Por: Natalia Botero Acosta, PhD. Fundación Macuáticos Colombia
¿Por qué saltan las jorobadas? Es tal vez uno de los interrogantes más constantes en las mentes de turistas e investigadores al ser testigo de las secuencias acrobáticas de las yubartas (Megaptera novaeangliae). El estatus de especie carismática y el gran interés del sector turístico se deben en, gran parte, a la gran diversidad de comportamientos activos en superficie (saltos hacia adelante y atrás, golpes de cola, golpes de aleta pectoral y coletazos).
Dichos comportamientos, ejecutados por animales de ambos sexos y de todas las clases de edad (adultos, juveniles y crías), han sido objeto de interés y estudio por parte del público en general y la comunidad científica, respectivamente, desde hace décadas. Si bien se ha reportado que la actividad en superficie tiende a ser más frecuente en las zonas de reproducción (como lo es el Pacífico colombiano), también se registran a lo largo de las rutas migratorias y en las áreas de alimentación (como la Península Antártica en el caso del stock G, la población que llega a nuestro Pacífico colombiano); lo cual es interesante si pretendemos precisar la función de este tipo de comportamientos.
Si bien hay numerosas hipótesis que pretenden explicar la ocurrencia y persistencia de los comportamientos activos en superficie, hay tres para las cuales la comunidad científica ha recaudado más evidencia: 1) Promueve el desarrollo muscular de los ballenatos; 2) Facilita la remoción de epibiontes (pequeños invertebrados que usan la piel de la ballena como sustrato) y 3) Proporciona un mecanismo de comunicación con animales dispersos en la zona y quienes percibirían el sonido asociado al contacto del animal activo con la superficie del agua hasta por varios kilómetros a la redonda. Luego de años de investigación y monitoreo, la literatura científica sugiere que muy probablemente la funcionalidad de la actividad en superficie corresponde a múltiples hipótesis, ya que ninguna de las explicaciones disponibles es satisfactoria por sí sola.
A pesar de la popularidad de los saltos, los golpes de apéndices corporales y los coletazos, algo que gran parte del público (e incluso algunos investigadores) desconoce es que estos despliegues energéticos constituyen una excelente alternativa de colecta de piel. Al volver al agua, las gigantes aladas (de hasta 40 toneladas de peso) golpean la superficie con increíble potencia, lo que causa que la capa más superficial de la piel se desprenda y flote por algunos instantes. La colecta de esta muestra de tejido, además de ser mucho menos invasiva que otros métodos de colecta como la biopsia remota, resulta ser de suficiente calidad para procedimientos de laboratorio que incluyen extracción de ADN, sexaje molecular, análisis toxicológicos (como la medición de concentraciones de metales pesados como el mercurio) y técnicas de isótopos estables que entre otros permiten investigar la dieta y posición trófica de una especie.
La jorobada es, sin lugar a dudas, la especie de ballena más estudiada a nivel mundial. Hay programas de investigación en localidades como Alaska, Golfo de Maine y Hawaii que llevan activos más de 40 años. Sin embargo, muchos aspectos de su historia de vida y comportamiento siguen siendo un misterio. Y tal vez eso las hace tan interesantes. Estudiar cetáceos implica monitorear animales que pasan más del 90% del tiempo bajo la superficie. Es un reto que parece inalcanzable y quizás en ello radique su atractivo.
