La privilegiada posición en la que se encuentra Cartagena de Indias en el Mar Caribe se ve reflejada en el importante papel que han jugado la bahía y su plaza para el territorio colombiano desde hace siglos. Desde las épocas de las comunidades prehispánicas, pasando por la llegada de los europeos, la colonización, la independencia y la contemporaneidad, esta región ha sido espectadora de una gran cantidad de hechos históricos que construyeron la relevancia que tiene la ciudad para el país y el continente. En Cartagena de Indias se relacionan diversos intereses comerciales, económicos, políticos y sociales en general. Por lo tanto, la ciudad no ha estado alejada de las batallas y guerras vinculadas con la humanidad desde sus orígenes. En este caso, la necesidad de controlar el Gran Caribe por parte de las potencias europeas durante la Colonia conllevó a que la ciudad tuviera un papel protagónico en la búsqueda del poder y control político del sur de este amplio mar.
Como resultado, desde la conformación de los primeros asentamientos españoles en la ciudad se empezaron a proponer ideas y soluciones para vigilar, controlar y salvaguardar la región en caso de un interés enemigo por conquistar la bahía. Esta área era muy particular ya que el transitar por sus territorios resultaba adverso por los manglares, las ciénagas, las colinas, los mosquitos y el calor que aún hoy caracterizan a Cartagena de Indias. Por su puesto, al ser un entorno costero, la navegación por la bahía externa, interna y mar abierto era clave para la movilización en toda la región. Desde un principio, la Corona Española vivió y entendió esto, lo que conllevó a idear y estructurar un sistema defensivo que tuviera la capacidad de controlar y vigilar el mar que rodea la ciudad.
Antes de construir con piedras coralinas las grandes fortalezas que se observan en la actualidad, la Corona Española edificó en el siglo XVI los primeros fuertes únicamente con troncos de madera resultando pequeñas infraestructuras artilladas concebidas como una incipiente pero necesaria línea de defensa en los inicios de la ciudad. Este es el caso del Fuerte Boquerón, en las cercanías del actual Fuerte San Sebastián de Pastelillo.
Luego se erigen las fortificaciones militares de la bahía de Cartagena de Indias. Un complejo sistema bien estructurado, estratégicamente posicionado, tácticamente utilizado y con varias décadas de existencia que garantizaron su continuo mejoramiento ante cualquier fallo que se evidenciara durante las batallas. Precisamente, las guerras contra los ingleses en 1586, los franceses en 1697 y nuevamente contra los británicos en 1741 (todas muy luchadas, pero con convenientes victorias para los españoles) fueron los escenarios bélicos que determinaron las fallas de este paisaje fortificado, y su mejora día tras día. Ciertamente, cuando se analiza arqueológica e históricamente este complejo sistema fortificado se puede observar el continuo ensayo y error en el momento de ubicar, construir y usar las construcciones militares.
Las murallas y las grandes fortificaciones que observamos en la actualidad no eran las únicas construcciones militares usadas por los españoles. Para los accesos, los fuertes y las baterías de la ciudad también fue clave construir escolleras, barreras submarinas que protegieran las infraestructuras de los desembarcos enemigos y las embestidas de los oleajes de la Bahía. Bajo el mar, en distintas áreas de la ciudad, reposan la escollera del Fuerte San José, la escollera de la Marina en las proximidades de la avenida Santander, la escollera de las fortificaciones de la Ciénaga de la Virgen, y la extensa escollera de Bocagrande.
En definitiva, el Paisaje Cultural Fortificado de Cartagena de Indias es el fiel reflejo de un claro y aún persistente vínculo pasado, presente y futuro entre el mar y los seres humanos. Una muestra material e inmaterial de cómo estas infraestructuras históricas expresan la forma en la que vivimos y habitamos en y con el mar; qué y cómo las construimos para convivir con él; y cuál es el camino por recorrer en adelante para no perder el vínculo con este espacio que nos ha permitido movilizarnos, conectarnos y subsistir desde hace siglos. Las fortificaciones, por lo tanto, construyen cotidianamente la forma en la que sentimos y nos apropiamos del mar. Protegerlas es una tarea fundamental en la continua tarea de construir un país marítimo.
Por: Carlos Del Cairo Hurtado y Jesús Alberto Aldana Mendoza; ONG Fundación Anfibia