Moluscos como los mejillones tienen la increíble capacidad de aferrarse a rocas y superficies lisas, incluso bajo el agua. También algunos crustáceos como los balánidos o bellotas de mar se pegan en muelles, barcos y hasta en las ballenas. ¿Cómo lo logran?
Estos animales marinos segregan una sustancia viscosa adhesiva, la cual se endurece hasta formar un material extremadamente resistente.
En el caso de los mejillones, unas vesículas en sus pies segregan una resina epóxica similar a la usada en los adhesivos artificiales, pero más poderosa por su resistencia al agua.
En el caso de los balánidos, se ha descubierto que actúan dos sustancias: una proteína que es el adhesivo en sí y un líquido aceitoso que funciona como una capa que repele el agua para que la otra pueda pegarse sobre la superficie.
Basados en estos mecanismos, los científicos están desarrollando un sistema de repulsión a la sustancia adhesiva para cubrir los cascos de los barcos y evitar que estos animales se peguen a ellos y dificulten la navegación.
Investigadores de Corea del Sur ya han probado con éxito una nueva proteína adhesiva capaz de suturar heridas en sesenta segundos, mientras que ingenieros de MIT lograron desarrollar un hidrogel para ser usado como pegamento en los implantes de titanio, y funciona con la tenacidad de un cartílago unido al hueso.
El desarrollo de un superpegamento también podría aplicarse en la industria de la construcción, en la carpintería y hasta en la odontología para lograr una mejor fijación de las dentaduras postizas y emplastes.
