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Malpelo a fondo

He ido dos veces a bucear en Malpelo y cada viaje ha tenido su magia. Recientemente acompañé una salida de Travel and Diving, 10 días a casi 500 kilómetros de tierra firme. Les comparto los pensamientos que se me cruzaron y las sensaciones que tuve a bordo del Ferox.

Por María José Ospina Restrepo, Directora de la Agenda del Mar

¿Qué es Malpelo? A las palabras les damos un significado por lo que sentimos, a veces desde el alma, otras veces, por alguna referencia que nos viene de otros y lo asumimos como nuestro. Malpelo para unos puede no significar mucho, para otros es un lugar perdido en el mapa y para mí, Malpelo significa el océano en su más profunda expresión.

Esta roca, emergida de una dorsal oceánica, es el motivo de nuevas aventuras para muchos de nosotros, de historias que se entrelazan bajo el agua y que generan lazos muy fuertes entre los buzos, los biólogos y los investigadores, que tenemos el privilegio de visitarlo. Es un lugar inhóspito lleno de vida bajo el agua, vulnerable e imponente.

Para Gloria Giraldo, de Travel and Diving es el mejor sitio de buceo en el mundo. Lo describe como el lugar “top, top, requetetop para bucear”. “Es un lugar que tengo clavado en mi corazón, todos los sitios de buceo en Malpelo son mágicos, cada inmersión es diferente, Malpelo tiene una magia que no la iguala ningún otro lugar”.

El viaje empieza con el ritual de empacar la maleta. No es igual que para cualquier otro viaje, hay que revisar muy bien la lista de las cosas que se puedan necesitar para que no falte nada. En medio del océano, a 273 millas náuticas de Buenaventura, una travesía que puede tardar más de 30 horas, no habrá un Rappi que te lo pueda llevar.

Para mí, este es el tipo de salidas que me gustan, un viaje de buceo con personas que no conozco es una gran oportunidad de establecer nuevos lazos y fortalecer los que ya existen con viejos amigos del mar.

Llegamos a Buenaventura. Entro al muelle y, en medio de las voces estridentes de los vendedores, camino entre mesas en las que venden chontaduro, viches, tumbacatres y un montón de cosas más. Nos recoge un zodiac y nos lleva al Ferox, el barco está fondeado en la Bahía.

Después de 22 horas de navegación, veo que se asoma una luna roja, naranja, cobriza, que hace que valga la pena quedarse en la cubierta después de la comida. La luna aparece y desaparece en un cielo en medio de las nubes. Navegamos, pasan las horas y sé que estamos cerca de llegar a Malpelo. El tiempo corre distinto en medio del océano. Me asomo por mi escotilla y la veo, imponente, la roca. Me embarga una emoción enorme, siento que su energía llega hasta mi almohada. Llevo horas inquieta, el barco se ha movido de un lado a otro y me cabeza solo piensa en que mis oídos me dejen bucear al otro día.

Desayunamos, se organizaron los grupos de buceo y el mío lo lidera Jaime, uno de los guías más veteranos y especiales de Malpelo. El primer buceo de ambientación es en el arrecife. La temperatura del agua está perfecta. Mi traje Mares de 5 mm me encanta, trato de adaptarme a todo lo que llevo en este buceo: boya, guantes, Mcmurdo, cuchillo, estrobo… Todo me cuelga, parezco un árbol de navidad, es una sensación que no tenía hace rato porque mis últimos buceos han sido de los fáciles. Casi no igualo, cuando lo logro siento una gran alegría, unas ganas enormes de mar, de aire comprimido, de ingravidez, de Pacífico.

El primer tiburón que nos saluda es un martillo, después aparecen los galápagos y una nube de peces ángel rey. Se estremece cada fibra de mi cuerpo, abrazo a José mi tocayo y empiezo a llorar. No son unas pocas lágrimas, realmente estoy llorando de la emoción, siento una enorme gratitud con la vida, con el océano, con las oportunidades que nos llegan. Por fin me conecto con las burbujas, logro acompasar mi respiración con el mar y empiezo a disfrutar cada instante… son 50 minutos bajo el mar, en una conexión profunda conmigo y con el océano.

Fotos: José María Chamorro y Maria José Ospina.

Al tercer buceo decidí que era mejor quedarme en el barco porque no me fue posible igualar la presión en mis oídos. Como dice uno de mis grandes amigos “los paseos son así”. Para mí, la vida a bordo representa otra forma de conectarme. Tengo un momento conmigo, tranquila, entiendo que a veces hay que hacer una pausa, así sea en la mitad del mar, donde el buceo es la principal actividad, es una gran enseñanza.

La vida en los barcos me enseñó a quererlos, a mirarlos diferente, a entender su dinámica. Un barco de buceo es especial, la actividad no se detiene. Tony, el capitán, es un hombre sorprendente, amante de la navegación, conoce su barco y su operación, y tiene claro que la seguridad va primero. La tripulación es muy amable y profesional, gente del Pacífico que sabe hacer su labor. Están pendientes de todo para hacer sentir bien a quienes llegamos a habitar el barco por unos días, personas con vocación de servicio, sonrientes y profesionales.

