Coquí es un corregimiento ubicado a 20 minutos de Nuquí, en lancha. Allí viven unas pocas familias, no más de las que ocupan un edificio de 30 apartamentos en cualquier capital. Su encanto, además de la exuberancia de la naturaleza, es la identidad de su cultura y especialmente de su gastronomía, que se ha convertido en el principal motivo de viaje para los cientos de turistas que están llegando cada año.
La historia del trabajo comunitario en la zona se remonta a 1974. Una mujer de la comunidad, Enny Contó, donó el terreno en el que comenzaron a desarrollar proyectos relacionados con la elaboración de comidas, en principio, dulces de coco.
En 2012 se creó el Festival Siembra Negro Pacífico, que ofrecía platos de la región. El Viceministerio patrocinó el evento y a la primera versión asistió Leonor Espinosa, una de las más reconocidas chefs colombianas. Y fue ella, justamente, quien le dio el mayor impulso a la cocina de Coquí, cuando, en 2017, ganó 100 mil euros para apoyar proyectos en los que la gastronomía pudiera ser un motor de desarrollo social y decidió destinarlos para el Centro Integral de Gastronomía de Coquí. Allí se cuenta actualmente con un restaurante, un invernadero con cultivos de diversos vegetales y una sala de producción de aceite de coco.
Según explica Laura Hernández, directora de Funleo, la Fundación de su madre, Leo Espinosa, el unirse con Chocó Emprende para crear Zotea Experiencia Culinaria, ha permitido tener en Coquí “un centro integral de gastronomía que busca reunir los saberes alrededor de la culinaria y de la cocina local; un lugar de intercambio de conocimientos, donde se pueda ver la gastronomía desde el punto de vista holístico”.
Fausto Moreno, de la Fundación Chocó Emprende, que participa en el proyecto, entiende que la relación ancestral de su comunidad negra, con el mar es el mayor activo para sus habitantes: “En Coquí tenemos la mejor gastronomía del Chocó, es una cosa increíble, nos hemos preparado para ser muy competitivos. El turismo llegó y tenemos que entender que ahora es una base de nuestra economía. Acá sabemos que la riqueza no está en un baúl, está en los ecosistemas, en el agua que es vida, en poder escuchar el mar, eso nos hace auténticos e independientes”.
Para Fausto, el éxito de la gastronomía de Coquí no tiene que ver solo con la preparación de alimentos. “El territorio es muy importante, desde lo medicinal, desde lo espiritual, lo hemos venido entendiendo, no queremos que esa sabiduría se pierda. Por eso estamos haciendo escuelas en las que los adultos le están enseñando a los niños esa cosmovisión que tenemos desde los ancestros, la pesca desde lo más básico. Cuando yo nací, la partera lo primero que hizo fue cortar mi ombligo y enterrarlo aquí en Coquí, desde ese momento estoy unido con la tierra, cuando me ombligan con la tierra, esos lazos están allí, somo agua, somos mar”.
Todo el año Coquí recibe turistas atraídos por su cocina del Pacífico, y en mayor número entre junio y octubre durante la temporada de avistamiento de ballenas. Los visitantes pueden tomar un curso de cocina del Pacífico de 2 ó 4 horas, visitar el manglar, el Museo del Saber, comprar aceite de coco para llevar y por supuesto, almorzar. Allí puede pedir el pescado de temporada, la famosa piangua que es un molusco que habita en la zona, la papachina y el arroz en sus múltiples presentaciones: de coco, de jengibre, de aceite con fideítos, el “arroz clavado” que se hace con queso o el “arroz arrecho” que lleva una altísima cantidad de mariscos.