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Gente de mar: mujeres colombianas en la marina mercante

En el Día de la Gente de Mar, les contamos las historias de Daniela Montes e Ivonne Miranda, dos colombianas que trabajan a bordo de grandes barcos que viajan por el mundo.

Por: Jorge Prieto Diago CN (RA)

La Organización Marítima Internacional desde el año 2010 viene haciendo un reconocimiento a “La aportación única que realiza la gente de mar de todo el mundo al comercio marítimo internacional, la economía mundial y la sociedad civil en su conjunto”; y es el 25 de junio, el día de la Gente de Mar, uno de los días oficiales de las Naciones Unidas.

En este 2019 se hace hincapié sobre la importancia y el valor de contar con mujeres en la profesión y con el lema “El empoderamiento de la mujer en la comunidad marítima” se quiere subrayar el trabajo que ellas aportan.

Encontramos que en este contexto no están incluidos los miembros de las marinas de guerra, pues el entrenamiento de estos hombres y mujeres depende de lineamientos de cada país. Por eso acá no hablaremos de las mujeres oficiales y suboficiales que tripulan las naves de nuestra Armada desde hace casi veinte años.

En la Agenda del Mar nos pusimos en la tarea de encontrar mujeres colombianas que sean representativas en las distintas labores comerciales en el mar y durante nuestra investigación encontramos interesante información que queremos compartir con nuestros lectores.

Se forman con militares

En muchos países existen academias civiles para formar a los oficiales de puente de altura (capacitados para navegar en alta mar); sin embargo, en Colombia esta tarea la cumple la Escuela Naval “Almirante Padilla” y la formación básica la hacen junto a los futuros oficiales navales. Después de cuatro años pasan a la reserva de la Armada Nacional y empieza su vida en la marina mercante.

Esta formación es reconocida a nivel mundial por el buen nivel profesional y principalmente por la disciplina y el comprometimiento característico de la formación militar. La primera promoción de oficiales mercantes ingresó a la Escuela Naval en 1951, tras cincuenta años de promociones de diez oficiales en promedio al año, hubo una interrupción desde al año 2001 por la quiebra de las mayores navieras colombianas. En el año 2011 los cursos se volvieron a abrir y en esta etapa una de las novedades fue el ingreso de mujeres. A la fecha se han graduado seis de ellas, la primera en el año 2015, con nueve compañeros, todos hombres. Se llama Daniela Montes y es Segundo Oficial de Puente.

Daniela nos cuenta su historia

La entrevista con la oficial mercante fue en un lugar escogido por ella al lado del mar. Su vestuario y maquillaje son los de una mujer que se arregla bien para ir a un lugar elegante, como los que en algún momento de la entrevista nos contó que le gusta frecuentar cuando está en puerto. Por su apariencia no es fácil imaginársela en el barco de apoyo de 1470 toneladas de desplazamiento en el que trabaja como oficial de cubierta. Allá está todo el tiempo en overol y botas de seguridad; a bordo no es que se sienta muy cómoda estando sucia y sudando, pero su rol sobre cubierta que exige actividad física le gusta, pues no todo es trabajo intelectual como planes de navegación o de estiba. Entre otras responsabilidades, como segundo oficial es encargada de la seguridad y con orgullo habla de los trajes contra incendio organizados, extintores cargados, mangueras en su lugar e hidrantes pintados.

Un marino mercante embarcado adquiere mucha experiencia en poco tiempo, pues en el mar se trabajan las veinticuatro horas de los siete días de la semana, y los embarques pueden ser hasta de ocho meses seguidos, en Colombia lo llaman campañas (contratos por ocho meses).

Daniela nos cuenta primero sobre sus años de entrenamiento en los barcos de la naviera Hamburg Sud con los que la Escuela Naval tiene convenios. Allí estuvo en la ruta de Oceanía y tuvo la oportunidad de conocer puertos en Australia y Nueva Zelanda. En otro embarque de entrenamiento navegó por el mar del norte; recuerda Hamburgo, Rotterdam, Amsterdam y Amberes. Preguntamos si viajar tuvo que ver con su decisión de ingresar a la marina mercante, y nos contesta que sí, a ella le gusta mucho viajar y esta es una forma de hacerlo mientras le pagan, aunque no fue la única razón; realmente disfruta su trabajo a bordo de los barcos y disfruta navegar.

Una vez obtuvo su título de navegación vino la vida laboral, la búsqueda de trabajo. Acá es importante anotar que esta es una actividad a nivel mundial y la oferta es internacional. Para conseguir un buen embarque es necesario además del título otorgado por la Dirección Marítima, manejar el inglés técnico marítimo el cual ella domina. Daniela empezó con una naviera colombiana y trabajó en dos campañas en barcos de 8000 y 14000 toneladas. Agradece la gran experiencia adquirida en estas naves que “nunca paran”, pues cubriendo rutas “en donde salga la carga” viajó por Suramérica, Europa, medio oriente, y Arabia saudita.

