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La minería es necesaria, pero tiene que ser bien hecha

Aparatos, instrumentos y casi todo lo que usamos a diario procede de la minería. Es una actividad necesaria y beneficiosa si se hace con responsabilidad.

¿Es buena o mala la minería? El debate siempre ha estado sobre la mesa, pero hoy está más polarizado que nunca luego de la consulta popular realizada en Cajamarca, Tolima, donde sus habitantes dijeron no a la ejecución de proyectos mineros en su municipio, con un contundente 97,92% de los votos.

La comunidad no solo se opone al proyecto de una mina de oro a cielo abierto, a cargo de la empresa Anglo Gold Ashanti, sino a cualquier actividad minera en su territorio. La defensa del agua y de la vocación agrícola del municipio son los argumentos que soportaron esta histórica decisión, la cual es celebrada por los ambientalistas pero al mismo tiempo preocupa al sector minero-energético ya que esto podría replicarse como una efecto de bola de nieve en otras regiones del país. Es decir, muchos proyectos mineros podrían verse frenados por decisión de las comunidades, bajo la percepción de que la minería es una amenaza.

Pero, ¿es la minería realmente perjudicial para un territorio? Lo primero que debe considerarse en este debate es que la minería es una actividad necesaria y muy importante en el mundo actual. Casi todo lo que usamos a diario es producto de la minería: aparatos como el computador y el celular, los ladrillos y el cemento de nuestras casas, la taza donde tomamos café, los lapiceros con que escribimos, los vehículos en los que nos movemos, todo tiene minería. Vemos que no es solo el oro, presente en equipos electrónicos, aviones e instrumentos médicos. Es también la sal, la arcilla, el cemento, el carbón y el petróleo.

“No hay ninguna posibilidad de que 50 millones de personas nos acomodemos en el territorio colombiano y vivamos sin minería (…) A cada una de nuestras comunidades nos resultaría conveniente no permitir minería pero, como sociedad, ese equilibrio es inviable”, advierte el economista Marc Hofstetter en su artículo ¡No más minería! ¿O sí? publicado en La Silla Vacía.

Una reflexión similar propone Efraín Peña, en su artículo Criticamos pero consumimos, publicado en Semana Sostenible. “La minería, así como muchas otra actividades económicas que estigmatizamos porque sí, es necesaria y hay suficiente territorio en el país para que esta actividad se desarrolle racionalmente; claro está, bajo los más altos controles y exigencias de desempeño”.

Si entendemos que no podemos prescindir de la minería, pero somos conscientes de que igualmente genera impactos sobre el medio ambiente, el camino que nos queda es elegir la mejor minería posible, una minería bien hecha. Y eso solo se puede garantizar cuando la minería es legal, cuando está a la vista de todos y bajo el control y la vigilancia del Estado.

El verdadero gran enemigo es la minería ilegal. La del oro utiliza el 75% del mercurio que ingresa al país (el resto es para la fabricación de álcali e implantes dentales) y es la culpable de las 180 toneladas que son arrojadas cada año a los ríos de Colombia. Se calcula que el 87,6 por ciento del oro que se produce en Colombia es ilegal y en algún momento de la cadena termina legalizado. ¿Qué está haciendo el Estado para combatir esa trampa mortal?

Dentro del 12,4 por ciento del oro que sí se produce de manera legal están empresas como Mineros S.A., reconocida por sus buenas prácticas y gestión ambiental, humana y social, «en el marco de la minería legal y bien hecha que preserva y devuelve los territorios, habilitados para otras actividades productivas luego del proceso minero», como asegura su presidente Andrés Restrepo Isaza.

Finalmente, otro punto interesante del debate de la minería es entender nuestro papel como consumidores, pues como señala Peña en su artículo, “también es nuestro compromiso entender qué tipo de minería es, cuál es la legalidad de la misma y averiguar los orígenes de los minerales que consumimos”. 

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