El buceo es exigente, retador. Las corrientes, las olas y el viento generan un ambiente en el que hay que estar alerta. Pero bajo la superficie te sorprende un mundo diferente: grandes tiburones, chuchos, jureles, atunes, chernas, las estaciones de limpieza y más al fondo esa vida marina bentónica, que a veces pasa desapercibida pero que es  fascinante, los erizos, las morenas, pequeños peces, corales.

El viaje no solo me permite bucear. Esta vez me tiene una sorpresa: voy a conocer a la tripulación del Silky, el velero de Biodiversity Conservation Colombia, fundación que trabaja para proteger el área marina protegida más grande de nuestro país. El catamarán sirve como plataforma a Parques Nacionales Naturales de Colombia para ejercer el control y la vigilancia del Santuario de Flora y Fauna de Malpelo.

Son cuatro personas: Jaiver, el capitán; dos tripulantes y John Carvajal, el guardaparques. Nos reciben con una gran sonrisa. Conocer de cerca lo que hacen es para mí un gran privilegio, es emocionante encontrar personas con tanta vocación, haciendo un trabajo importantísimo de soberanía y conservación de los océanos, silenciosamente, a 273 millas de nuestra costa.

Al día siguiente me voy a patrullar con ellos, buscando que no haya barcos de pesca ilegal en el área protegida. El zodiac llega antes de las 6:30 a.m. y me embarco feliz, es una nueva forma de vivir Malpelo. Empezamos el recorrido de 1 hora y 20 minutos, salimos a dos millas de la isla, encontramos una pequeña bandada de sulas que nos indican que hay una mancha de atunes. El ojo de Jaiber es increíble, como el de un buen marino, el mar está movido, yo me siento feliz de estar ahí. Los admiro, le ponen tanto corazón a su trabajo que pienso que me debería encontrar más personas así en el camino, de esas a las que les brillan los ojos cuando cuentan lo que hacen.

Este es un grupo de buzos especial, hay muchas mujeres que aman el buceo y todo lo que implica. La energía de Gloria de Travel and Diving, es contagiosa, produce una fascinación que invita a gozarse el océano con los amigos del mar. “Con nuestros alumnos nos esforzamos por conocer el proceso de cada uno, llevarlos en cada viaje a un nuevo lugar, sitios diferentes, así que les vamos haciendo como una hoja de ruta, los llevamos de pronto a San Andrés y Providencia, después Tintipán o México, o a Gorgona a conocer el barco y después sí, la gran celebración es poder llevarlos a Malpelo”.

Los días pasan más rápido de lo que imagino. Me despierto a ver el amanecer, a conversar con Tony y con los primeros que se levantan, a tomarme el buen café de la chapolera. Logré acoplarme a este ritmo donde las que nos despiertan son las sulas, el viento que empieza a subir y el movimiento del barco al que mi cuerpo se acompasa.

El sol asoma detrás de la isla y un tapete de nubes le da una luz especial a este momento. Sentirme en la inmensidad del océano, compenetrarme con él, vivirlo, sentirlo, le da un gran valor a este viaje. Las noches llegan con el cielo tapizado de estrellas. Es uno de mis momentos favoritos del día, nos acostamos en la proa a contemplar el cielo estrellado, mecidos por el movimiento del barco, es un cabeceo con el que me fundo. Mi parte favorita de ese cielo es ver la osa mayor subiendo por el perfil de la isla, que la enmarca de manera perfecta.

Cuando tomé la decisión de escuchar mi cuerpo y no bucear hasta que me sintiera bien del oído, decidí que mis buceos los haría a través de las historias de los otros. Así que cada que suena la campana para anunciar la llegada de los buceos de los zodiacs Charlie y Delta, yo salgo feliz a recibirlos y a oír las historias de todos sobre las inmersiones. Me encanta escucharlos cuando hablan emocionados sobre lo que han visto, les pido que cuenten todos los detalles, es como haber entrado al agua con ellos.

Llega otro gran momento. El primer “En vivo” desde Malpelo con Travel and Diving. Nos preparamos, hicimos el guión, buscamos el mejor lugar y por primera vez podemos contar en vivo cómo se vive un viaje de buceo en Malpelo. Antes nadie podía comunicarse, era un viaje en el que las personas estaban incomunicadas en medio del mar. Fue un momento que todos hicimos especial, uno de los En vivos que más he disfrutado en mi vida.

Fueron 10 días de mar, de Pacífico, salitre, buceos, tiburones, de las sonrisas de los tripulantes del barco, de la amabilidad de Tony, de las historias debajo del agua, de videos y fotos, de encontrar botellas y plásticos flotando en el mar y líneas de pesca enredadas en el fondo que te muestran la realidad de lo que está pasando. En esos días me conecté de manera tan profunda con el océano que renové mi compromiso a dedicar el resto de mi vida a cuidarlo, a darle voz, a conectar y a enseñarle a otros lo importante que es.

Gracias a Travel and Diving: a Gloria por ser un gran ejemplo de vida y a José, mi tocayo, por sus fotos y su gran corazón; al Ferox, por su impecable y segura operación; a Jaime, por llevarnos a bucear con tanto amor; a Ricardo Pargo por conectarse con su manera particular; a los del Delta: Vero, Fer, MatGeo, Fredy y a los del Charlie: la chapolera Juli, la Doctora Catalina, la Doc Dee, Meli y Juan, vivir con ustedes Malpelo fue una de las mejores cosas de este viaje.

¡Buenas burbujas y buena mar!

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