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Guardianes del territorio: comunidades de Colombia

Liliana Arango
Liliana Arango
El papel de las comunidades es clave en la conservación de los ecosistemas. Apropiarse de estos procesos y divulgar el conocimiento permite honrar el saber ancestral y la historia de las comunidades en su entorno, al tiempo que se transforma la relación con las especies y ecosistemas que habitan, promoviendo una convivencia sostenible.

Nuestro país es un territorio megadiverso. Contamos con regiones en cada uno de los pisos térmicos, en los cuales se encuentran alrededor de 311 tipos de ecosistemas continentales y marinos. Además, el 53% del territorio está cubierto por diferentes tipos de bosques.

Estos ecosistemas albergan gran diversidad biológica, siendo el hogar de miles de especies. Colombia es el primer país en especies de aves y el segundo en anfibios y reptiles, con alrededor de 1900 y 1500 especies respectivamente. Además, ocupamos el quinto lugar en mamíferos, con aproximadamente 500 especies.

Por otro lado, estas regiones cuentan con gran riqueza cultural. La diversidad que nos caracteriza también abarca los acentos y costumbres que varían de acuerdo con el territorio, las comunidades nativas de cada zona del país que desde hace años construyeron una relación directa con los servicios ecosistémicos que brinda la biodiversidad de cada departamento.

La relación que se crea entre dichas comunidades, las plantas y animales de la zona, puede estar relacionada con la cultura y la tradición de una comunidad o con la subsistencia de un grupo de personas. Es por esto que, en la Agenda del mar 2025 buscamos analizar las relaciones que se dan entre los ecosistemas o animales de diversas zonas de Colombia y las comunidades que allí habitan, más allá de entender el vínculo, comprendiendo cómo se puede dar una relación sostenible para que se conserven unas condiciones adecuadas para la subsistencia de todos los seres vivos que conforman una red biológica en ese espacio.

Te invitamos a que nos acompañes en este viaje por el país, para que además de reconocer la diversidad que lo caracteriza, descubras mucho más de su riqueza cultural y las relaciones que se dan más allá de nuestra perspectiva privilegiada como humanos. Recordemos que la vida se perpetúa a través de las interacciones que se dan con el entorno, entendiendo que hay más miradas que la humana mientras habitamos un mismo espacio con las demás especies.        

Comenzamos por Cartagena, donde la comunidad de Tierra Bomba está velando por generar una relación sostenible entre el mar como sustento para sus habitantes y la salud de la bahía: el objetivo es buscar soluciones sostenibles y equitativas que beneficien tanto al ecosistema marino como a las personas que dependen de él.

Luego, descenderemos unos kilómetros sobre la costa Caribe hasta llegar a San Bernardo del Viento para encontrarnos con los mangleros de tradición que han vivido del ecosistema de manglar durante años y que ahora, gracias a procesos formativos que se adelantan en el territorio, se comprometieron con la restauración y protección del mangle, el cual es vital para el bienestar de todas las especies que de él dependen.

Posteriormente nos desplazaremos a la punta más alta del país, donde convergen el océano Pacífico y Atlántico, la Guajira. Allí, surgió una alianza entre la comunidad wayuu y el Invemar, para generar apropiación social del conocimiento entorno a la conservación de los ecosistemas marinos que rodean este vasto territorio, mediante herramientas pedagógicas que unen la tradición wayuu y la divulgación científica,

Más adelante visitaremos Cartagena nuevamente, pero no nos quedaremos en el continente: viajaremos a las Islas del Rosario. Allí está ubicada la Coraltheca, proyecto de restauración de arrecifes coralinos mediante la reproducción sexual de corales, resultado de la unión de varias organizaciones con los saberes locales, las cuales buscan velar por la supervivencia de los corales ante el cambio climático.

Nuestro viaje por Colombia continuará por la región Insular, visitando la Reserva de la Biosfera Seaflower, ubicada en el archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina; donde nos encontraremos con un grupo de mujeres cuya conexión con el mar va mucho más allá de lo que se ve a simple vista. Ellas, guardianas del conocimiento tradicional, han sido históricamente pescadoras artesanales, expertas en navegación y culinaria, pero hoy su papel es aún más trascendental: son líderes en la conservación marina.

