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El man de los bichos

Fotos: Mauricio Ballesteros, @elnarradordefotos
Fotos: Mauricio Ballesteros, @elnarradordefotos
Desde niño sintió una inmensa fascinación por los insectos y animales pequeños, por eso cuando se encontró por casualidad con los lentes y las cámaras, se apasionó por los macros. Se llama Mauricio Ballesteros y asegura que la montaña y la fotografía le cambiaron la vida.

Trabajaba en las tiendas Juan Valdez, como administrador y hacía parte de una banda de metal. Nunca había tenido acercamientos con el mundo de la fotografía.

Su novia fue quien primero exploró el trabajo de las imágenes. “Ella entró a un diplomado de fotografía en Bogotá y no tenía cámara. Yo la vi súper engomada, ahorré y le regalé una Nikon 5.100”, recuerda Mauricio. “Cuando yo veía esas fotos tan tremendas que hacían, yo pensaba: uy, ¿cómo así que eso se puede hacer?, entonces comencé a engomarme”.

Desde ese momento, el gusto por la fotografía nunca se fue de la vida de Mauricio y su novia, pero aún estaba muy lejos de convertirse en una posibilidad de desarrollo profesional para ellos.

“La fotografía llegó en un momento especial en mi vida, por esos días falleció mi mamá, dejé el trabajo y volvimos a mi pueblo, Garagoa, en Boyacá”, recuerda.

Un cambio de estilo de vida

Mauricio llegó a atender negocios de su familia, actualmente tienen un hotel, y como hobby, empezó a dedicarle cada vez más tiempo a pasear con su cámara por los sitios que había recorrido mil veces en la niñez.

“La fotografía me incentivó a salir a la montaña y a buscar bichitos, a mí siempre me han gustado los insectos. Volví a esos ámbitos naturales, pero con una cámara en mano, ya no para capturarlos sino para fotografiarlos”.

La rutina del pueblo era distinta, tenía más tiempo y encontraba fácilmente, junto con su novia, lugares y amistades que hoy no frecuentan: “Yo soy baterista y guitarrista, tenía una banda de metal y los días de descanso para nosotros se limitaban a tocar, emborracharnos y consumir droga; tenía problemas fuertes de adicción, alcoholismo principalmente”.

Ahora lo recuerda tranquilo, lo cuenta con naturalidad. “La fotografía nos cambió la vida, fue como un salvavidas en un momento tan crucial, fue la fotografía la que comenzó a quitarle tiempo a esas otras cosas”.

Hasta ese momento, salir a hacer fotos era un plan de descanso, algo que parecía tan normal que para Mauricio y su novia no dejaba de ser simplemente una actividad para entretener ratos libres. Pero un día lo hicieron consciente, Mauricio recuerda el momento exacto en el que entendió que la vida les había cambiado.

“Una vez estábamos en una quebrada en Santa María, en Boyacá, teníamos el agua casi al cuello tratando de hacer unas fotos a una ranita de cristal en medio de la quebrada. Cuando hicimos las fotos salimos a la orilla y empezamos a verlas emocionados, empapados pero muy contentos, y ahí le dije a Angee: ¿recuerdas qué hacíamos un sábado en la noche hace un año? Estábamos borrachos, trabados… y mira ahora. La fotografía nos cambió la vida”.

Por el amor que traía desde siempre por los insectos, Mauricio empezó haciendo fotografía macro sin tener los lentes especiales para ello. “Yo empecé haciendo macro ‘a la barata’, con lente invertido y tubos de extensión, luego, tiempo después, pude comprarme mi lente macro. El trabajo de macro no va muy ligado a tu presupuesto, con el kit de iniciación, un lente 18-55 y un anillo inversor que vale 25 o 30 mil pesos, puedes dedicarte a esta técnica”, explica.

Actualmente, Mauricio y su novia realizan producciones de fotografía y video para grandes empresas, dictan talleres, participan en eventos y concursos, y aún consideran que la fotografía es su hobby, aunque ahora es su principal fuente de ingresos.

“La cámara fue solo la herramienta que nos llevó al cambio, porque lo que realmente fomentó un cambio en nosotros fue la montaña, el agua, la naturaleza, sus animales, sus seres vivos. Gracias a ella, sanamos. Y eso es lo que más le agradezco a la fotografía”.

Nuevos propósitos

Ahora, Mauricio y su novia se dedican a hacer salidas de campo, visitan zonas rurales y tratan de enseñar a los habitantes del campo el respeto hacia la microfauna, “para compensar todo el estrés que le producimos a la montaña cuando entramos a sus senderos”.

“Hay que hacer un trabajo en los territorios, especialmente con los niños que son quienes conviven con estas especies. Al campesinado lo admiro mucho, me mueve muchas fibras, pero también tengo sentimientos encontrados porque por medio del mismo campesino viene mucho atropello hacia la fauna, la vida de una gallina vale más que la del águila, a la zarigüeya la matan porque se les lleva un pollito…”, dice Mauricio.

Otra reflexión interesante tiene que ver con el trabajo de las universidades. Dice que cada semestre llegan a ciertas zonas los grupos de estudiantes de biología y hacen trabajo de colecta en campo, lo que hace que ya se están viendo diezmadas las poblaciones de algunas especies. “Ahora también hacemos talleres para fotografiarlos, con la idea de que no vengan a llenar una tabla de taxidermia, sino que hagan fotografía macro, donde se puede incluso ver mejor la composición taxonómica de los animalitos”.

Para mediados de este 2023 Mauricio espera poder cumplir otro de sus sueños, el de poner a andar por los caminos veredales una camioneta clásica modelo 1968 que viene adaptando para que tenga la posibilidad de servir como una especie de carro-casa y que permita trasladar un proyector para llevar fotografía y cine a las escuelas rurales.

Debido a su gusto por fotografiar microfauna, ranas y grillos, a Mauricio lo conocen como “El man de los bichos”. Y ese es uno de sus grandes orgullos, pues piensa que es un reconocimiento al trabajo que hace por llevar un mensaje de respeto a la naturaleza. “Ya estuvo buenos de esos fotógrafos súper profesionales, lo que necesitamos es gente que aporte algo al planeta, socialmente y medioambientalmente”.

Permanentemente reitera su gratitud con todas las personas y entidades que han hecho parte de su proceso, como Nikon, firma de la cual es embajador. “Y agradezco a empresas como la Agenda del Mar porque ha sido una ventana increíble, yo coleccionaba los álbumes de Chocolatinas Jet, pero nunca pensé que iba a tener fotografías mías publicadas ahí”.

Sin embargo, más allá de los muchos premios que ha ganado, incluyendo dos que obtuvo en el Concurso de Fotografía de la Agenda del Mar 2022, sus mayores alegrías se las siguen produciendo los mensajes espontáneos de la gente del campo: “Recuerdo cuando alguien se me acercó y me dijo: tengo una hija que te sigue y no me deja matar un bicho en la casa o una vez que un niño salvó a un bichito en clase porque una profe lo iba a matar y él le dijo que alguna vez yo le había enseñado que eso no se debe hacer; esos son los que yo considero mis grandes logros”.

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