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Octopus y el cuidado parental de las crías

Foto: Santiago Estrada, Reef Shepherd Taganga.
Foto: Santiago Estrada, Reef Shepherd Taganga
Tenemos la creencia que son, exclusivamente, las hembras las que cuidan a sus crías, pero en la naturaleza, no siempre es así. Hay varias especies en donde el macho es el que se lleva todos los créditos a la hora de cuidar a sus crías.

Por: Jorge Herrera, biólogo marino e instructor de buceo

Hola, amigo lector, sí, soy yo, de nuevo, Octopus. Hoy no tengo invitados, pero seré yo mismo el que te cuente algunas cosas muy interesantes que tienen que ver con la reproducción sexual de los peces óseos en un arrecife de coral.

En la mayoría de los peces óseos, las hembras liberan los huevos al medio y, al mismo tiempo, el macho libera los espermatozoides; una vez afuera, estos, por atracción química, empiezan una carrera frenética para fertilizar los huevos. En ocasiones, la cantidad de huevos puede ser enorme, decenas o cientos de miles, incluso, millones de huevos, la gran mayoría de ellos serán consumidos por depredadores en cualquier momento del desarrollo embrionario; sin embargo, un porcentaje muy bajo, pero que pueden llegar a ser miles, sobrevivirán. En otras, el número de huevos es, relativamente, reducido; en este caso, para garantizar la supervivencia de las crías, sus progenitores son los encargados de cuidar de ellos hasta que nazcan.

En nuestro primer encuentro te conté sobre mi nacimiento, sobre cómo mi madre
se sacrificó por mí y todos mis hermanos para cuidarnos, protegernos y ayudarnos
a nacer. Hoy quiero contarte sobre tres
especies de peces óseos que se esmeran por cuidar a sus crías hasta antes de
que nazcan. Lo interesante es que, en estos tres casos, es el macho el que se
dedica a cuidarlas.

Tenemos la creencia que son, exclusivamente, las hembras las que cuidan a sus crías, pero en la naturaleza, no siempre es así. Por eso, yo quiero resaltar el hecho de que hay algunas especies en donde el macho es el que se lleva todos los créditos a la hora de cuidar a sus crías.

Fotos: Shutterstock y Andrés Obregón, Diving Planet Cartagena

Del primero que quiero hablar es el sargento mayor (Abudefduf saxatilis). Cuando llega el periodo de reproducción, que son varios a lo largo del año, el futuro padre, se esmera para preparar el nido donde se desarrollarán las crías. Lo más interesante es que él ni siquiera ha conocido a la madre, ¡eso se llama tener confianza en sí mismo! Prefiere superficies duras como rocas o partes de esqueletos de coral muerto, les encantan los cascos de embarcaciones hundidas. Primero, empieza sacudiendo su cola justo sobre la superficie del futuro nido para remover sedimentos y con su boca arranca todas las algas y otros organismos que se puedan haber fijado a la superficie; realmente, hacen un trabajo muy minucioso, será su carta de presentación para conseguir compañera.

Cuando ha terminado su trabajo, empieza un ritual para atraer pareja, que puede ser cualquiera, la que esté disponible. Una vez la hembra ha aceptado, pondrá los huevos sobre la superficie preparada por su compañero quien los fertilizará y cuidará durante todo su desarrollo hasta que nazcan. Además de estar limpiándolos y oxigenándolos (batiendo su cola muy cerca del nido) también los defenderá con fiereza de posibles depredadores. Puedes reconocer sus nidos como una mancha más o menos redondeada de unos 20 a 25 cm de diámetro que va cambiando de color desde el marrón, cuando los huevos están recién puestos, hasta el púrpura, cuando las crías están casi listas para nacer. Además, el padre adquiere una tonalidad azulada, característica de su condición de padre protector y tiene un comportamiento frenético cuando te acercas a su nido. Procura no permanecer mucho tiempo allí, pues no queremos estresar mucho a nuestro amigo.

Foto: Santiago Estrada, participante Fotoconcurso Agenda del Mar.

El segundo caso es el pez mandíbula (Opistognatus aurifrons); es un arquitecto sobresaliente, la manera en la que construye su guarida es admirable, pero ya te contaré sobre eso en otra oportunidad. En el periodo de reproducción, el macho se posa sobre la entrada de su guarida con sus aletas extendidas, haciendo gala de sus dotes, cortejando a la hembra; una vez, ella ha aceptado, pondrá en la madriguera una bola de huevos compacta y pegajosa que serán fertilizados por el macho y a partir de ese momento, llevará la responsabilidad parental hasta los extremos, incubando los huevos en su boca. Entre los cinco a siete días que dura el desarrollo de los huevos, el macho rara vez se alimenta y deja, solo por un momento, su valiosa carga desatendida, eso sí, en la seguridad de su guarida para buscar alimento fuera de ella.

El tercer caso es el caballito de mar (Hipocampus spp) un ejemplo claro de que en la naturaleza no siempre es la madre la que lleva la parte más pesada en la reproducción. El macho es quien se “embaraza”.

Pero ¿cómo se da este fenómeno? Una vez se han aceptado mutuamente, la pareja de caballitos entrelazan sus colas y luego de una serie de contoneos, se inicia la liberación de los gametos, en un proceso extraordinariamente rápido (apenas seis segundos). El macho posee una bolsa ventral, llamada saco incubador. Al mismo tiempo que el macho va liberando el esperma al exterior, la hembra introduce los huevos en la bolsa. La fertilización se va dando en la medida en que los huevos van entrando a la bolsa del macho. Una vez finalizada la fertilización, el macho cierra la bolsa y empieza la gestación.

Foto: Juan David Valencia Herrera, Fotoconcurso Agenda del Mar

Foto: Juan David Valencia Herrera, participante Fotoconcurso Agenda del Mar.

Al interior del saco se crea una especie de fluido placentario donde se llevará a cabo el desarrollo de los embriones. Con el tiempo, este fluido se parecerá cada vez más, en composición, al agua de mar para ir preparando a las crías a su futuro hogar.

Tras un periodo de “embarazo” que puede durar desde unos pocos días a varias semanas, según la especie, el macho “da a luz” a sus crías, al parecer en un parto doloroso y muy agotador. Empieza una serie de contracciones periódicas para generar presión y liberar a la camada que, según la especie, puede superar las 1500 crías.

Espero que te haya gustado esta historia, bueno, tres historias. En tu próxima visita puedes buscar estas especies y mostrárselas a tus compañeros de buceo, además de contarles antes o después lo que has aprendido. Espero con emoción nuestro próximo encuentro para compartirte otra gran historia de nuestro arrecife.

¡BUEN VIENTO Y BUENA MAR!

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