Carrito de compra

No hay productos en el carrito.

Alianza por los tiburones

La conservación de los tiburones es crucial para el equilibrio marino. En Colombia, las alianzas con las comunidades costeras del Pacífico están marcando la diferencia, a través de la educación ambiental y la ciencia ciudadana.

Los tiburones no gozan de buena fama; a menudo son percibidos como “fieras” que solo inspiran miedo. En las comunidades locales de ambos litorales de Colombia, esta percepción es común. Los pescadores, en particular, los ven como competencia, ya que depredan especies comerciales. Además, suelen aprovecharlos cuando son capturados accidentalmente.

Luis Chasqui, del Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras (Invemar), sostiene que la relación de las comunidades costeras en Colombia con los tiburones es ambivalente; los consideran tanto como un recurso aprovechable –en especial los que son capturados accidentalmente en la pesca no dirigida–, como animales peligrosos, destacando la tintorera y otras especies grandes en el Pacífico. A nivel de conservación, esta percepción es ambigua y varía entre regiones: en el Caribe, particularmente en Providencia, algunas comunidades han comenzado a beneficiarse del turismo de naturaleza, lo que ha generado una relación más positiva con los tiburones, al convertirse estos en un atractivo para el turismo de buceo. Sin embargo, a pesar de estos avances, la situación sigue siendo compleja. Investigadores como Andrés Navia, de la Fundación Squalus, piensan que muchas comunidades aún ven a los tiburones como competidores en la pesca, aunque algunas personas han modificado ligeramente su perspectiva tras participar en proyectos de conservación. Por otro lado, Nacor Bolaños, de Coralina –la Corporación para el Desarrollo Sostenible del Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina–, destaca que en el Archipiélago el apoyo desde la sociedad civil a la conservación de tiburones es limitado, y hay casos en los que algunos prestadores de servicios turísticos pasan por alto las regulaciones que prohíben la manipulación de estos animales. Esto pone de manifiesto la necesidad de seguir trabajando para mejorar la percepción sobre los tiburones y fomentar su conservación en colaboración con las comunidades locales.

Afrontar esta percepción negativa es un reto para la conservación. Sin embargo, existen organizaciones como la Fundación MarAdentro, la Fundación Malpelo y Florida International University (FIU) que han comprendido que la conservación no puede llevarse a cabo sin la participación de las comunidades locales. Estas organizaciones han forjado alianzas, especialmente con pescadores artesanales, para obtener información de primera mano sobre las poblaciones de tiburones en el Pacífico colombiano y para realizar educación ambiental que empodere a las comunidades, ayudando a cambiar su perspectiva sobre estos animales.

Tuvimos la oportunidad de conversar con algunas personas de las comunidades y de dichas organizaciones, quienes amablemente nos ampliaron el panorama al respecto.

Romelia Ruiz, aliada de la cachuda amarilla

Romelia Ruiz, líder comunitaria del Valle del Cauca, ha dedicado más de una década a la conservación de especies marinas y costeras, enfocándose especialmente en tortugas y tiburones. Su profunda conexión con el mar desde pequeña la ha impulsado a trabajar en proyectos de conservación para proteger especies en peligro de extinción. En su comunidad, que está organizada bajo el Consejo Comunitario Puerto España y Miramar, las actividades económicas principales son la pesca y la extracción de madera a pequeña escala. Sin embargo, Romelia ha visibilizado la importancia de la conservación de los ecosistemas marinos para asegurar el bienestar tanto de las especies locales como de las familias que dependen del mar.

Desde hace quince años, es contratista del Parque Nacional Natural (PNN) Uramba Bahía Málaga desempeñándose como experta local y enlace entre la comunidad y la institución; además apoya a la Corporación Autónoma Regional del Valle del Cauca (CVC) en recorridos de prevención, control y vigilancia en el territorio, así como restauración de los manglares. También participa en un proyecto de la FIU para investigar y monitorear al tiburón martillo más pequeño del mundo, conocido localmente como cachuda amarilla. A través de este proyecto, ha aprendido sobre la migración de los tiburones y la riqueza de sus mares, desarrollando un profundo respeto por estos animales. Como ella misma expresa: “He aprendido que los tiburones son peces muy migratorios. Con la investigación que estamos realizando nos hemos dado cuenta que nuestros mares son lugares donde hay mucha abundancia. Aprendí a respetarlos y admirarlos”.

Gracias a su experiencia en este proyecto, Romelia ha adquirido la capacidad de identificar diversas especies de tiburones, incluyendo el tiburón tigre, el tiburón ballena y el tiburón galápago. Sabe que muchas de estas especies están en peligro de extinción, por lo que su misión es protegerlas para garantizar su futuro.

