de la Universidad de Aberdeen (Escocia), y una especialización en Bioacústica de Mamíferos.

 

Su primer trabajo relacionado con biología fue con la Fundación Omacha. Vivió en el Vichada 4 años y allí abrió el programa de la Orinoquía la Fundación, trabajando con delfines de río. Luego se vinculó con una compañía atunera. Vivía en Bogotá, pero viajaba frecuentemente a Barranquilla, a Cartagena y a Panamá. Ahí comenzó su trabajo con el océano. Actualmente está al frente del programa marino de Conservación Internacional en Colombia, donde lleva casi 15 años.

Mamá, buzo y expedicionaria

 

La relación de María Claudia con su hija Sofía ha estado marcada también por la vida acuática, desde el simbólico hecho de haber tenido un parto en el agua.

 

“Durante el embarazo yo nunca me dejé trabajar, hasta los 7 meses incluso manejaba lancha. Viajamos a Providencia cuando Sofía tenía 3 meses y al Orinoco a los 6 meses”, explica.

 

María Claudia la llevaba a todos lados. Cuando iba a dictar cursos a Europa, cuando visitaba las costas colombianas y desde niña, a bucear. “Su primer buceo lo hizo conmigo y me acompaña siempre a bucear. Sofía ya tiene 16 años, le encanta y quiere hacer algo relacionado con el océano”.

Entre los recuerdos más gratificantes de María Claudia es el de haber participado como expedicionaria de una investigación en la Antártida. “El trabajo que he hecho en los océanos me dio la oportunidad de ser parte de la primera expedición científica de Colombia en la Antártida y ser una de las ocho mujeres del mundo que fuimos en el barco a hacer un estudio sobre la migración de las ballenas yubartas”. Producto de ese viaje salió un estudio muy valioso para entender el comportamiento de estos animales, que luego complementó con otra investigación hecha en el Pacífico colombiano.

 

En los últimos años, María Claudia ha liderado procesos que resultan inspiradores porque han logrado conectarse con las comunidades locales y han hecho que los proyectos de conservación sean sostenibles en el tiempo.

 

“Creamos un mecanismo financiero para darle recursos económicos a tres áreas protegidas en Colombia para que puedan implementar sus planes de manejo a perpetuidad. Con esta figura hemos podido generar recursos para dos áreas en Bahía Málaga y una en el Golfo de Tribugá-Cabo Corrientes”, explica. En Colombia muchas veces se declaran áreas protegidas, pero solo funcionan en el papel porque, en la práctica, las corporaciones nunca tienen plata para cuidar el mangle y las poblaciones de peces o de ballenas”.

 

Por otra parte, María Claudia, lideró en el Golfo de Morrosquillo el primer proyecto de carbono azul certificado en el mundo. “Este es otro mecanismo financiero que permite que los procesos se puedan mantener en el largo plazo, a través de la comercialización de carbono azul. Allí se busca cuidar el bosque de manglar y preservar la biodiversidad que existe a su alrededor, donde habitan el manatí, el caimán aguja, la nutria y muchos animales más”.

 

El gran reto

Cuando se le pregunta por los desafíos que tiene el país en el cuidado de los océanos, María Claudia no usa términos técnicos ni entra en explicaciones científicas. “El principal reto es que los colombianos nos demos cuenta de que casi la mitad de nuestro país es azul, y eso debe partir de cosas tan simples como empezar a poner el mapa completo en los libros y en las presentaciones, porque a nosotros nos enseñaron la geografía con un mapa en el que solo se ve la porción continental”, dice.

 

El futuro del planeta, en buena medida, puede estar en los océanos. Y Colombia, por su ubicación, está llamada a explorar esa opción. María Claudia, quien ha estudiado el tema como pocos en el país, está convencida de que es hora de que los colombianos pongamos los ojos en el mar. “Tenemos un potencial increíble en el océano, y no solamente es la pesca, que es lo que piensan muchos. No hemos visto las oportunidades que tenemos en los océanos para generación de energía, de productos farmacéuticos, no hemos visto la riqueza que tenemos en las profundidades”.

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