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Hazaña a 300 metros

La primera vez que el Departamento de Buceo y Salvamento, e incluso la Armada de Colombia, realiza inspecciones a esta profundidad y utilizando un Vehículo Operado Remotamente (ROV).

Suboficial Primero

Jhon Jairo Valencia Valencia Piloto – Técnico de ROV

Zarpamos a las 7:00 de la mañana, el cielo era azul aquel 13 de junio de 2019 y la expectativa nos rondaba en la cabeza a todos los del equipo, pues la misión era una sola: llegar a 300 metros de profundidad.

Parecería una instrucción sencilla, pero realmente era la primera vez que se contemplaba para el Departamento de Buceo y Salvamento, e incluso para la Armada de Colombia, la idea de poder realizar inspecciones a esta profundidad y en especial utilizando un Vehículo Operado Remotamente (ROV).

El alistamiento del equipo y el entrenamiento del personal generaban en el mando la confianza para realizar esta operación; a bordo del ARC “Roncador” y durante la navegación, todos los del equipo empezábamos a organizar y a ubicar lo que sería nuestro centro de control operacional. Los roles y responsabilidades en el equipo de trabajo ya estaban designados: la señorita Teniente de Navío Laura Velásquez Guecha como Comandante de Grupo, el Suboficial Primero Jhon Jairo Valencia como Supervisor de ROV, el Suboficial Primero Samuel Arévalo Brito como Piloto – Técnico de ROV y el Suboficial Tercero Daniel Villamizar Mantilla como Técnico electrónico y Tender, todos con la tarea clara y el deseo de dar un parte exitoso.  

A las 11:00 de la mañana después de cuatro horas de navegación, el comandante del ARC “Roncador” nos informa que nos encontramos en “DP” (posición dinámica) sobre el punto indicado, un punto específico al sur de las Islas del Rosario entre el bajo Calamarí y el Bajo Barú, con coordenadas Lat. 10 09´ 19.654” N y Long. 076 01´05.811” W. Todos sabíamos qué hacer y qué verificar, trabajábamos como maquinaria recién ajustada. El ROV, el Winche, el umbilical de fibra óptica, el sistema de alimentación eléctrica, las cámaras, sensores y el sonar, uno a uno se fueron ajustando y configurando para la maniobra; a las 12:26 el ROV se lanzó al agua y el supervisor dio la voz de “ROV off deck”, voz que marcó el inicio de la maniobra de inmersión del equipo a los 300 metros de profundidad. Una vez el ROV se encontró a una distancia considerable y segura, se efectuó el lanzamiento de un peso de fondo que, colgado de una guaya, permitió el aseguramiento del umbilical para su control y seguridad con respecto a las propelas del ARC “Roncador” que permaneció siempre en posición dinámica.

El ROV y el peso iniciaron un descenso paralelo, cada diez metros se verificaban las profundidades del peso y del ROV; a medida que se descendía, a diferentes profundidades se realizaba un test de verificación de todos los sensores, los cuales trabajaban sin problema, pero no mostraban ningún contacto. Todo lo que se lograba ver en las cámaras y confirmar con los sensores era un gran vacío azul.

Pasando por 290 metros de profundidad, después de 51 minutos de haber iniciado el descenso y varias paradas de verificación de los sensores, el piloto de ROV le reporta al supervisor que el sonar mostraba imágenes del fondo. De repente, la cámara frontal mostró una gran cortina naranja, una cortina de fango que como humo se levantaba desde el lecho marino advirtiendo que el ROV estaba llegando al fondo, luego se escuchó la voz de confirmación del piloto “ROV en el fondo, profundidad 295 metros”.

Casi de inmediato, el centro de control se llenó de curiosos, el comandante del buque, su segundo comandante y otros tripulantes que estaban interesados en ver que había en esas profundidades. Cuando esa cortina se disipó, la sorpresa fue para todos. Literalmente parecía que hubiésemos llegado a la Luna, era otro mundo, un mundo de un sombrío gris lleno de cráteres de todos los tamaños, un terreno monocromático que levemente permitía distinguir una que otra figura a la distancia.

El sonar del ROV, que posee dos bandas de trabajo, una de alta frecuencia para búsqueda de hasta 10 m y una de baja frecuencia para búsquedas de hasta 100 m, se ajustó para corto alcance con el fin de poder detectar objetivos cercanos y realizar una verificación circular del terreno donde habíamos llegado. Después de una observación de 360 grados, se detectó un pequeño contacto que se movía irregularmente desde los 6 metros de distancia hacia nuestra posición, entonces se decidió acortarle su distancia acercándonos a él. Una vez en un punto que permitía la visual del área de interés, se evidenció no sólo un contacto, sino dos diferentes, el primero un cangrejo que nos observó muy curiosamente desde su madriguera y el segundo, que parecía ser un pequeño erizo de mar que se deslizaba muy lentamente por el lecho marino. Era bastante llamativa la forma en que este se desplazaba, sus pequeñas espigas alargadas se movían como hebras de cabello en el agua y una a una se iban incrustando en el fango mientras otras se levantaban. Parecía un movimiento cíclico circular suave, pero bastante visible. Nos quedamos observándolos por un buen rato mientras las luces de los celulares de aquellos curiosos cesaban su intermitente trabajo.  

La navegación con el ROV continuó por un lapso de 30 minutos, poco a poco, evidenciando la evolución del equipo y la seguridad perimétrica con los diferentes sensores, se logró alcanzar los 300 metros de profundidad. Durante la navegación contemplamos diferentes cráteres, más cangrejos y erizos, troncos de madera y diminuta vegetación que sobresalían del fango en forma de palmeras; cada minuto de inspección del ROV era un minuto de cosas nuevas.

A las 14:00, el supervisor de ROV da las instrucciones y se inicia el ascenso controlado a superficie, el peso de fondo se cobra con la guaya del pórtico lateral del ARC “Roncador” y con ello el umbilical del ROV; el piloto confirma el inicio del ascenso una vez que activa los propulsores verticales del equipo y da la voz de “ROV dejando fondo”. El ascenso duró aproximadamente 45 minutos, la comunicación entre el supervisor y la consola de operación del winche fue vital para que la recuperación del ROV fuera ágil y segura. Cuando el equipo alcanzó la superficie y quedó asegurado en la cubierta del ARC “Roncador” sin problema alguno, sabíamos que se había cumplido la misión. La alegría en el equipo no se dejó esperar, los resultados de la operación fueron mayores a los esperados, pues se confirmó la experiencia del grupo de trabajo en la operación del equipo ROV, se corroboró que el ROV es funcional para las profundidades establecidas según sus características técnicas, que los sensores instalados en el ROV trabajan de forma íntegra suministrando los datos esperados para la navegación del equipo y se afianzó la doctrina para el desarrollo de este tipo de operaciones.

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