Foto: Juan Camilo Mora

Romelia sueña con ampliar su conocimiento sobre tiburones para diseñar mejores estrategias de conservación que beneficien tanto a los depredadores marinos como a las comunidades costeras, esenciales para la salud de los océanos.

Adicionalmente, desde hace doce años, Romelia, junto a su núcleo familiar, emprende acciones para proteger a las tortugas marinas de su territorio; pero esta parte de la historia te la contaremos en otro artículo.

Luis Antonio Lloreda, un chef que cuida tiburones

Luis Antonio Lloreda Mosquera, conocido como Toño, es un cocinero y ambientalista de la comunidad de Jurubirá, en la costa pacífica chocoana. Desde pequeño, el mar ha sido su inspiración, y hoy es un líder en la conservación marina, colaborando estrechamente con la Fundación Malpelo y otras organizaciones, como Guardianes del Mar. Este trabajo lo ha vinculado al monitoreo de tiburones martillo y otras especies de escualos, donde no solo participa en su marcaje, sino que organiza limpiezas comunitarias y promueve la gestión de residuos, ayudando a proteger los ecosistemas marinos. Jurubirá, en particular, es un lugar privilegiado, ya que los tiburones martillo eligen esta costa para reproducirse. Con técnicas de pesca artesanal, Luis captura tiburones y los marca siguiendo protocolos que aseguran su bienestar antes de liberarlos, un proceso que también ha sido esencial para educar a su comunidad.

Foto: Diego Cardeñosa

Luis ha aprendido a identificar varias especies de tiburones, incluyendo el tigre, el martillo, y el aletiblanco. A través de su trabajo, ha roto con los mitos que lo rodeaban desde su niñez, cuando veía a los tiburones como depredadores peligrosos. Al contrario, ahora sabe que los tiburones son fundamentales para la salud de los ecosistemas marinos. Por eso mismo, Luis no duda en afirmar: “Puedo decir con certeza, que mi mayor logro ha sido cambiar la idea de que los tiburones son asesinos”. A partir de este cambio personal, Toño ha sido clave para transformar la percepción de los tiburones dentro de su comunidad, enseñando a otros que estos animales no son amenazas, sino aliados.

“Sueño con una sociedad que destaque la importancia y valor que representan los tiburones para la humanidad”, comparte Luis. Para él, los tiburones son símbolos cargados de mitos y emociones, que representan una oportunidad de vida, conocimiento y desarrollo para su gente, por eso siente un profundo respeto y admiración por ellos.

Adicionalmente, Luis también trabaja y apoya la conservación de las ballenas jorobadas en el Pacífico; pero esta parte de la historia te la contaremos en otro artículo.

Liliana Arango, conectada con los tiburones

Liliana Arango, antropóloga e instructora de buceo, ha dedicado los últimos 11 años a la protección del entorno marino en Nuquí, Chocó, trabajando desde su Estación de Buceo Kakiri, en el golfo de Tribugá. Esta comunidad, profundamente vinculada al mar, ha sido clave para la conservación marina, un compromiso que Liliana lidera enfocándose en la ciencia ciudadana y la educación ambiental.

“Mi comunidad basa su economía en el turismo y la pesca artesanal (con línea y/o espinel); el turismo que se ofrece no es turismo de masa, es para viajeros que quieren descansar y hacer turismo responsable. Hacemos turismo comunitario que promociona y vende las iniciativas locales en gastronomía, tours, artesanías, grupos artísticos locales, etc.”, explica Liliana.

Desde hace más de cinco años, viene colaborando con la Fundación Malpelo en la instalación y mantenimiento de receptores que monitorean especies clave como el tiburón ballena y el aletiblanco. Estos dispositivos permiten seguir sus movimientos y aportar a su conservación. Con su equipo de buceo, Liliana apoya la logística, el transporte y las inmersiones necesarias para instalar y mantener los receptores en buen estado.

Foto: Juan Camilo Mora, Ocean Bank/Andy Casagrande

Su iniciativa Guardianes del Mar ha involucrado activamente a la comunidad en la protección del océano, liderando actividades como la limpieza de los fondos marinos y la formación de buzos locales. Hasta ahora, ha capacitado a más de 26 jóvenes en Bahía Solano y Punta Ardila, transformándolos en defensores del océano. La educación ha sido un pilar central de su labor, llevando talleres a los corregimientos del golfo para sensibilizar sobre la importancia de los tiburones y los ecosistemas marinos.

Para Liliana, los tiburones son más que fascinantes criaturas: son símbolos de equilibrio en el ecosistema oceánico. La comunidad de Nuquí comparte esta visión, viendo el mar como un elemento vital de su identidad y economía, con el turismo responsable y la pesca artesanal como pilares esenciales.

