Después de ver tantas botellas de plástico tiradas, un día les dije a unos muchachitos que recogieran botellas. ¿Para qué? No sabía, pero después una turista me dijo que podía darme el contacto de alguien que me las compraba y así comenzó todo.
Es el relato de Miriam Mendoza Epieyu, una matrona wayúu que es ejemplo de emprendimiento y aporte a la sostenibilidad dentro de la comunidad indígena de La Guajira.
El contacto que le dio la turista fue el de Ekored, la empresa paisa que compra y recicla las botellas de PET, y se las entrega a Enka para que produzca fibras sintéticas para textiles.
Todas las botellas que Miriam y su gente comenzaron a recoger en el Cabo de la Vela, Ekored se las compró. Primero fueron entre 5 y 6 toneladas, luego otras 5 o 6, y en año y medio el total ya va por 14 toneladas de PET que no han ido a parar ni a botaderos ni al océano.
Gracias a esto ha bajado el plástico que antes se quemaba y le hemos enseñado a la comunidad que con eso podemos hacer cosas que nos traen ingresos, comenta Miriam, quien le puso nombre a su iniciativa de reciclaje: Ekowayúu.
Moda ancestral sostenible
Pero la historia no termina con el reciclaje. Gracias a la donación de un rollo de fibras sintéticas por parte de Ekored, Miriam elaboró 45 mantas a los niños de las rancherías wayúu y comunidades wiwa, combinando este material con tejidos ancestrales.
De este modo empezó a incursionar también en el mundo de la moda, llamando la atención de la feria Colombiatex 2019 donde expuso sus creaciones, y de la reconocida modelo Belky Arizala quien al ver una de estas prendas en Maicao la invitó a participar en el África Fashion Week en Bogotá.
Gracias a estas innovadoras prendas, Miriam está impactando positivamente la vida de su comunidad. Trato de buscar a las tejedoras que sean de las rancherías más apartadas de las cabeceras de Uribia y Maicao para ayudarles a mejorar su calidad de vida, comenta.
De la mano de Ekowayúu, en Riohacha y la Alta Guajira la gente se está uniendo cada vez más para recoger botellas y tejer porque gracias a la venta del PET y de las prendas, las comunidades más vulnerables obtienen recursos que les permite acceder a agua potable y paneles solares. Que a ningún niño le falte el agua ni muera por desnutrición es su meta más grande.
Me siento muy orgullosa de mis niños, de cada madre cabeza de hogar, que cuando llegue me digan tía, mira lo que te tenemos para que hagas tus mantas y nos traigas jugueticos. Son muchas cosas que me dan alegría y satisfacción como wayúu que soy y me duele mi comunidad, expresa emocionada Miriam, quien ahora sueña con montar una tienda virtual para sus prendas. «No sé si voy a lograr mis metas, pero sigo adelante».