Los primeros registros de tiburones en nuestro planeta datan de hace al menos 400 millones de años, lo que significa que son más antiguos que las primeras especies de árboles. Este diverso grupo de animales, que comprende alrededor de 520 especies, ha conquistado prácticamente todos los nichos y ecosistemas disponibles, incluidas las aguas del Ártico, las profundidades del océano, los arrecifes de coral, los manglares e incluso cuerpos de agua dulce como ríos y lagos. Cuando la gente piensa en tiburones, a menudo recuerda la película «Tiburón» y al gran tiburón blanco, el pez depredador más grande. Sin embargo, los tiburones son increíblemente diversos en sus tamaños, formas, historias de vida y comportamientos.
Por ejemplo, un aspecto notable en el que diferentes especies de tiburones difieren es su conectividad, que se relaciona con cuánto se mueve un animal a través de su hábitat y su rango de distribución. Las especies altamente migratorias pueden cruzar cuencas oceánicas enteras y reproducirse en ambos lados, homogeneizando el acervo genético de toda la población. En contraste, las especies más costeras y de rango restringido se mueven menos y son altamente residentes a ubicaciones específicas, lo que lleva a poblaciones genéticamente distintas. Con el tiempo, esta falta de conectividad puede resultar en la creación de nuevas especies.
Fotos: Diego Cardeñosa
La conectividad es crítica para mantener poblaciones saludables, ya que promueve la diversidad biológica a través del intercambio de genes y permite que los animales respondan a los cambios ambientales. Además, las especies amenazadas que se mueven grandes distancias pueden encontrar refugio en varias áreas a lo largo de su ruta migratoria, mientras que las especies más residentes pueden ser llevadas a la extinción más rápidamente si no se protegen.
Dos especies que ejemplifican estas diferencias de conectividad son el tiburón martillo común (Sphyrna lewini) y la cachuda amarilla (Sphyrna corona). Ambos son tiburones martillo y ambos están en peligro crítico de extinción debido a la sobrepesca, pero tienen diferencias marcadas. El tiburón martillo común puede crecer hasta cuatro metros, mientras que la cachuda amarilla apenas alcanza un metro. El martillo común es altamente migratorio, viajando miles de kilómetros entre islas oceánicas y áreas de cría en Centro y Suramérica, creando una gran población desde México hasta Perú. En contraste, la cachuda amarilla es el tiburón más residente del mundo. Estudios en Bahía Málaga, Colombia, evidencian que estos tiburones son altamente residentes a áreas de no más de 5 km². Esto presenta una espada de doble filo: puede simplificar los esfuerzos de conservación, pero también los hace extremadamente vulnerables a la pesca localizada.
Al comprender y respetar estos patrones de conectividad, podemos implementar estrategias de conservación más efectivas para proteger tanto a las especies migratorias como a las residentes. Esto no solo ayuda a preservar la diversidad de tiburones, sino que también asegura la estabilidad de los ecosistemas marinos para las futuras generaciones.