Fundación MarAdentro, con un tiburón ballena en el corazón

Desde muy joven, Melany Villate encontró en el mar una fuente inagotable de fascinación. Su amor por los tiburones nació en la infancia, influenciada por documentales y programas que la llevaron a cuestionar las representaciones negativas que los rodeaban. Ver a personas acariciar tiburones en las profundidades del océano transformó su percepción sobre estos animales. Esta pasión la impulsó a estudiar biología y, eventualmente, a emprender un doctorado enfocado en la pesca artesanal y los tiburones en el Pacífico colombiano, un territorio que presenta grandes desafíos y una inmensa biodiversidad.

Durante una investigación en la región del Chocó norte, Melany descubrió que muchas especies de tiburones capturadas incidentalmente en la pesca artesanal no estaban siendo estudiadas. Con la intención de llenar ese vacío de conocimiento, realizó su doctorado y más adelante creó la Fundación MarAdentro junto al solaneño Juan David Riascos. Esta organización local busca la conservación marina a través de la ciencia y la colaboración con las comunidades del golfo de Cupica y el golfo de Tribugá. Uno de los hitos más importantes de la Fundación fue el descubrimiento del tiburón ballena (Rhincodon typus) en las aguas del Pacífico colombiano, gracias a la información proporcionada por la comunidad.

El enfoque en el tiburón ballena refleja un interés personal de Melany, siendo este la especie bandera de la Fundación MarAdentro. A diferencia de otros tiburones que son depredadores tope y regulan la red trófica de arriba hacia abajo, los tiburones ballena se alimentan de la productividad primaria, lo que significa que ayudan a mantener el equilibrio de la red trófica desde los niveles más bajos, como el plancton. Además, al ser altamente migratorios, son muy importantes para la conectividad ecológica del océano.

Desde su llegada al Pacífico colombiano hace diez años, Melany ha colaborado estrechamente con la comunidad para comprender mejor las especies que habitan la zona y los impactos de la pesca artesanal. Esta colaboración ha fortalecido una alianza con pescadores que proporciona información clave sobre avistamientos e interacciones con los tiburones. A través de charlas y talleres, la Fundación regresa a la comunidad el conocimiento adquirido, generando conciencia sobre la importancia de estas especies y fomentando un enfoque de conservación que le permite a la comunidad beneficiarse del turismo sostenible.

Foto: Ocean Bank/Lewis Brunett

Además, Melany resalta que, gracias a la confianza construida a lo largo del tiempo, los pescadores no solo proporcionan información crucial, sino que también participan en el monitoreo de los tiburones y ayudan a mitigar las amenazas que enfrentan. Melany afirma que “la comunidad es el aliado más importante para obtener la información sobre las cosas que ocurren en el mar”. Su dedicación ha transformado la percepción que muchos pescadores tenían sobre estos animales, promoviendo su conservación como un activo para el desarrollo sostenible.

Entre los logros de la Fundación MarAdentro se encuentra la creación de una base de datos científica y un protocolo de avistamiento del tiburón ballena, disponibles en el sitio web de la organización. Originalmente creado por la Fundación, este protocolo ha evolucionado hasta convertirse en una resolución emitida por la Corporación Autónoma Regional para el Desarrollo del Chocó (Codechocó), con la que se regula esta práctica en todo el Pacífico colombiano. Este protocolo es muy importante porque el interés por realizar turismo responsable en torno al tiburón ballena ha crecido, por lo que es indispensable que existan indicaciones claras para los turistas, con el fin de disminuir el impacto negativo de esta actividad, la cual representa un potencial importante para mejorar las condiciones de vida de las comunidades de esta región del país.

Fundación Malpelo, tras el rastro del tiburón martillo

Felipe Ladino, investigador de la Fundación Malpelo y Otros Ecosistemas Marinos, ha liderado una importante iniciativa de conservación del tiburón martillo común (Sphyrna lewini) en el golfo de Tribugá. Esta área ha emergido como una zona crucial de crianza para esta especie, que se encuentra críticamente amenazada. Aunque el enfoque principal de la Fundación se centra en tiburones adultos, los datos obtenidos por la entidad al marcar tiburones hembra en la isla de Malpelo revelaron que, posiblemente, sus áreas de reproducción se ubicaban en el Chocó norte, lo que los llevó al golfo de Tribugá en 2018.

Al llegar al golfo, Ladino y su equipo se encontraron con una alarmante cifra de captura incidental de tiburones martillo, alcanzando hasta 2.000 individuos anualmente. Aunque los pescadores locales no buscaban específicamente a los tiburones, estos quedaban atrapados en los espineles y las redes destinadas a la pesca del pargo lunarejo. Para abordar este problema, la Fundación comenzó a trabajar en conjunto con la comunidad pesquera de Jurubirá, enfocándose en la educación ambiental y la concientización sobre la importancia de preservar esta especie.

