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Contaminación de nuestros mares

El océano se ha convertido en un vertedero de desechos humanos. Los niveles de toxicicidad de sus aguas ponen en riesgo la superviviencia de la vida marina y humana. Modificar el uso de agentes contaminantes es nuestra única salida para preservar los recu
Por: Luisa Fernanda Espinosa Díaz Coordinadora del Programa de Investigación en Calidad Ambiental Marina Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras, Invemar

La contaminación marina es un problema global que se produce cuando ingresan productos químicos, partículas, desechos sólidos, plásticos, desechos industriales, agrícolas y residenciales, ruido excesivo o la propagación de organismos invasores que generan efectos dañinos o potencialmente dañinos (Gesamp, 1991), impactando los bienes y servicios que el mar aporta, como la calidad de las pesquerías y de los ambientes prístinos que tienen alto valor para el sector turismo (Diez et al., 2019).

El océano cubre el 71% de la superficie de la tierra y contiene el 97% del agua de la tierra (Libes, 1992). Por su magnitud, se cree que el océano tiene una capacidad de dilución infinita y que por lo tanto puede servir como un gigantesco vertedero de todos los desechos que el hombre produce. Sin embargo, hoy se sabe que esto no es cierto ya que los desechos no se diluyen, ni se dispersan instantáneamente sino que pueden permanecer por mucho tiempo en el medio, causando grandes problemas ambientales.

Además, la contaminación marina puede afectar la salud humana, debido a que las personas pueden tener contacto directo con contaminantes o consumir organismos marinos contaminados con metales pesados, contaminantes orgánicos persistentes, otros tóxicos que se acumulan en las cadenas tróficas o microorganismos provenientes de aguas residuales (Diez et al., 2019).

Si bien para Colombia los océanos, mares y costas representan parte importante del capital natural y productivo, por su biodiversidad y servicios ecosistémicos que representan un factor clave para su desarrollo económico, el costo ambiental ha sido alto, las dinámicas del crecimiento han llevado a que las actividades productivas y la extracción de los elementos naturales causen contaminación (MinAmbiente, 2014).

Como una estrategia para hacer el seguimiento a la contaminación de las aguas en la zonas costeras del país, desde el año 2001 funciona el Programa Nacional de Monitoreo “Red de vigilancia para la Conservación y Protección de la calidad de las aguas marinas y costeras de Colombia – Redcam”, actividad interinstitucional coordinada por el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar), con la participación de las Corporaciones Autónomas Regionales y de Desarrollo Sostenible con jurisdicción costera e insular y apoyada por MinAmbiente que produce información sobre la calidad de las aguas marinas y costeras de Colombia, con la cual se elaboran los diagnósticos anuales de calidad ambiental marina que pueden consultar en el enlace http://www.invemar.org.co/documents/10182/14479/INFORME+REDCAM+2001.pdf.

En el marco de la Redcam, se ha identificado que la contaminación marina es ocasionada por la disposición inadecuada de residuos líquidos y sólidos procedentes de actividades socioeconómicas, como la agricultura, minería, turismo, entre otras, desarrolladas por las poblaciones costeras y del interior del país, debido a las precarias condiciones de saneamiento básico y deficientes sistemas de tratamiento (Invemar, 2020), lo cual sumado a los tensores naturales, como la variabilidad climática, los cambios en la intensidad de los vientos en cada ciclo anual y el desplazamiento de las zonas de Convergencia Intertropical (Ricaurte-Villota y Bastidas-Salamanca 2017), y los eventos accidentales como por ejemplo derrames de hidrocarburos (Invemar, Univalle, Corponariño, 2017), afectan el medio marino con significativas implicaciones a nivel ecológico, socioeconómico y de salubridad.

Los resultados de la Redcam en el periodo 2001 a 2019 mostraron que las variables fisicoquímicas y los contaminantes químicos y microbiológicas, en algunas zonas y épocas, han alcanzado valores que superan los criterios de calidad y las referencias nacionales e internacionales (Invemar, 2019).