¿Qué hace una marina en puerto?, le preguntamos. Nos dice que siempre sale, después de pasar tanto tiempo en el mar (y digamos, encerrada). Le gusta vestirse bien, arreglarse y darse gustos como ir a los mejores restaurantes, conocer la ciudad y si hay tiempo los museos. Nos cuenta su experiencia en el Coppa Club de Londres y en el Serife’s de Mersin (Turquía).

La situación de todos los oficiales mercantes es similar, el trabajo por campañas no es muy estable, porque así como se gana buen dinero durante ocho meses, se puede pasar un año sin trabajar. Por eso la rotación es alta y el cambio de trabajo está a la orden del día. Apareció un trabajo en un buque petrolero con ruta entre Colombia y Venezuela y la inestabilidad política hace que se cierra la ruta. Se cierra una puerta, se abre otra y llega una nueva oportunidad en el barco de apoyo, de capital canadiense y bandera panameña en el que actualmente trabaja.

Vemos que constantemente hay cambio de compañeros, de jefes, de subalternos, de trabajo, hay horas de mar, y no es fácil tener amigos. Le preguntamos cómo se distrae a bordo: “cuando salgo a navegar llevo el cargamento de libros y un disco duro lleno de películas” (no hay Netflix en el mar). El papá que le estimuló la lectura desde niña es el encargado de regalarle los libros para sus navegaciones, y es que al parecer la familia cumple un papel primordial en el soporte emocional. Navegando por lo menos una vez a la semana, llama a la mamá por teléfono satelital para tranquilizarla “pues ella siempre está preocupada con el tema de las tormentas”, nos dice con su acento paisa, que aclara, es de Envigado. 

Una mujer entre muchos hombres

¿En esas largas navegaciones era la única mujer a bordo?, le preguntamos. Nos responde que sí, siempre ha sido la única mujer a bordo y entonces se nos vienen a la cabeza muchas preguntas para entender cómo es el ambiente laboral en esas circunstancias. Tenemos una larga conversación en la que entendemos que no es una situación fácil la que vive una mujer que trabaja a bordo de un barco que pasa semanas en el mar, y en el que todos los demás son hombres, subalternos y jefes, y todos van cumpliendo unas labores que por siglos han sido realizadas por hombres de carácter fuerte. No es fácil integrarse a las tripulaciones y esta soledad que se genera es compensada con un grupo de apoyo muy fuerte; sus compañeros mercantes de la escuela siempre están presentes en redes y entre todos ellos siempre hay solidaridad.

Ella es consciente de que una mujer a bordo despierta todo tipo de pasiones, y así como en su mayoría se ha encontrado con hombres respetuosos y serios, también ha tenido situaciones difíciles que al superarlas le han enseñado a adoptar un comportamiento en que puede parecer distante, en realidad tiene que ser seria y trata de no abrir espacios que pueden terminar en faltas de respeto o acoso. Esto lo aprendió sola, pues nunca hubo una mujer que hubiera pasado antes por lo que ella ha pasado, por lo menos no en Colombia.

Piensa que las instituciones han apoyado el empoderamiento de la mujer en el sector marítimo, como por ejemplo la Dirección Marítima Colombiana y las navieras en que ha trabajado, sin embargo, nos muestra que es más difícil conseguir trabajo para las mujeres y cree que existen quienes aún piensan que las mujeres están destinadas a ocupar cargos de servicios y no deberían ocupar cargos de oficiales. Por un momento toma la vocería de las que están en espera de una oportunidad de navegar y dice que como otras mujeres, las oficiales mercantes quieren hacer lo que les gusta hacer, para lo que se han preparado y lo que hacen bien.

Ivonne, a bordo de un crucero

El trabajo de las mujeres a bordo de los buques mercantes no es un tema nuevo, hace más de cuarenta años en la Flota Mercante Grancolombiana se desempeñaban en los buques como enfermeras, contadoras y cocineras. A este tipo de trabajo se le llama “personal de los servicios”. Sin embargo, en Colombia nunca habían hecho parte de las tripulaciones de cubierta o máquinas.

El Capitán de Altura Jorge Nieto, director de la Escuela de Marina Mercante AVANTE, habla de aproximadamente mil colombianos, de estos unas setecientas mujeres, que laboran en los cruceros de pasajeros en las tareas de hotel, esto es, restaurante y cocina, grupos de baile especializado, músicos, fotógrafos, camareros, estilistas, e incluso hay una bióloga que se encarga de temas de calidad del agua en un barco.

“Un crucero es un hotel flotante, y un barco de cinco mil pasajeros lleva unas mil quinientas personas trabajando en servicios”, para ellos es mandatorio por la Organización Marítima Internacional hacer unos cursos básicos, estos son: primeros auxilios básicos, supervivencia en el mar, prevención y lucha contra incendios, seguridad personal y responsabilidad social, control de multitudes, seguridad de los pasajeros, sensibilización con respecto al medio marino y sensibilización para la protección de buques. Tienen una vigencia de cinco años y se hacen en centros de capacitación náutica avaladas por la Dirección Marítima Colombiana, realizándolos de manera intensiva pueden hacerse en dos o tres semanas.

