Por: Jorge Herrera, biólogo marino e instructor de buceo
No sé si el nombre te sea familiar, pero estoy seguro que has tenido que ver, de alguna u otra forma, con varios de ellos; me refiero a los cangrejos, langostas y camarones sobre todo porque son muy apreciados en gastronomía, algo no muy positivo para algunos de ellos, ya que, hoy en día, están, seriamente, amenazados. Pero para hablar de ellos, he querido invitar a nuestra amiga la langosta espinosa del Caribe (Panulirus argus); ella nos contará varias cosas interesantes que, estoy seguro, te van a asombrar. Así que te dejo con ella.
L/ Muchas gracias por tu invitación Octopus. Primero que todo, quiero empezar contándote que los crustáceos somos un grupo de animales muy numeroso en especies y algunas de ellas, muy ricas para el paladar humano, como bien dijiste; hasta el momento, se han descubierto más de 67.000 y los científicos consideran que puede haber muchísimas más; la mayoría, somos habitantes del mar, aunque nos puedes encontrar en agua dulce, como ríos y lagos y algunas especies son terrestres. Nuestro tamaño varía desde menos de 100 micras hasta más de 4 m. de envergadura como el caso del cangrejo araña del Japón. Con algunas excepciones, la principal característica es que poseemos cinco pares de patas articuladas y nuestro cuerpo está dividido en 3 partes, la cabeza, tórax y abdomen, generalmente, la cabeza y el tórax están unidos o fusionados, formando el cefalotórax. En la mayoría de nosotros, el primer par de patas no tiene función locomotora, sino que se transforman en pinzas que utilizamos para coger nuestro alimento, ya sea para atrapar presas, en los carnívoros, o para arrancar algas, en los herbívoros. Además, poseemos antenas que utilizamos como órganos sensoriales.
A partir de este momento, te voy a hablar sobre los crustáceos que puedes observar a simple vista en tu visita al arrecife de coral, me refiero a nosotras las langostas, algunas especies de cangrejos y varios camarones, pero no de los que se comen sino de otros muy pequeños y muy particulares.
Una característica muy interesante (común a todas las especies de crustáceos) es que tenemos un exoesqueleto (esqueleto externo) o caparazón duro, compuesto de quitina que utilizamos como escudo para protegernos de los depredadores, como tú, Octopus – jejeje. Lo curioso es que nuestro exoesqueleto, una vez formado, no crece con nosotros al mismo tiempo, es decir, que en la medida en que vamos creciendo, nuestro esqueleto se nos va quedando pequeño y cada vez estamos más apretados dentro de él, es como tus pantalones, que se van quedando cortos y apretados. La pregunta es: ¿entonces cómo podemos crecer? La respuesta es que cambiamos nuestro caparazón, periódicamente, es lo que llaman periodos de muda e intermuda. Te explico: cuando es el momento adecuado, salimos, literalmente, de nuestro caparazón y lo abandonamos; a partir de ahí, empezamos a crear uno nuevo. Durante los primeros días, nos escondemos y no salimos, ya que, al no tener, aún, un caparazón lo suficientemente duro, estamos más expuestos a los depredadores. Una vez nuestro nuevo caparazón se ha solidificado, ya podemos salir sin tanto temor. Ahora bien, eso no quiere decir que seamos indestructibles, pero sí nos da buena protección. Adicionalmente, algunos podemos desarrollar espinas del mismo material que crecen en el caparazón que nos dan protección extra. Recuerda que mi nombre común es langosta “espinosa” del Caribe. ¡Ahora entiendes por qué me llaman así?
Las langostas mudamos varias veces en nuestro primer año de vida, ya que crecemos muy rápidamente y en la medida en que vamos haciéndonos viejos, ese periodo es cada vez más espaciado, como viejos adultos, mudamos una vez al año. Como dato curioso, si me dejan los pescadores, podría vivir hasta más de 15 años. Desafortunadamente, para nuestra especie, nuestro abdomen, con una gran cantidad de carne, es muy apreciado por los seres humanos; nos persiguen sin misericordia y nos pescan y, la mayoría no alcanzamos a vivir ni los cuatro años, incluso menos, muchas veces, sin ni siquiera dejarnos reproducir una sola vez – somos tan fáciles de pescar y, además, nuestras largas antenas nos delatan, tan fácilmente. Tenemos, hábitos nocturnos, lo que quiere decir que durante el día permanecemos retraídas en los huecos que se forman entre los corales y en la noche, salimos a caminar de un lado para el otro buscando nuestro alimento; somos, principalmente, carroñeras, es decir, nos alimentamos de restos de otros animales muertos.
En los cangrejos, a diferencia de nosotras las langostas, el abdomen está plegado o doblado al cefalotórax por la parte ventral, dándoles esa forma característica redondeada y sus patas son mucho más alargadas, de hecho, a los cangrejos les cuesta caminar y solo lo pueden hacer de lado, no hacia atrás como el dicho: “de pá trás como el cangrejo”. La especie que más crece en nuestro parque es la que se conoce como centolla espinosa (Mithrax spinosissimus), solo el caparazón puede llegar a medir hasta 18 cm. de diámetro y con sus largas pinzas abiertas hasta 50 cm. El macho se diferencia, claramente, de la hembra por su tamaño y, sobre todo, por sus grandes pinzas que en las hembras son mucho más pequeñas y que utilizan para arrancar las algas que crecen sobre los esqueletos de coral muerto. Es muy curioso ver cómo con sus enormes pinzas, el macho es capaz de arrancar, con precisión, pequeñas algas que lleva a su boca para alimentarse. Al igual que nosotras las langostas, este cangrejo es de hábitos nocturnos, sale en las noches, desplazándose muy lentamente, buscando las áreas donde encuentre su alimento preferido, pequeñas algas que crecen como filamentos. Durante el día, se mantienen escondidos entre las pequeñas cuevas que se forman entre los corales, evitando así ser vistos por sus depredadores. Desafortunadamente para ellos, sobre todo los machos, sus enormes pinzas tiene una gran cantidad de carne lo que los hace muy apetecidos por los pescadores, no tanto para comérselas sino para ser vendidas a los turistas, que al final viene siendo lo mismo.
Creo que me estoy extendiendo demasiado, pero aún me falta mucho para contar, cosas que te van a dejar sorprendido; por eso, te voy a pedir que me regales un segundo espacio para terminar mi relato.
O/ Claro que sí, amiga langosta, siempre serás bienvenida y, estoy seguro que, tanto como yo, nuestro amigo lector espera con mucha expectativa la continuación de tu relato. Por lo pronto, me despido yo también y, como siempre, no olvides compartir esta información con tus familiares y amigos.
¡BUEN VIENTO Y BUENA MAR!
Lee aquí la continuación: Octopus y los crustáceos 2,0