Por: Fernando Trujillo, director científico de la Fundación Omacha*
Los lagos de Tarapoto constituyen un complejo de humedales de cerca de 17 cuerpos de agua en el Trapecio Amazónico en Colombia. Hacen parte del Resguardo indígena Ticoya y el municipio de Puerto Nariño. Este resguardo está compuesto principalmente por tres etnias: los Tikuna, los Yaguas y los Cocamas que han identificado los lagos como una de las áreas estratégicas para conservar.
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En estos lagos convive una gran diversidad de especies como delfines de río, manatíes, nutrias, caimanes negros, el pirarucú y muchas especies de peces. A pesar de ser tan importante esta zona, experimentó por muchos años una presión de pesca muy fuerte que llevó a la reducción considerable de las poblaciones de peces. Ante esta situación el Resguardo solicitó a la Fundación Omacha apoyo para concertar e implementar unas reglas de uso de los lagos. Este proceso inicialmente duró tres años, tiempo durante el cual se hicieron múltiples talleres con más de 150 pescadores de los lagos, dando como resultado una propuesta de acuerdos de pesca.
Estos acuerdos tuvieron que ser socializados en más de 20 comunidades del Resguardo y finalmente presentados en un congreso Wone que es la máxima instancia de toma de decisiones del Resguardo. Allí estas reglas fueron aprobadas para dar inicio a la implementación de los acuerdos de pesca. Se reglamentó el uso de mallas y atarrayas dentro de los lagos, se estableció la veda completa de pesca por 10 años para especies como el pirarucú (Arapaima gigas), la arawana plateada (Osteoglossum bicirrhosum) y la Gambitana (Colossoma macropomum) y se establecieron tallas de captura de acuerdo a la legislación nacional.
Este tipo de iniciativas genera que las comunidades se responsabilicen del manejo de sus recursos, en áreas donde la presencia de las instituciones del Gobierno no es tan fuerte ni permanente, y ha sido la respuesta en varios sitios de la Amazonia en Brasil y Perú.
Vigías de los lagos
Después de haber validado los acuerdos, se creó un grupo de vigías de los lagos encargados de velar por el cumplimiento de estas reglas. Para esto se hizo una convocatoria de pescadores y se seleccionaron inicialmente 36 que fueron capacitados en los acuerdos y en toma de información pesquera. El trabajo de los vigías se centró en una balsa localizada a la entrada de los lagos, y donde todos los pescadores que ingresan o salen deben detenerse. Los vigías hacen turnos de dos días y se rotan continuamente. Como compensación se les proporciona un pequeño incentivo económico y víveres para su alimentación en la balsa durante los turnos.
El trabajo no ha sido sencillo ya que con frecuencia entran pescadores que vienen de otros sitios y no conocen los acuerdos, por lo que se debe hacer un proceso de socialización permanente. Igualmente los recursos económicos para los incentivos a veces son intermitentes, pero después de cuatro años de monitoreo, los resultados comienzan a verse, y los pescadores reconocen que los lagos se están recuperando al igual que las poblaciones de peces.
De manera complementaria se ha trabajado en procesos de conservación del bosque inundado con la iniciativa de siembra de árboles para enriquecer los pepeaderos. Estos sitios son el equivalente a un supermercado de peces en la selva, ya que la mayoría de los peces se alimentan de semillas específicas, de tal forma que cuando un pescador quiere capturar por ejemplo una gambitana, busca en la selva inundada el árbol del que se alimenta.
Los acuerdos están garantizando la seguridad alimentaria de miles de indígenas en esta zona, y a su vez la conservación de otras especies como los delfines, que encuentran en Tarapoto las mejores áreas de guardería para sus crías. Los resultados han sido tan positivos, que actualmente la Autoridad pesquera (Aunap) está en proceso de valar los acuerdos indígenas a través de una resolución.
Los acuerdos le han aportado a los recursos naturales porque se están recuperando, a la cultura porque se están implementando elementos de pesca tradicional como la flecha y la vara, y a lo social porque se está educando y sensibilizando sobre nuestra identidad cultural: Lilia Java, líder comunitaria.
*Artículo publicado en versión resumida en la Agenda del Mar 2017