Fotos: Yurshell Rodríguez Hooker

Buscando comprender las dinámicas de las diferentes costas del país, nos trasladaremos al Pacífico colombiano, para conocer las labores que están adelantando las comunidades para fortalecer la pesca artesanal en Bahía Solano, Juradó, Nuquí y Bajo Baudó. Su lucha es contra la pesca industrial, que amenaza los ecosistemas y su sustento, por lo que su principal objetivo es consolidar zonas exclusivas para la pesca artesanal, protegiendo su territorio y asegurando una pesca sostenible.

Foto: Asociación de pescadores Pez Onetti

Seguiremos en el Pacífico pero bajo un enfoque diferente: en el Chocó Norte, las comunidades locales, inicialmente temerosas de los tiburones, han comenzado a verlos de manera diferente gracias a iniciativas de conservación lideradas por organizaciones como Fundación MarAdentro; entendiendo que estos depredadores, a pesar de su mala fama, son esenciales para el equilibrio del ecosistema marino.

Fotos: Diego Cardeñosa

En nuestro recorrido por las costas del Caribe y el Pacífico colombianos, descubriremos cómo las comunidades locales han resignificado su relación con las tortugas marinas, transformándolas en un símbolo de conservación y orgullo territorial. Estas comunidades, desde consejos comunales hasta asociaciones y colectivos, han encontrado en las tortugas aliadas para mostrar al mundo su compromiso con el cuidado de la biodiversidad y la interdependencia entre un entorno sano y una sociedad en armonía.

Continuando nuestra visita en el Pacífico, entenderemos cómo se ha transformado la relación entre las familias que durante generaciones han visto llegar a las ballenas jorobadas a sus costas y estas incansables viajeras. Los pescadores artesanales les temían, pues desconocían su naturaleza, pero con el tiempo, el conocimiento sobre su biología y comportamiento transformó ese miedo en respeto. Hoy, las ballenas son aliadas que impulsan el turismo de naturaleza en lugares como el golfo de Tribugá, donde jóvenes locales participan activamente en actividades de observación de ballenas.

El golfo de Tribugá, siendo un espacio rico en biodiversidad y en tradiciones en el departamento del Chocó, alberga más de una iniciativa por la conservación de su riqueza. Un grupo de jóvenes se ha formado como guardianes del mar, dedicados a la protección de los arrecifes. Lo que empezó como una iniciativa para limpiar redes abandonadas, ahora incluye la colaboración en investigaciones científicas y la preservación de la seguridad alimentaria, esencial para los pescadores artesanales de la región.

Foto: Liliana Arango

Dejando de lado la protección de las diversas especies y ecosistemas de la región más biodiversa del país, descubriremos otra mirada de la región: el impacto de la contaminación plástica en playas como Timbiquí y Buenaventura. Desde 2019, el programa «Pacífico sin Plásticos» y la fundación Magüipi han unido a la comunidad en la recolección y transformación de residuos. Con incentivos económicos y educación, han logrado recolectar 900 toneladas de plástico, ayudando a preservar este hogar lleno de vida.

Para finalizar nuestra aventura que busca reconocer iniciativas de conservación y divulgación en el territorio nacional, regresaremos al norte del país, específicamente a la majestuosa Sierra Nevada de Santa Marta, donde la biodiversidad está amenazada por la deforestación y la expansión agrícola. Este territorio ancestral de los pueblos Arhuaco, Kogui, Wiwa y Kankuamo está protegido por su valor espiritual, por lo que, con el proyecto GEF7-CGSM liderado por INVEMAR, se busca restaurar manglares y bosques, y fomentar el diálogo intercultural para preservar estos ecosistemas sagrados.

En este recorrido por la riqueza natural y cultural de Colombia, que haremos con la Agenda del Mar 2025, descubriremos que la verdadera conservación no solo depende de proteger las especies y ecosistemas en riesgo, sino de las relaciones que las comunidades construyen con su entorno. El legado de nuestros territorios se perpetúa cuando, unidos, trabajamos por la sostenibilidad y el equilibrio, honrando la biodiversidad que hace de Colombia un país único.

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