Ivonne Miranda estudió Administración Turística y Hotelera en la Universidad de Cartagena, se le facilitan los idiomas, habla francés e inglés, y trabajando en tierra en una aerolínea comercial quiso trabajar en un barco de pasajeros: “Fue por un novio que era marino, me parecía interesante lo que este hablaba del mar, de la vida en los barcos y de sus viajes, así que un día decidí vivir lo que él sentía”. Buscó información en internet y aplicó para trabajar en una línea de cruceros que navega por el Caribe, fue aceptada y después de realizar los cursos OMI exigidos firmó el primer contrato por ocho meses.

En el crucero de pasajeros se desempeña como oficial de información, nos muestra su foto con impecable uniforme blanco, las insignias en sus hombros son dos líneas doradas sobre un paño negro. En la imagen está dando indicaciones a los pasajeros sobre cómo deben reaccionar en caso de una emergencia, – siempre se hace cuando zarpamos-;  nos cuenta sobre los horarios de trabajo en el mar, “es como trabajar en un hotel, pero cuando terminas no te vas para tu casa sino que vas a descansar a tu camarote”.

Sus compañeros de trabajo ahora son sus amigos y su familia. ¿Y su novio marino?, «imposible -contesta-, solamente coincidimos una semana al año en Cartagena, somos buenos amigos pero terminó». Ella nos cuenta que los cruceros generalmente navegan en las noches y durante los días hacen las paradas en puerto, siempre que exista oportunidad de desembarcar sale a conocer las ciudades en bicicleta. Cuando son ciudades conocidas solamente baja para hacer algunas compras y para cambiar de ambiente tomando una cerveza pues a bordo no consume licor. Las condiciones de vida son muy buenas, el sueldo es bueno, “si quieres puedes ahorrar mucho dinero, en algunos barcos los gastos básicos de alimentación y alojamiento están cubiertos, no hay que pagar transporte ni servicios públicos”.

Ella dice que es una vida interesante y se puede dar buenos gustos en los puertos. Le preguntamos en dónde se ve en cinco años: “No creo que siga aquí toda la vida, no es el lugar en el que me voy a jubilar, en dos o tres años tendré que desembarcarme, conseguir un trabajo en tierra y tener mi familia”.

 

 Sobre el título de navegación de los marinos
  • El Capitán de Navío José Manuel Plazas, subdirector de Marina Mercante de la DIMAR, nos explicó que el título de navegación de los marinos mercantes egresados de la Escuela Naval está enmarcado en los requisitos de la Convención Internacional en Estándares de Formación, Certificación y Vigilancia para la gente de mar STCW. Y sirve para que se desempeñen como oficiales de guardia de puente en los buques sin límite de tonelaje, y es el primer cargo en una carrera en la que pueden ascender cumpliendo requisitos de tiempo de embarque y cursos de capacitación hasta llegar a obtener el título de Capitán de Altura.

    Desde 2016 Colombia se encuentra en la “Lista blanca” OMI, esto significa que la Organización Marítima Internacional ha calificado el cumplimiento total del Convenio STCW 95 y que los centros de formación y capacitación cumplen con los estándares internacionales. En consecuencia, otros países deben aceptar sus certificados y enmiendas, lo cual facilita que los marinos puedan ser contratados en buques de otras banderas siempre y cuando el estado bandera emita el respectivo refrendo a este título.

    Por pertenecer Colombia desde hace poco tiempo a la “Lista Blanca” de la OMI, tiene pocos convenios con países que acepten el título colombiano. Muchos exigen convenio recíproco. Panamá, que es el país del mundo con más buques registrados (18%), recibe el título colombiano con refrendo, trámite que se realiza en el consulado de Barranquilla y tiene un valor de U$150. Así mismo en la actualidad hay países como Brasil, Ecuador y Perú en los que el título es aceptado sin ningún refrendo.

 

 Acerca del SENA náutico
  • Nos comunicamos con el Jefe Técnico (RA) Luis Enrique Duque, instructor marítimo del SENA Náutico, institución que en Colombia forma oficiales encargados de la guardia de navegación con restricción a arqueo bruto menor a 500 toneladas y que viajen próximos a la costa. Allí desde 2007 han hecho parte de cuatro cursos mujeres de las que hoy en día una navega en el exterior y dos trabajan en dragas en el río Magdalena. Así mismo se maneja el programa de tecnólogos en transporte marítimo comercial, en el que han graduado mujeres marineros de puente y marineros de máquinas, una de ellas en actividad. Actualmente hay tres mujeres adelantando los cursos de oficiales de cubierta y de máquinas.

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