Foto: Diego Cardeñosa

A lo largo de cinco años de trabajo, se pudieron marcar más de cien crías de tiburón martillo, logrando identificar y delimitar el área de crianza de esta especie. Adicional a esto, se desarrollaron eventos como el Festival de la Cachuda y la creación de actividades educativas, a través de las cuáles se empoderó a los pescadores locales para que aprendieran a liberar a los tiburones capturados incidentalmente. Además, se establecieron acuerdos comunitarios para evitar la pesca en áreas clave donde se agrupan los tiburones juveniles. Estas acciones han traído sus frutos, tanto así que Felipe comparte con optimismo: “Los últimos años hemos reducido la pesca de tiburón martillo en más de un 90 %”.

El éxito de esta iniciativa demuestra que la colaboración con las comunidades locales, junto con la educación ambiental y la sensibilización, son herramientas esenciales para la conservación de especies en peligro.

Proyecto Cachuda, conservación del tiburón martillo más pequeño del mundo

De acuerdo con el biólogo Diego Cardeñosa, en el PNN Uramba Bahía Málaga se lleva a cabo un esfuerzo pionero para proteger la «cachuda amarilla» (Sphyrna corona). Este proyecto, impulsado por la FIU desde su Laboratorio de Ecología y Conservación de Depredadores, inició en 2021 durante una expedición organizada por la Comisión Colombiana del Océano. Dirigido por Cardeñosa junto a María Alejandra Herrera y Yannis Papastamatiou, el equipo se ha dedicado desde entonces a investigar el comportamiento y movimientos de esta especie, que está en peligro crítico a nivel mundial.

El nombre Proyecto Cachuda refleja tanto la cultura local del Pacífico colombiano como el enfoque comunitario del proyecto. En las primeras expediciones, con el apoyo de pescadores locales, se identificó una pequeña área donde los tiburones martillo se concentran. “Esta zona es crítica para su conservación y estamos trabajando con los consejos comunitarios del territorio para establecer un área de conservación”, indica Diego.

Inicialmente, los pescadores veían a los tiburones como un recurso económico. Sin embargo, gracias a su participación en el proyecto, han empezado a considerarlos una parte crucial de su entorno. Las comunidades locales han propuesto medidas de conservación que buscan equilibrar la protección de los tiburones con la sostenibilidad de la pesca. Diego destaca: “La comunidad nos ayuda con la parte logística, a identificar las mejores zonas y horas de pesca, nos embarcamos con ellos en sus lanchas, usamos sus artes de pesca, ellos nos ayudan a reportar cuando capturan tiburones incidentalmente”. Así pues, la participación de la comunidad ha sido esencial en múltiples aspectos.

Foto: Diego Cardeñosa

Este enfoque comunitario ha sido clave para el éxito del proyecto. Cardeñosa resalta que muchas de las propuestas de conservación provienen directamente de los pescadores, quienes dependen del mar para su sustento. “Cuando un pescador interactúa con un tiburón es en una red o en un anzuelo donde el tiburón, un depredador marino muchas veces de gran tamaño, está peleando por su vida. Cuando un buzo se encuentra un tiburón, este está en su ambiente, tranquilo, y por eso la forma de ver a estos animales es tan diferente. Pero al involucrar a las comunidades en nuestro proyecto hemos visto un cambio en esta percepción y cada vez más tiburones comienzan a ser un objeto de conservación”, afirma Diego.

A pesar de los desafíos logísticos y ambientales, el Proyecto Cachuda ha logrado un cambio significativo en la percepción de los pescadores. Lo que antes se veía como una amenaza ahora se ha convertido en un símbolo de conservación, reflejando el impacto positivo del proyecto en el ecosistema y en las comunidades de Buenaventura.

En conclusión, la conservación de los tiburones no es solo una cuestión de proteger a una especie icónica; es un esfuerzo por preservar la salud de los océanos y, en consecuencia, la subsistencia de las comunidades costeras. A través del trabajo incansable de personas como Romelia Ruiz y Luis Antonio Lloreda, así como de organizaciones sociales y de la academia, se están sentando las bases para una coexistencia más sostenible entre los seres humanos y el mar. Solo involucrando a las comunidades y creando conciencia, se podrá garantizar el futuro de los tiburones en Colombia y el mundo.

Correo de Ultramar

Suscríbete a nuestro Correo de Ultramar

y recibe información mensual sobre deportes náutivos, turismo, medio ambiente, ofertas y mucho más…

Al dar clic en SUSCRIBIRME aceptas nuestros Términos y condiciones

Conoce

Nuestros aliados

Suscribirme

Recibe información cada mes sobre deportes náuticos, turismo, medio ambiente y aprovecha los descuentos que tendrás en nuestros productos.