Los aportes de nutrientes inorgánicos disueltos en concentraciones elevadas, a través de las descargas de aguas residuales y la escorrentía de las zonas agrícolas, generan eutrofización y sobre-crecimientos algales (Escobar, 2002) que son la causa de la desoxigenación del agua y en consecuencia la mortandad de organismos (Rabalais et al., 2009). En Colombia el mar recibe cerca del 50 % del total de nutrientes generados y no tratados en términos de nitrógeno y fósforo, lo cual está asociado al acelerado proceso de crecimiento poblacional de los últimos 30 años y al desarrollo de sus actividades; condición que se ve reflejada en altas concentraciones de nitratos, nitritos, amonio y ortofosfatos, disueltos en las aguas costeras del país (Invemar, 2020b) que en muchas zonas costeras superan el criterio de calidad de agua marina para preservación de la vida acuática (Asean, 2008).

Las aguas residuales, además de nutrientes descargan microorganismos que pueden representar un riesgo para la salud humana por exposición en aguas recreativas y arenas de playa (Departamento de Salud Ambiental, 2017). En Colombia los indicadores de calidad microbiológica más utilizados y que están en la normatividad nacional vigente son Coliformes Totales (CTT) y Coliformes Termotolerantes (CTE), aunque su presencia en el ambiente no necesariamente cause enfermedades (Haller et al., 2009). Los registros Redcam muestran que, en el 55 % de las mediciones los CTE han sobrepasado el valor permisible para uso recreativo de contacto primario (<200 NPM/100 mL; MinAmbiente, 2015), lo cual indica condiciones inadecuadas -no aptas para este uso. Las mayores concentraciones de CTE se registraron en estaciones cercanas a desembocaduras de ríos, caños y a descargas permanentes de aguas residuales domésticas principalmente en los departamentos de Antioquia, Bolívar, Magdalena, Atlántico, Cauca, Valle del Cauca y Chocó (Invemar, 2020b).

Los hidrocarburos del petróleo, ingresan al ambiente por derrames que tiene consecuencias inmediatas como mortandades masivas de aves, peces, mamíferos e invertebrados marinos, y pérdida de hábitat o refugio de especies de importancia ecológica; y consecuencias a largo plazo (ITOPF, 2011). Las registros REDCAM de hidrocarburos del petróleo disueltos y dispersos- HPDD en aguas marinas y costeras muestran que el 97 % de los datos no superan el valor de referencia (10 µg/L) para aguas contaminadas propuesto por la Unesco (1984), indicando que en general las concentraciones de hidrocarburos que están llegando al mar son bajas (Invemar, 2020b); aunque en algunos departamentos se han presentado valores altos que corresponden a residuos de crudo, combustibles u otros derivados que llegan a las aguas marinas y costeras por actividades portuarias, transporte de petróleo, transporte marítimo y de pasajeros (Invemar, 2020a), o por emergencias ambientales como derrames de hidrocarburos producto de accidentes, como los ocurridos en el Magdalena en 2013 por derrame de Nafta, en 2015 por el hundimiento de una embarcación en la marina internacional; y en la Bahía de Cartagena por derrames de combustibles en 2011 y 2012; o por atentados como en el Oleoducto Trasandino-OTA entre 2015 y 2016 y el Oleoducto Caño-Limón Coveñas en 2017.

Los plaguicidas son compuestos usados en la agricultura para prevenir, mitigar o controlar alguna plaga de origen animal o vegetal. Plaguicidas como los organoclorados han sido identificados como un peligro a largo plazo para el medio ambiente y están prohibidos o rigurosamente restringidos en los países y por convenios internacionales (Bonilla et al., 2000). Los registros de la Redcam han mostrado que en el 83 % de las mediciones en aguas y en el 99 % en sedimentos superficiales, los residuos de plaguicidas organoclorados y organofosforados, los piretroides y el Uracil fueron no cuantificables con las técnicas analíticas del laboratorio de Invemar. De los registros cuantificables, se detectaron residuos de Uracil, Metil Paration (hasta el 2010), Clorpirifos y algunos plaguicidas organoclorados, estos últimos, principalmente en Magdalena, Córdoba, Atlántico y La Guajira (Invemar, 2020b). Teniendo en cuenta que en Colombia el uso y venta de algunos plaguicidas organoclorados se encuentran regulados (Resolución 447; Min Agricultura, 2005), su presencia en el ambiente indica que se siguen usando para control de plagas y enfermedades, principalmente en frutales (Menzies et al., 2013), hortalizas, papa, fríjol, pastos, plantaciones forestales, manejo de ganados y vectores; y por otra parte, debido a su alta persistencia en el ambiente pueden llegar a través de escorrentía o filtración de lixiviados de antiguos derrames y enterramientos.

Los metales pesados son elementos químicos que naturalmente están en la corteza terrestre, los cuales son liberados por eventos naturales como fuego, vulcanismo y ventoleras hidrotermales; y por actividades humanas como la metalurgia, la producción de cemento, el consumo de combustibles fósiles y el uso de metales y componentes metálicos. En concentraciones altas, los metales pesados son tóxicos para los organismos y generalmente tienen efectos de contaminación aguda, pero su acumulación puede causar efectos crónicos tales como anomalías en el crecimiento, incluyendo el cáncer. El monitoreo Redcam de mercurio, plomo, cadmio y cromo en sedimento inició en 2004 (Invemar, 2020b). Las mayores concentraciones de mercurio se han registrado en el Valle del Cauca, Bolívar, Magdalena y Atlántico, superando en algún momento el valor de referencia para efectos probables en la biota (TEL, 130 ng/g), propuesto por la NOAA (Buchman, 2008). Durante el 2014, 2017 y 2018 el plomo total en sedimentos marinos superó el valor TEL (30,24 µg/g); las mayores concentraciones se registraron en Atlántico, Magdalena, Cauca, Sucre y Valle del Cauca. Entre el 2014 y 2018, el cadmio en algunas estaciones de Atlántico, Magdalena y Valle del Cauca, superó el valor TEL (0,68 µg/g). Finalmente, las mayores concentraciones de cromo se registraron en Choco, Valle del Cauca y Nariño, las cuales superaron el valor TEL (52,3 µg/g).

En Colombia los avances en el conocimiento de la contaminación por basura marina, en particular por plásticos y microplásticos, y los impactos que genera esta contaminación, son incipientes. En 2017, se desarrolló el primer Diagnóstico Nacional de Residuos Microplásticos en las Zonas Marinas, a partir de la medición de microplásticos en muestras de agua y arena de 38 playas priorizadas de siete departamentos costeros (San Andrés, Magdalena, Bolívar, Antioquia, Chocó, Valle del Cauca y Nariño), y del tracto digestivo de peces pelágicos capturados en la isla de San Andrés, y en las bahías de Buenaventura y Santa Marta. Este diagnóstico evidenció los niveles de contaminación por basura marina y su inadecuada disposición en los municipios costeros. En todas las playas analizadas se identificaron artículos plásticos de consumo, de infraestructura y en su mayoría artículos de un solo uso que demuestran la relación con las actividades de turismo, pesca, navegación y de la población local. En todas las playas se comprobó contaminación por microplásticos en aguas y sedimentos, sin embargo, en el Caribe la contaminación fue mayor que en el Pacífico. Los microplásticos más comunes fueron de tipo fragmento y filamento que son de origen secundario, es decir, provienen de la fragmentación de plásticos de mayor tamaño (Invemar-MADS, 2017).

Las condiciones descritas ponen en evidencia que se requiere aumentar las capacidades del país para reducir las descargas de contaminantes al mar, mejorar la capacidad de las autoridades ambientales para hacer seguimiento y control, e involucrar a la población en general para que tomen conciencia de los impactos que la contaminación está generando al océano y costas de Colombia, y modifiquen su comportamiento.

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